Era indiferente y nadie andaba cotejando nada con el derecho canónico. La bula Ut Sit era lo suficientemente elástica como para ajustarse bien a la esencia de la obra. O, al menos, eso pensaba la masa y -tal vez- también las mentes superiores. Por aquello de la presunción de inocencia, quiero pensar que también la dirección de la obra creía lo mismo ya que, de lo contrario, habría que admitir una cerrazón mental en don Álvaro y que, si el fundador había visto en las prelaturas personales el estado jurídico propio de la obra, había que cambiar el traje aunque el código de derecho canónico del 1983 lo hubiese modificado bastante dejando el 98% del cuerpo sin cubrir...

Mas de un canonista seguramente había notado que ya no era lo previsto ni lo deseado, ya no había pueblo y era un instrumento simplemente para la mejor distribución del clero. Más de uno y mas de tres, porque se comentó la “faena” del cambio que sufrió la figura de prelatura personal, desde el esquema de trabajo al código definitivo y, de este cambio, se responsabilizó a mons. Ratzinger aunque no sé si realmente fue la “mano negra” que cambió todo. Pero, fuera como fuera, con la Ut Sit se podría arreglar todo, o eso creíamos.

Inmediatamente después del cambio a prelatura comenzaron las primeras disidencias interpretativas. Bueno, en realidad, no eran disidencias sino conclusiones lógicas de lo expuesto en el Vaticano II, la Presbiterorum ordinis, el motu proprio Ecclesiae Sanctae y finalmente el Código de Derecho Canónico. Si se habla de disidencia minoritaria tenemos que referirnos exclusivamente a los canonistas de la obra en su -comprensible- deseo de no dejar fuera del Opus Dei a los laicos. Pero si quieren enfadarse con alguien no lo pueden hacer con mons. Ratzinger, los redactores finales del CIC o con “los de siempre” y tendrían que revisar con sentido crítico lo buscado y aceptado por don Álvaro y su Consejo General. Nadie impuso el paso de Pía Unión a Instituto Secular y nadie ha obligado a pasar de este a Prelatura Personal, por el contrario han sido pasos buscados y promovidos por la misma dirección de la obra. Si están donde están es porque han querido.

Ad charisma tuendum simplemente ajusta un poco mas la realidad o las cosas tal como las ven los externos a la vez que las complica para los internos. Estoy de acuerdo que el episcopado no es necesario para dirigir la obra, para nada, pero eso del art.4 en el que se dice que el prelado no será episcopable me suena mas a coscorrón que a otra cosa. Has usado la parafernalia episcopal sin tener que hacerlo y ahora te cae el marrón como para que no te atrevas con otras cosas. Esto me hace sospechar que en el Vaticano hay mas de uno que lee esta página y ve las fotos lo que queda claro al leer el art.5 donde, traducido a lenguaje vulgar, dice “a partir de ahora no te disfrazarás en público de lo que no te corresponde” y en castigo te nombro “Protonotario Apostolico soprannumerario” (debe ser algo así como que te nombren Gran Almirante de la Armada Suiza) que ¡¡ menudo nombrecito !! A mi me llama alguien protonotario y le parto la cara.

Pero lo mas peludo creo que va a ser dar cumplimiento a lo indicado en el artículo n.3: redactar de nuevo los estatutos sintiendo el ojo vigilante de don Álvaro que te recuerda que si modificas algo esencial se te va a caer el pelo.

Este trabajito va a poner, a quien tenga que hacer la tarea, en lo que la lógica aristotélica clasificaba como dilemas cornutos: si te vas para un lado … palo y si te vas para el otro … estacazo. Habrá que reescribirlo intentado por un lado cuidar la fidelidad al espíritu fundacional pero, por otro, buscar las palabras adecuadas para que sea aprobado en “los competentes órganos de la Sede Apostólica”. ¡Menuda tarea! Bueno, a mi me parece un nuevo intento por conseguir la cuadratura del círculo pero tal vez por ser yo uno de esos descarriados que abandonaron la barca, pero de verdad no sé qué haría para escribir en los estatutos que los laicos forman parte esencial de la prelatura y la vez, considerarlos como simples colaboradores externos, de verdad no se me ocurre.

Claro que siempre hay la posibilidad de dar largas al tema y fijar el plazo “ad calendas graecas” esperando mejores tiempos, aunque eso conlleve el riesgo de una intervención similar a la realizada en Comunión y Liberación y otras realidades. La otra es bajar la cabeza y por el cariño y respeto al Papa, reescribir los estatutos tal como se solicita. Conociendo a don Fernando, creo que esta segunda es la única opción posible.

Aunque se haya intentado hacer como si no pasara nada, es evidente -al menos para los de fuera- que esta es una crisis pero también presenta la oportunidad de definir y concretar en forma actual el verdadero espíritu de la obra. No estaría mal empezar con lo que algunos consideran esencial: la verdadera libertad en temas como la elección del confesor o la dirección espiritual y a partir de eso, ir revisando todos los puntos que chirrían como la condición de las nax y tantos otros.

Mucho me temo que también aquí se aplicará eso de ceder sin conceder con ánimo de recuperar, dejando todo tan ambiguo como sea posible de manera que queden contentos quienes deban aprobar los estatutos y al mismo tiempo, seguir actuando en lo interno como siempre, el gatopardiano cambiar todo para que nada cambie. Por favor no lo hagáis así.

Si se sigue mirando la realidad desde la altura de “nuestra superioridad” es posible todo. Esto me recuerda lo que decía Salvor Hardin y recogido en la Enciclopedia Galáctica: “Nunca permitas que el sentido de la moral te impida hacer lo que está bien”. Imagino que pocos habrá escuchado esta frase antes ya que es de un libro que está o estaba (no se si sigue funcionando el índice de libros prohibidos) con una calificación de peligrosidad solamente un grado mas abajo que las obras del entonces simple teólogo Joseph Ratzinger de dudosa ortodoxia. Es posible todo y también lo bueno y lo mejor, ojalá sepan aprovechar esta oportunidad para arreglar todo lo necesario. Rezo por eso (de verdad rezo aunque os parezca imposible) para que Dios los ilumine y les permita mejorar.

Por si esto llega a manos de don Fernando, sugiero también en los nuevos estatutos y en la misma línea de las numerarias auxiliares, considerar a quienes dejaron sus mejores años sacando adelante la barca, y considerarlos no solo en lo económico (tengo todavía que seguir trabajando cuando mis compañeros de estudios se jubilaron hace entre cinco y diez años, con la esperanza de conseguir terminar de pagar la casa donde vivo -me faltan un par de años-) sino eliminar ese espíritu donatista que sigue vigente en la mayor parte de la gente de la obra: los ex estamos predestinados al más cálido infierno y por tanto, no hay nada que hacer por ellos o con ellos.

Muy serio me ha quedado esto pero no pienso cambiar nada, aunque parezca imposible yo también soy capaz de estar un rato sin decir estupideces o decirlas no demasiado gordas.

Con el deseo de que este verano nórdico refresque un poco y que el invierno del sur sea benévolo, desde mi selva os mando un montón de abrazos.

Zartán de los Nomos