La culpa no es de este papa

Gervasio, 30/09/2022

            Echarle la culpa al actual papa de las calamidades y dolores de parto por los que hoy atraviesa el Opus Dei es tan injusto e infundado como echarle la culpa de la caída del imperio romano a su último emperador, Rómulo Augústulo. Puestos a encontrar culpable a un papa, habría que empezar por Juan Pablo II, que fue el que “elevó” —si es que así puede decirse— o más bien el que “hundió” al Opus Dei dándole su estatuto actual de “prelatura personal”. Tampoco lo veo demasiado culpable. Tú lo quisiste fraile mostén; tú lo quisiste tú te lo ten. Cuánto cabildeo, labor de pasillos y energías para conseguirlo. Victoria pírrica. En el código de Derecho canónico que este santo papa promulgó se lee y establece que las prelaturas personales han de ser consideradas una figura jurídica que no forma parte de la jerarquía de la Iglesia…

            El actual papa no está haciendo más que exigir que el Opus Dei se comporte como lo que es, una prelatura personal, y no se dé aires de formar parte de la jerarquía eclesiástica. Así lo hizo primero delicada y elegantemente el papa Francisco con la carta Iuvenescit Ecclesia, de 2016, donde se razona que las fundaciones  de origen carismático —cual es el Opus Dei, que proviene de las luces celestiales de un piadoso sacerdote elevado a los altares— no forman ni les corresponde formar parte de la jerarquía eclesiástica. Una cosa es alabar esos carismas y luces celestiales y reconocer que han hecho mucho bien a la Iglesia y otra cosa es integrarlas dentro de la jerarquía eclesiástica.

La carta Iuvenescit Ecclesia no les hizo mella. Decidieron no enterarse de lo que se les decía. Por un oído me entra y por el otro me sale. Mucho citar al papa en cosas que no tienen nada ver con el Opus Dei, pero nada de seguir lo que se les dijo expresamente y está establecido en relación con el Opus Dei. Los catecismos de la Obra no se modificaron ni un ápice y las opiniones de los canonistas el Opus Dei tampoco. Y sucedió lo que tenía que suceder: al cabo de seis años —se les permitió que se tomasen  su tiempo— llegó el motu proprio Ad charisma tuendum. Y llegó no sólo como doctrina, a lo que es fácil responder amén, sino acompañada de consecuencias prácticas: a rehacer los estatutos y a olvidarse de que se otorgue al prelado la condición de obispo, ni siquiera con carácter honorífico. Este motu proprio tan chillón y penetrante ya no pudo ser ninguneado como lo fue la carta Iuvenesit Ecclesia.

            La reacción de muchos del Opus Dei fue la de poner cara de tremenda sorpresa; pero como escribía Antonio Moya la semana pasada refiriéndose a Ocáriz: su “sorpresa” ante el motu proprio Ad Charisma Tuendum es un teatro que solo se lo han tragado los del Opus, que van por la vida con anteojeras (Opus Dei. El rosario de la aurora, 28-IX-2022). Y añade: Lo empezó a vislumbrar cuando pasaban los meses y el Papa no le nombraba obispo. Lo empezó a ver clarísimamente al publicarse la carta Iuvenescit Ecclesia en junio de 2016. Y el Papa se lo ha ido recordando en años posteriores, porque me imagino que todos (salvo en el Opus Dei) sabemos que cuando Ocáriz iba a ver a Francisco anualmente al Vaticano, no se han dedicado a hablar de los peces de colores ni a organizar juegos florales (Ibid.)

Se comprende que los de a pie se encuentren desorientados y perplejos. Notan que está pasando algo y que no se les dice toda la verdad. Se les había ocultado la carta Iuvenescit Ecclesia. Se les hizo vivir  en un mundo de fantasía. A los canonistas y teólogos se les inculcó, frente a lo que el papa les dijo, que el Opus Dei es un fenómeno jerárquico de igual naturaleza a la de los ordinarios diocesanos. Hace falta tener cara dura. Los de a pie vivían en un mundo irreal, de ensueño, del que el motu proprio los obliga a despertar.

Un numerario del  Opus Dei me ha escrito: Respecto al Motu Proprio únicamente se nos recordó la postura conciliadora que viene en la página web de la Obra: acatamiento, no pasa nada, se está trabajando en el tema... y se reconoció que cuando haya otro papa que "nos entienda mejor" se intentará revertir el tema. Parece, pues que se lo toman como una tormenta pasajera después de la cual volverá a relucir el sol.

 Y continúa: Como es natural, mi postura respecto al Motu Proprio es de acatamiento, reconocer que no acabo de ver que tenga tanta transcendencia en la práctica, y una defensa del Papa hasta el fondo siempre que me ha parecido que alguien había hecho un comentario inapropiado por pequeño que fuese. Si no se hubiesen contado tantas cosas (Catecismo de la Obra y sus comentarios en cursos anuales incluidos), no se vería ahora el apuro que tienen los directores al explicar esta situación sobre la naturaleza jerárquica de la Obra. La Vieja Guardia está rabiosa, insistiendo en que no hay nada dogmático y en que otro Papa puede deshacer lo que éste hace... olvidando que el Espíritu Santo ayuda al Papa en todo momento mientras ellos, la Vieja Guardia, no pasan de ser unos mediocres que han vivido del cuento y de abusar de la gente. En varias ocasiones ya he defendido al Papa en público y en privado y nadie me puede llevar la contraria porque, por mucho que les duela a algunos, si el Papa lo dice eso tiene que ser así y nosotros tenemos que acatarlo.

Este numerario desea la intervención pontificia: nunca la he temido, al contrario: he deseado, que el Papa nombre a alguien para que ponga orden en la Obra, como ha ocurrido con los Legionarios, la Orden de Malta, los jesuitas (con Juan Pablo II) o tantos otros que a lo largo del tiempo han pensado que podían hacer lo que les daba la gana.

Contrapone su personal actitud a la de “la vieja guardia”. Estos últimos todo lo fían a que haya un cambio en el papado; cambio que a mi modo de ver, sería irrelevante. No es que este papa les tenga ojeriza; es que  los directores del Opus Dei no han aceptado el lugar en el que los colocó Juan Pablo II y el siguiente pontífice Benedicto XVI. Se comportan como dueños de la Iglesia, de sus cánones  y de las almas. Ese es su defecto básico.

Hay dos tendencias: la de la vieja guardia, que quiere recuperar el terreno perdido y la de quien quiere cambio y reforma. Tal es el caso del numerario que me ha escrito: Yo espero que esto sea el comienzo de un tomar las riendas del Opus Dei por parte del Papa y el comienzo del fin de los abusos de conciencia y de funcionamiento del Opus Dei. Meter en la cabeza de la gente que "tengo el derecho de no tener ya nunca ningún derecho" no creo que sea una postura cristianamente aceptable, y mucho menos aprovechar que uno es director de algo para creerse que se puede hacer lo que a uno le da la gana con la gente. Todo se debe someter al bien de la Obra (carta II-74), pues no: hay unos límites.

A este numerario no le preocupan ni da mucha importancia a las sucesivas figuras jurídicas que ha ido adoptando la fundación Opus Dei, ni lo del pronotariado apostólico supernumerario, sino al abuso de poder de los directores, a los que considera que viven como pachás, sin hacer nada más que remover papeles y exigir a los demás lo que ellos no cumplen.

¿Qué pasará con el Opus Dei con o sin reforma? No lo veo con futuro. Dios dirá.

Con todo, como dice mi amigo numerario: hay un intento de minimizar el desconcierto y la sensación de que está ocurriendo algo que hay en la Obra. Si esta movida que hay ahora, sirve para que las exigencias de la Vieja Guardia pasen al olvido y se imponga en la Obra un régimen de más libertad y más adecuado a las normas que la Iglesia establece para evitar abusos de conciencia (libertad para dirección espiritual y confesión y cosas de esas) pues me parece que saldremos ganando todos. Lástima de tiempo perdido los que estamos dentro y los que habéis salido, quizás por no soportar unas exigencias que nunca debían haber estado ahí.

Gervasio