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 Tus escritos: Navidades de chiste en el Opus Dei.- Datos

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Navidades de chiste en el Opus Dei

Datos, 28/12/2022

 

Hola a todos y todas,

Quería compartir con vosotros algunas consideraciones con motivo de las fiestas navideñas. Cada vez tengo más olvidadas las que pasé en el Opus Dei. Yo soy muy navideño y estas fiestas siempre me han gustado y he esperado que lleguen con ilusión. Pero las Navidades-Opus siempre escondían un buen conjunto de sorpresas desagradables esperándote, que terminaban por hacer que estas fiestas no fueran todo lo familiares o entrañables que debieran...  



Empezaré por las primeras que pasé en el cuartel-colegio mayor Santillana. Hay que imaginarse a 60 personas jóvenes intentando hacer planes “paralelos” por doquier, con o sin permiso de las altas instancias. Había claramente dos niveles, el de los enchufados de Nacho Villa, todos de buena posición, pijillos en el fondo o en las formas, de grandes familias opusinas, y luego el pueblo llano, numerarios anónimos sin oficio ni beneficio. Ni que decir tiene que del grupo de los pijillos no perseveró ni uno, y que cuando Nacho Villa había dejado su condición de inscrito opusino ya prácticamente todos se habían salido. Los anónimos éramos los curritos de las navidades. Que había que ir de visitas de “pobres”, íbamos nosotros. A hacer turnos a Diego de León, nosotros. A currarse el regalo de broma para los demás, nosotros. A meterle un buen meneo al jardín y pistas deportivas para los partidos de tenis de los gerifaltes opusinos, nosotros. Solo nos estaban vedados los coches y la compra del regalo principal de reyes, que recaía en los pijillos. Así ellos se compraban estupendos regalos entre ellos y estaban todo el día quemando gasolina yendo de aquí para allá. 

En un centro la cosa cambia. No hay suficiente número de gente para que haya clases y excepto al director y el cura, que están en palmitas y con todos caprichos y necesidades cubiertas, los demás se buscan la vida como pueden para pasar las fiestas sin mucho sobresalto. Escaqueándose de lo que se pueda e intentando que el centro vacío no se te caiga encima. Para los padres y de fachada se hace lo que sea (festivales, resopones, alegría, música, etc.) pero luego de puertas a dentro es todo bastante cutre y triste.

Quizá por mi carácter peleón y rebelde me mandaron los primeros años después de Santillana a cursos anuales en navidades, unos detrás de otro. Había que rentabilizar unas cajas de ejercicios y de convivencias en el invierno y la técnica elegida era esa, mandar a estudiantes y a profesionales con bastantes vacaciones en navidad. Cerdedilla, Antequera y otros parajes me vieron llegar un 17 de diciembre e irme un 12 de enero, haciendo que me perdiera siempre un par de días de clase en la universidad antes y otro par de días después. Por supuesto, siempre con bronca si no me los perdía y decidía ir tarde al curso anual en diciembre. 

Allí era todo menos familiar. Imagínate una casa ajena con 20-30 personas que acabas de conocer. Y eso que había algunas personas notables que dejaron una buena sensación en mi como Antonio Moya en Los Jarales. Ese invierno fue memorable, pero porque creo que nos pasamos todas las indicaciones de los directores por el forro y decidimos ser felices a pesar de los pesares. Antonio estaba en Almería y yo terminando mis estudios, por lo que recuerdo algunos buenos consejos que me dio y que me sirvieron en años venideros. 

Un inciso: Antonio, no solo has hecho que mucha gente se lo pase muy bien a tu lado con tu gran sentido del humor, sino que tu humanidad y experiencia de la vida nos sirve y nos ha servido para mucho.

Pues volvamos a los Jarales, en Antequera, con su olor permanente a almazara y alpechines o a Cerdedilla, con sus deficientes instalaciones. Eso de que cuando eres joven cuela todo es en parte verdad, pero mi juventud no me impedía ver la cutrez de instalaciones, lo artificial del “tono navideño” y lo extraño que te sentías rodeado de gente a la que acababas de conocer. Encima estudiando una ridiculez de lecciones de teología, según las llamaban ellos, que eran más bien resúmenes superfluos de algún manual antiguo de preparación para el seminario. De nivel de estudios, nada de nada. Y encima te impedían estudiar los exámenes de febrero en la universidad, por los que luego te pedían buena cuenta. 

Otro capítulo aparte es el tema de las celebraciones. Creo que no me tomé nunca las uvas a las 12:00 de la noche del 31 de diciembre mientras fui del Opus. Que si meditaciones en las que te dormías, que si misa, que si acción de gracias (más sueño), al final era la una y ya se había pasado todo. Y eso que alguna vez había alguno que las había grabado en vídeo para verlas en diferido, en fin, menuda historia. 

Lo peor de las navidades opusinas es el ambiente de hipocresía y de falsa fraternidad mientras te mantienen separado de tu familia y no puedes pasar con ellos las fiestas. Tardé años, por lo menos 8, en poder pasarme un día de las navidades por casa de mis padres para felicitarles el año y las fiestas en persona, abrazarles y decirles que los quería, aunque mis obras indicaran lo contrario. 

Decir que es una secta inhumana es poco. Allí, curas bien ensotanados te dicen una y otra vez que es divino. Pero nada más lejos de la realidad. Es un esperpento de lo que deben ser unas auténticas navidades familiares. 

Quizá en la casa de los supernumerarios lo consigan, pero en los centros…

Por cierto, a ver si se aprovecha la reforma en los estatutos para meterle mano a la situación de los célibes en el Opus Dei y se elimina de una vez y por siempre esa nefasta engañifla llamada “vida en familia”. De familia no tiene nada y de vida… la que te dejan hacer, a veces…

Os deseo, ahora sí, unas auténticas navidades a todos y una verdadera vida familiar a los que nos siguen. La verdad es que fuera de la Prelatura es bastante fácil de conseguir…

Un abrazo,

DATOS

 




Publicado el Wednesday, 28 December 2022



 
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