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 Tus escritos: Apoderarse de la vida de las personas.- Gervasio

078. Supernumerarios_as
Gervasio :


Apoderarse de la vida de las personas

Gervasio, 31/03/2023

 

La suegra

            Leí el miércoles pasado la colaboración de Sinculpa que narra la situación de una supernumeraria a la que la Delegación del Opus Dei a la que pertenecía, le prohibió separarse su marido, pese a que había causa de separación conyugal más que suficiente. Esas Delegaciones se consideran, sin estarlo, habilitadas para apoderarse  y disponer de la vida, cuando no de la hacienda, de las personas que  tienen a su cargo. ¡Clama al Cielo! Algo parecido le ocurrió a un supernumerario, ya fallecido  afortunadamente para él, pues se encontraba en situación de depresión profunda y permanente. Daba grima y congoja verlo viajar, alegre y contento, camino de  su retiro anual —menuda diversión— y verlo después regresar con semblante triste hacia su casa donde le esperaban todo tipo de humillaciones y de desprecios. Mejor no entrar en detalles. Una separación hubiese resuelto sus problemas y le hubiese eliminado la depresión…



            No sé qué es lo que tiene que suceder para que un supernumerario o una supernumeraria sean autorizados por los del Opus Dei para adoptar una vida de separación conyugal. Lo chusco, sorprendente y disparatado de la cuestión es que ni a las Comisiones ni a las Delegaciones del Opus Dei les corresponde disponer de las situaciones de conyugalidad de sus afiliados. ¿Dónde constan semejantes atribuciones? Que yo sepa en ningún sitio. Ni en la bula Ut sit, ni en los estatutos, ni en el CIC. El gran jefe del Opus Dei no le corresponde decidir sobre la separación o no de sus afiliados. Nadie le dio vela en semejante entierro.

            Lo de que El Padre no es obispo ni forma parte de la jerarquía eclesiástica no es una simple cuestión de vestimenta. Es que no tiene atribución alguna en tema de separación matrimonial. Dice el canon 1153 que si uno de los cónyuges pone en grave peligro al otro o a la prole o de otro modo hace demasiado dura la vida en común, proporciona al otro un motivo legitimo para separarse, con autorización del Ordinario del lugar y, si la demora implica un peligro, también por autoridad propia. Ni el reverendo Ocáriz ni sus vicarios pintan nada ni tienen tecla que tocar en semejante asunto. El reverendo Ocáriz acostumbra a calificar  de vicarios, remedando a los vicarios del obispo, a los jefes del Opus Dei de cada país. Tal pomposa calificación resulta ridícula. Del mismo modo que el reverendo padre Topete —ni tampoco su vicarios, si es que los nombra; cosa que no hace— no tiene atribución alguna en orden a la separación de unos cónyuges, tampoco la tiene el reverendo Ocáriz. ¿Qué sentido tiene nombrar unos vicarios o delegados para que en su nombre ejerzan una potestad de la que se carece? Si sus vicarios fuesen consultados al respecto habrían de responder: la decisión corresponde al Ordinario del lugar y al propio interesado. Yo carezco de atribución alguna en el asunto. Pero no es así. Se consideran dotados de competencias episcopales. No hubo más remedio que ponerlos en su sitio.

Los directores del Opus Dei utilizan todo tipo de trucos y artimañas para apoderarse y disponer de la vida de las personas a ellos afiliadas. En el caso de las personas casadas procuran, en nombre de la moral conyugal, introducirse en el lecho matrimonial para indicarles cosas tales como las posturas que deben adoptar durante el coito, o el destape o los juegos sexuales. Se inventan todo un kama-sutra orientado no hacia el mayor sino hacia el menor goce sexual y la máxima fertilidad. Nada debe escapar a la sumisión de la persona a su superior opusdeístico. Les gusta disponer de la vida de los demás. ¿Por qué y para qué organizarles la vida?

            En el caso de los célibes apostólicos —numerarios y agregados— la sumisión alcanza a todos los aspectos de la vida de esos célibes; no sólo en materia sexual, sino que han de estar dispuestos a vivir donde se les diga, trabajar en lo que se les diga, llevar a cabo las prácticas piadosas que se les diga, entregar todo su dinero a la institución, etc. Eso sí con la máxima libertad en cuestiones políticas, futboleras o relativas a la papiroflexia. Sois libérrimos, proclamaba el fundador. Recuerdo todavía, por poner un ejemplo, cuántas explicaciones tuve que dar  a propósito  de tomar café con azúcar o sin azúcar o de no tomarlo. Consideraban que allí entraba en juego la rectitud de intención. Hasta el café…

            Se cuenta como chiste que, ante las quejas humillaciones y sinsabores derivados de su diaria vida conyugal, el amigo al que confiaba sus cuitas maritales le espetó:

            —Si tan mal te va en tu vida conyugal, ¿por qué no te separas?

            —No puedo. Mi mujer me lo tiene absolutamente prohibido.

            Lo malo es que cuando este diálogo, que parece ideado sólo para hacer reír, se convierte en realidad. Los del Opus Dei tienen absolutamente prohibido irse del Opus Dei. Está prohibidísimo. Si lo pasan mal, no les queda de otra que aceptar entrar en depresión y ofrecerlo por la canonización de don Álvaro u otras “intenciones” de esta índole. Tienen absolutamente prohibido abandonar el Opus Dei.

            Esto enlaza con el sentido o sentimiento trágico  de la santidad, más que del sentimiento trágico de la vida de la que hablaba Unamuno. Al respecto recuerdo las consideraciones que me hacía un sacerdote numerario,  relativas a su modo de entender la santidad. Lo ejemplificaba en una señora supernumeraria felizmente casada y con buena posición económica y social.

            —Tiene que tener muchos hijos. Si no, ¿cómo va a santificarse? Tiene buen servicio doméstico, buena posición económica y por la noche al marido. ¿Cómo va a santificarse, si no es al menos con las molestias y los inconvenientes de los embarazos?

Tales consideraciones implican implícitamente que la santidad consiste básicamente en pasarlo mal. Chúpate esa. ¿Cómo va a ser santo alguien que vive feliz y contento? Eso no es santidad. Recuerdo lo que decía un tipo muy salado de la religión católica:

            —Lo único que no entiendo de la religión católica es lo del “valle de lágrimas”. La vida en este mundo me parece estupenda.

                Se refería, claro está, a esa antífona, en la que se recita en un determinado momento a ti clamamos gimiendo y llorando en este valle de lágrimas.

            Los padres biológicos —salvo raras excepciones, quieren para sus hijos lo mejor, entendiendo por tal que vivan felices y contentos, que estudien la carrera que les guste, que se diviertan, que dispongan de dinero,  que sean guapos, que sean buenas personas, simpáticos, etc. Y hacen lo posible por logarlo. No sucede lo mismo en el Opus Dei. Uno  de los directores que tuve —que por cierto ya dejó el cotarro— me exigió en un determinado momento  levantarme muy temprano y seguir unos horarios muy incómodos, para lo que alegaba:

            —Es que si  no, no te enteras de que eres del Opus Dei. Te lo pasas demasiado bien.

            Efectivamente aparte de cumplir con mis obligaciones y encargos lo mejor que podía, procuraba no vivir en un “valle de lágrimas”. Esto le preocupaba. No podría así llegar nunca a alcanzar la santidad, pensaba.

            Puedo citar a mi favor nada menos que a Santo Tomas de Aquino, que considera como más puesto en razón y virtuoso realizar un acto bueno gustosamente que a regañadientes.  Es mejor y de mayor virtud en tema de generosidad, pongamos por caso,  —o de templanza, o de caridad o de lo que sea— desprenderse de algo gustosamente que a regañadientes. Se fuerza demasiado a las personas en el apostolado, en el proselitismo, en la obediencia, etc. Acaban en convertirlas en actividades aborrecibles.

            Pero a lo que iba, que no quiero distanciarme demasiado del caso propuesto  —separación conyugal— extrayendo conclusiones generales demasiado alejadas del caso. Estábamos en el punto  de que a veces la convivencia conyugal se torna imposible. Pues  bien, el remedio consiste en poner  término a esa convivencia conyugal y dejarse de falsas moralinas,  sin que a la jefatura  del Opus Dei le corresponda decidir nada. Lo más que se me ocurre como conclusión  es que cuando estar afiliado al Opus Dei se torna insoportable, lo mejor es poner término a esa situación.

            Gervasio

 




Publicado el Friday, 31 March 2023



 
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