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 Correos: Necesitábamos respirar.- Patricia Martínez

020. Irse de la Obra
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Antonio Moya quizá no se ha dado cuenta de algo que ha dicho de manera muy espontánea en uno de los últimos videos de Coloquio en libertad sobre el Opus Dei, pero que resume el motivo por el que creo nos hemos ido todos: NECESITÁBAMOS RESPIRAR. Un elemento tan vital y necesaria como es el aire que el Opus Dei al controlarlo nos ha asfixiado porque nos lo ha limitado y quizá hasta nos lo ha quitado.

¿Qué mantiene vivo a un espíritu libre? La cultura, la lectura, la amistad, el diálogo, en resumen: lo humano. El Opus en cambio nos encorsetó limitándonos qué leer, qué ver, qué pensar, de qué hablar, cómo decirlo, incluso qué sentir e incluso con quién hablarlo y con quién no. No sé a los demás, pero a mí cuando me preguntan por qué me fui del Opus Dei siempre les digo que no hay una respuesta única, como se dice coloquialmente: no fue lo duro sino lo tupido.

¿Cómo distingues cual fue la gota que rompió la piedra? Fue una y otra y otra. Veinticinco años acumulan muchas gotas, una presa lo suficientemente grande para ahogarte. Ahora me vienen a la mente algunos de esos momentos de ahogamiento: pide permiso para esas lecturas; no irás al UNIV con tus tres amigas porque irá otra con ellas; pide permiso para salir; no puedes acompañar a esa amiga a la que se murió su papá porque aquí ya nos vamos a dormir; no puedes ir a otra ciudad aunque se haya muerto tu abuela; no puedes hacer esos planes y subirlos en redes sociales; no puedes pintarte el pelo de ese color; no puedes usar ese perfume; no hay dinero para que te compres zapatos; sí te autorizamos estudies la maestría pero si tu familia te la paga; no puedes trabajar fuera en lo que tú quieras porque te requerimos en las labores…

Por supuesto hubo otros motivos que se fueron sumando. Ver la cantidad de gente enferma y rota fue otro detonador. Si algo tenía claro cuando tomé la decisión de irme era que yo no quería ser vieja ni enferma en el Opus Dei, me amargaba y frustraba pensarlo y no es que no lo haya experimentado. Durante ocho años tomé antidepresivos.

Pero no solo era ver gente enferma, era que te argumentaran que eso es lo normal en todas las familias en el mundo. Fue además estar en un lugar donde nos habían pintado que nos haríamos santos en medio del mundo, en nuestro trabajo y en cambio yo veía tanta gente mediocre profesionalmente, personas grises sin aspiraciones, sin desarrollarse y por tanto con una visión idealista y poco o nulo contacto con la realidad, dentro de su propia jaula de oro. Ver personas autómatas sin capacidad de decidir, sin conversación, sin saber desenvolverse en un ambiente que no fuera su ambiente seguro de “vida de familia”, de tertulia eterna, de anécdota y cuentos virtuosos. Ver directoras convertidas en ejecutoras de indicaciones con las que muchas veces tampoco estaban de acuerdo pero que debían cumplir si quería vivir el espíritu de la Obra, hasta que terminaban por hartarse e irse o acomodarse y saber con quién si lo podían comentar sin consecuencias.

¿Cuál fue la gota que me devolvió la vista? No lo sé, pero sí creo todos tenemos un momento de lucidez y de conciencia de darnos cuenta que algo no está bien, que muchos intentamos cambiar las cosas desde dentro como tantos que conozco y con quienes sigo en contacto, pero que llega un momento en el que nos damos cuenta que estamos “hablando con la pared”, que oyen pero no escuchan, que los mismos que se quejan de no ser comprendidos son quienes tienen la voluntad de no entender.

Todos o casi todos nos damos cuenta que la institución está enferma y que enferma a sus miembros, cooperadores, asociados o como se llamen ahora. La diferencia está entre quienes quieren seguir allí creyendo que no se van a intoxicar, quienes están tan enfermos que no se dan cuenta de lo intoxicados que están y quienes GRACIAS A DIOS NOS FUIMOS que, si no estamos totalmente curados tenemos ya una distancia o perspectiva que nos permite ver la realidad de otra manera. ¿Y por qué podemos no estar completamente curados? Porque como dice un amigo que también fue numerario, uno se sale del Opus Dei pero el Opus Dei difícilmente se sale de uno. Nos han marcado o tatuado de tal manera que seguramente nos descubrimos muchas veces pensando, juzgando, corrigiendo como si aún estuviéramos allí. Yo incluso me despierto muchas veces soñando con situaciones o personas de la Obra, catorce años después y todavía me pasa. Quisiera se saliera de mi pero finalmente son capítulos del libro de mi vida que no puedo arrancar sin más.

OTRO TEMA: A las personas que dicen que les perturba estar o tener delante a alguien del Opus Dei por la participación de G.V., en esas reuniones del zoom, les diría que algo que puede ayudar a sanarles es la terapia psicológica y que es importante ya que quienes hemos permitido el abuso podemos repetir esas conductas en otras relaciones ya sean laborales, de pareja, etc., si no sanamos de fondo. Tener terapia es LIBERADOR, de ese modo podrán tener delante a quien sea porque tendrán la conciencia de que los experimentados somos nosotros, que les llevamos delantera a los que siguen dentro pues nosotros hemos estado donde ellos y ahora tenemos una experiencia de vida fuera de su jaula.

 Patricia Martínez

PD.- He entrado a la web para ayuda económica de OPUSLIBROS y veo que al mes de abril hay un déficit, sería bueno seamos conscientes para entre todos apoyar antes de que llegue el fin de año y se haga más complicado cubrirlo.

 




Publicado el Monday, 01 May 2023



 
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