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 Tus escritos: La conciencia errónea.- Gervasio

090. Espiritualidad y ascética
Gervasio :

 

La conciencia errónea

Gervasio, 5/05/2023

 

En colaboraciones de OpusLibros he leído muchas veces —demasiadas quizá— que, a pesar de los daños que el Opus Dei origina y ha originado, no obstante, hay en él gente muy buena, santa incluso, lo que da como resultado que hay personas santas y buenas que causan males. Átame esas moscas por el rabo. Jacinto Choza ha tratado este tema al menos en dos ocasiones en De la inocencia a la mala fe (publicado en 17-I- 2007 y en 28-IV-2023) y anteriormente en La inocencia de los directores del Opus Dei (29-XII-2006). Toda esta problemática la considero un tema o tópico encuadrable dentro de la llamada “conciencia errónea”...  



El ejemplo de conciencia errónea que se me ocurre es el de una buena y santa nodriza que da a beber lejía al niño que cuida, creyendo que es agua, con el imprevisto y no deseado resultado de la muerte de bebé. Jacinto no se vale de ejemplos escolásticos, como el que puse de la mencionada criatura que ingiere lejía, sino que proporciona y se apoya en ejemplos históricos, lo que le lleva a meter en un mismo saco, a Hitler, a Mussolini, a Franco, a Escrivá de Balaguer, a Serrano Suñer y a infantes carentes de uso de razón. ¡Hombre!, no. Son personas, momentos y casos distintos. Hitler y Mussolini perdieron la guerra, mientras Franco la ganó. Eran guerras distintas. Uno fue general y los otros, no. Me caen muy mal también Alejandro Magno y Napoleón Bonaparte. Me parecen personas indebidamente admiradas por algunos. €scrivá, fue un monseñor eclesiástico insigne, que poco tiene que ver con todos ellos. Y fue declarado santo.

—Pero es que hay santos que, además de santos, fueron herejes.

— ¿Dice usted herejes?

—Sí, eso he dicho. Sin ir más lejos San Bernardo de Claraval predicó que la Virgen no había sido concebida sin pecado original. Y lo mismo sostuvo me parece que Santo Tomas de Aquino. ¡El teólogo! Nada menos que ¡el Teólogo!

—Había oído decir que los santos tenían defectos; pero nunca había oído decir que existieran santos herejes. O sea que también existen santos herejes. ¿Cómo es eso?

    Muy sencillo. Esos santos son herejes materiales; pero no formales.

    ¡Ah! Me quita usted un peso de encima. O sea que un santo puede equivocase incluso en matera dogmática si sólo lo hace materialmente, pero no formalmente.

    Eso es. Lo ves qué fácil…

Para no suscitar visceralidades ni herir sensibilidades prefiero referirme a la actuación de alguien —un ser abstracto— que, con conciencia errónea, causa cosas malas, creyendo que causa el bien.  

Santo Tomás de Aquino, no recuerdo dónde —probablemente en una cuestión de su Summa Theologica— se plantea si cumple y se acomoda a la voluntad de Dios quien, con conciencia errónea, persigue a Jesucristo. La cuestión no puede estar formulada con mayor crudeza, ni en términos más radicales y drásticos. Su sabia respuesta dice así: no cumple lo que Dios quiere simpliciter, sino que cumple lo que Dios quiere que quiera. Ese es su modo de atar las mencionadas moscas por el rabo.

            Similar modo de atar las moscas por el rabo es apelar a aquello de putantes se obsequium praestare Deum os echarán de los sinagogas; y aun viene la hora, cuando cualquiera que os matare, pensará que hace servicio a Dios (Juan 16,2)—, que me parece que también fue utilizado por el mismísimo fundador del Opus Dei, en un contexto en el que por supuesto él no se consideraba a sí mismo el putante. Pero cabe preguntarse: ¿sería $anjosemaría un puntante más?

Lo malo es que los putantes, como la palabra indica, hacen pu… La conciencia errónea puede y suele producir resultados nefastos, como el mencionado de la muerte de un niño. Su repajolera nodriza podrá ser todo lo santa que se quiera, pero fue la causante de la muerte del niño. La conciencia errónea mala cosa es. Por ello en la administración de justicia se distingue cuidadosamente la responsabilidad por daños, en la que la buena intención cuenta poco, mientras en la responsabilidad penal —la que conlleva ingresar en la cárcel— es la intención subjetiva la que mayormente cuenta. En el Opus Dei parece haber muchos putantes. Son personas santas y buenas; pero putantes. Y como la palabra indica, hacen  cosas propias de su condición. Poco se puede esperar de un putante. Son peligrosos. Que sean santos y buenos y se vayan al cielo no impide que hagan de las suyas.

Una de las cosas que les corresponde hacer a los del Opus Dei —me parece a mí—, en estos momentos de cambio de estatutos, es reflexionar sobre cuál pueda ser la causa de que las cosas, sobre todo últimamente, les salgan tan mal. ¿Será que obran frecuentemente con criterios equivocados, que obran con conciencia errónea?, me da a mí por pensar. Habrán de aprender de las compañías de aviación. Cuando un avión se estrella no paran hasta dar con la causa del accidente, ya se trate de un error humano o de un fallo técnico. No se trata tanto de encontrar al culpable, como de que el accidente no se vuelva a repetir.

 El código de Derecho canónico y otras fuentes alaban la conducta de aquellos seminaristas, religiosos y eclesiásticos que abren espontáneamente su conciencia al superior; pero en modo alguno imponen tal conducta como obligatoria; es más, prohíben imponer tal obligación. En el Opus Dei, por el contrario, se hace o hacía lo contrario.  

Es típico en la praxis del Opus Dei imponer como obligatorias determinadas conductas por el simple hecho de ser buenas. Sucede también en el proselitismo. Es bueno traer nuevas vocaciones. De acuerdo. Pero eso es distinto de imponer una serie de tareas y actividades en este terreno, que en muchos casos se tornan incluso contraproducentes.

 El hecho de que una determinada conducta sea buena y encomiable en sí misma no significa que sea exigible. Los ejemplos pueden multiplicarse. Por ello la vida en el Opus resulta tan agobiante; hasta el punto de que se haya caído en lo del dios tiquismiquis. La doctrina sobre las cosas pequeñas —que me atrajo mucho la primera vez que la escuché — puede acabar generando idioteces tal y como se aplica. Se acaban exigiendo demasiadas cosas que no conducen a ninguna parte. El abandono de la Obra es percibido casi siempre como una liberación, como un asueto, algo así como el regodeo  de darse cuenta de que a uno le han dejado de doler las muelas. Hasta hay quien a partir de entonces se siente más cerca de Dios o por lo menos mucho más lejos del infierno. 

Volvamos al ejemplo propuesto anteriormente. El fundador dio —o más bien daba, porque solía repetir una misma prédica una vez y otra— una meditación conocida como el Buen Pastor —posteriormente publicada a modo de carta, asignándole un concreto día, mes y año como fecha—, en la que sustancialmente predicaba que hay que confesarse con sacerdotes de casa y no con sacerdotes de fuera. No es mala la tal predicación. Efectivamente es encomiable confesarse con sacerdotes de la Obra; pero de ahí no se sigue que pueda imponerse como obligatorio. A una supernumeraria le prohibieron comulgar sacramentalmente durante quince días, por haberse confesado con un sacerdote de fuera. Mal hecho. Un numerario se acusó en confesión, con un sacerdote de casa, de haberse confesado con un sacerdote de fuera. Conciencia errónea. Conciencia errónea en este caso que lleva a sentirse culpable por obrar bien. Arrepiéntete de haber obrado bien. Podrías haberlo hecho mejor. Nosotros hacemos siempre lo mejor. Nunca damos otra nota musical que no sea el do de pecho. Tienes que leer Crónica. En ella todo es perfecto.

Prefiero seguir ejemplificando con este mismo tema, porque sobre el particular les ha llamado la atención la Santa Sede. Sobre otros cabría objetar: como la Santa Sede todavía no nos lo prohibió… Mientras no nos lo prohíban… Prohibido expresamente o no, es una equivocación imponer como obligatorias conductas por el mero hecho de ser, no digo ya buenas, sino  óptimas, heroicas. Me vienen a la cabeza correcciones fraternas sobre el modo de vestir, sentarse, o quedarse dormido. Bien está ponerse corbata en el oratorio, pero hay miles de razones para no ponérsela. Y como esta, otras muchas cosas.

€scrivá fue un buen predicador. Tenía sus trucos para enfervorizar. Fue en muy escasa medida un legislador. Yo diría que ni pretendió serlo. No hay que tomar sus enseñanzas escritas u orales como mandatos o normas generales. Sería un error. Me acuerdo  de que dejó por escrito que un director no debe tener en su armario terrones de azúcar ni caramelos. Pero eso no cabe tomarlo por un mandamiento. Cosas así.

El hacer siempre “lo mejor” con frecuencia produce conductas ridículas, cuando no perniciosas. Otro ejemplo. Ser “doctor” en la carrera que se haya estudiado, por poner otro ejemplo, es buena cosa; pero imponer el doctorado como una necesidad o algo propio de los numerarios, no lo veo tan acertado. Debe doctorarse quien tiene condiciones para ello y le sirve para algo más que para fardar de ser doctor. Los doctorados de muchos numerarios, empezando por los de €scrivá y del Portillo resultan ridículos. Mejor que no los hubiesen obtenido. Es muy bueno lograr “500 vocaciones”, pero imponerlo como obligación perentoria y del modo en que se hizo, fue una equivocación.  

Y luego hay un discernimiento vocacional basado en atrapar al peticionario de admisión en el Opus Dei en el momento de su mayor fervorín, lo que conduce a basar la perseverancia del peticionario en el fervorín perpetuo. Eso no funciona. Todos a la canonización o a la beatificación o a lo que haga falta. Nada más edificante que manifestarse en grupo y en fervorín. Nada mejor que una buena juerga mística en Roma en una Univ, o en los aledaños de Torreciudad y en lugares parecidos para preparar al candidato a vivir “en medio del mundo”. Y por ahí p'alante. 

Por otra parte, algo puede ser bueno para el Opus Dei, aunque malo para otros u otras o para el grupo LGB o para las viudas beodas. E incluso dentro del propio Opus Dei cabe distinguir lo que es bueno para la institución, pero malo para las personas que lo componen. En eso conviene ser tajante: si algo es bueno para el Opus Dei pero malo para terceros, es que tampoco es bueno para el Opus Dei. Y si no, al tiempo, porque con frecuencia el tiro sale por la culata. Tarde se han dado cuenta de que no hay que maltratar ni despreciar a los que se van de la Obra. Lo demás son pamplinas y armas al hombro, por no repetir de nuevo “conciencia errónea”. 

El mal uso de la doctrina, del ejemplo y de las enseñanzas del fundador origina en ocasiones discípulos autistas; es decir, unos niños “buenos” —eso es lo más irritante, que encima hay que tomarlos por buenos y santos— que no se dan cuenta del daño que hacen a los demás. Lo mismo les da pisar a una persona que pisar en el suelo. Por encima de todo buscan hacer el “bien” y lo demás y los demás les importan poco. No se dan cuenta del daño que hacen  al obrar el “bien”. Se comportan como  autistas.  

Estudió esta cuestión muy lúcidamente Ruiz Retegui, al contraponer lo institucional a lo personal dentro del Opus Dei. En esto el fundador —aunque antes critiqué, por razones de afecto, meterlo en el mismo en el mismo saco que a Hitler—, nos ha salido un tantico hitleriano o más bien lo han transformado en hitleriano. El criterio de que las personas han de estar subordinadas a los intereses de la institución me parece una equivocación. Veo ahí “conciencia errónea”, disfrazada por supuesto de “buena intención”. Nos inculcaban que esa entrega a la institución es equivalente a estar entregado a Dios. Mentira. Dios no es una institución. Los empastillamientos y las depresiones no son buenas, por mucho que se disfracen de entrega a Dios, holocausto a Dios o cosas que pasan. Son malas, son fracasos. Se quema a demasiada buena gente.

Voy a rematar con lo que leí 27-IV.23 en el diario El Debate: que el Vaticano ha creado una comisión para “el problema de las monjas quemadas por el estrés”. El subtítulo dice así: Las uniones de superioras y superiores generales (USIG) crean una comisión para estudiar el síndrome de burnout (síndrome del trabajador quemado). En el Opus Dei hay muchos —ya se hayan ido, ya permanezcan—, que se han quedado burnout, más quemados que un tizón. Eso es malo. Una institución católica no puede tener por resultado quemar a la gente. Tiene que producir gente que se sienta feliz y contenta.

Gervasio

 




Publicado el Friday, 05 May 2023



 
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