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 Correos: El nacimiento de una casa de retiros.- María Elena G.

077. Numerarias auxiliares
María Elena G. :

Aun siento el agobio al ver tantas cajas para empacar todo, ya estaba aprobada la remodelación para La Troje, casa de retiros ubicada en el estado de México, que se utilizaba para gente joven y para las numerarias auxiliares. Las haciendas en México tenían la casa grande o casa principal y la troje, que era el lugar donde se almacenaba el grano. Suelen ser lugares obscuros y fríos...



Cuando se regaló la hacienda Toshi se dejó el uso de la casa grande para los supernumerarios, empresarios, sacerdotes y numerarios, la troje se adaptó para la labor de colegios, clubs y para las numerarias auxiliares, ya que era una casa con cuartos grandes con literas chirriantes no apta para todo público. Constaba de dos plantas, en la planta alta se encontraban los cuartos, casi todos con literas y unos closets pequeños, los baños en la planta baja, eran como esos baños públicos con un bloque de regaderas, otro de sanitarios y una línea de lavabos con un espejo enorme. Era un triunfo arreglarse ya que nos colocábamos de la más bajita a la más alta para vernos, ¡una locura! Así que tocaba empacar y guardar todo. Lo que jamás imaginé es que me tocaría abrir esas mismas cajas.

Acababa de iniciar el curso escolar y estaban llegando las niñas a la escuela, ¡Cada vez las veía más chicas! También me sorprendieron los cambios de consejos locales. La que llegaba de directora me parecía muy risueña, muy alegre, encajaría bien con las niñas; eso pensaba yo. La directora que se iba llevaba media vida ahí. Me sorprendió ver la rivalidad que había entre directoras, la “defenestrada” quedó totalmente desplazada, salió casi sin hacer ruido y aguardó fuera de la casa a que pasaran a recogerla las mismas que iban a dejar primero a la nueva. Me dio tanta tristeza ver cómo una numeraria que había dejado casi 20 años de su vida en esa casa se quedara sola en un momento así. Sin pensarlo me salí con ella para acompañarla y recuerdo que me dijo que no me quedara con ella porque podía tener problemas… Al poco tiempo apareció el carro que llevaba a la flamante y risueña directora, apenas si voltearon a verse, una subió rápido y la otra entró a la casa.

Así que se juntaban muchos cambios. Yo estaba tratando de salir de una fuerte depresión sin ser 100% consciente. Me sorprendió que me llamara la nueva directora y me dijera que la directora anterior dejó por escrito que yo podía echar a andar la nueva Troje. Llegaría en unos días un curso anual de auxiliares a estrenar la casa, "sería la envidia de todas las casas" ya que la nueva Troje estaría muy completa, tendría sala para tertulias, su propio comedor e incluso oratorio. Al parecer querían que funcionara como una administración extraordinaria, todo sonaba muy bien. La verdad es que a mí la cocina nunca me agradó, pero qué le íbamos a hacer.

Al día siguiente me acerqué a lo que sería la nueva administración y se me cayó el alma a los pies, ¡Era obra negra! Faltaban pocos días para que llegaran las del curso anual, seguramente se cancelaría, era imposible iniciar así. Después me llamaron para explicarme cómo iba a quedar la cocina, "Aquí irán los fogones, en este hueco el horno, acá la panadería y en este hueco el office"… Se me salían los ojos de las cuencas, ¿será broma?, la directora sonreía como si viera algo que yo no podía ver.

Poco a poco empecé a perder el sueño, había que desempacar, pero no había dónde poner nada. Entraba a la casa con cosas y los trabajadores se reían de mi ingenuidad. ¡Para que sacar cajas si no había dónde ponerlas! Las limpiezas eran agotadoras e interminables.

Y llegó el gran día. Empecé a ver maletas por todos lados, la administración estaba sin gas, sin luz y sin agua y ni qué decir de la estufa y el horno. La trampa estaba en que pasando la puerta del comedor, ya había todos los servicios. La directora me llamó para decirme qué alumnas se irían a trabajar conmigo, serian tres de primero y una de segundo. Pobres niñas, me pesaba tanto verlas en un lugar donde ni yo sabía cómo hacerlo funcionar, ¿qué podía enseñarles en aquellas circunstancias? También contaría, me dijo, con el apoyo de otra instructora (la cual me dejó claro que la cocina era mi problema y se bajó del barco sin importarle nada). Volví a aquel hueco de la administración como si fuera a aparecer todo por arte de magia y nada.

Empecé a atender un curso anual de auxiliares con 40 personas de las cuales 25 eran dietas, ni qué decir que fue una locura. La directora me hizo favor de prestarme el aula que se utilizaba para el club. Ahí había tres o cuatro estufas caseras donde apenas me cabía una cazuela, no sé los kilómetros que tenía que recorrer con las ollas hirviendo, para ir a La Troje a cubrir cada comida sin poderme ayudar de un carro, porque el camino era empedrado. No puedo explicar el miedo que pasaba al servir la cena y estar a oscuras en la administración, trepada en un banco alto para que los ratones no se me subieran y agachada por miedo a los murciélagos. La casa está en una zona rural.

Recuerdo haber hablado con la directora para pedir ayuda. Aquella sonrisa seguía bailando en su boca cuando me decía que no había nadie que me pudiera ayudar, que si quería me podía enviar más alumnas de primero… Eran mis alumnas, ¡yo no podía enseñarles y sacar el curso anual al mismo tiempo y sin cocina! obviamente nunca hubo una administradora, yo me encargaba de hacer menús, pedidos y de almacenar. Llegó un momento en el que no sabía si era de día o de noche, me dolía el cuerpo de tanto cargar y de tanto correr. Hoy, a la vuelta de los años, ¡me cuestiono tantas cosas! ¿Por qué no les dije que no podía sacar aquello? ¿Dónde estaban las otras 25 auxiliares que vivían ahí y eran mi familia? ¿Por qué me veían con cara de lastima y no me ayudaban? ¿Pensarían las directoras que con tanto trabajo me olvidaría de la depresión por la que pasaba, o me estaban dando una lección? Nunca lo sabré.

Un día nos reunieron a todas para pedirnos que trabajáramos en la praxis, cada una de su zona de trabajo, para dejar experiencias a las que vengan después. Al escuchar aquello le comenté a la directora que cada zona tenía su praxis y fichas de experiencia, ya que la directora anterior antes que ella nos pedía constantemente ponerla al día. Yo misma había trabajado en varias de esas praxis. Me dijo que se había visto el material existente y no servía, se tuvo que desechar, así que a empezar de nuevo.

Cuando por fin terminé de atender ese curso anual me pidieron que me fuera a suplir a otro centro y al llegar otra vez, hasta que por fin me enviaron mis maletas. Así la hermosa vida en familia, la fraternidad y el trato a las hijas pequeñas.

Hace poco alguien me invitó a una convivencia a La Troje y se me vinieron todos estos recuerdos. ¿Por qué lo cuento? Porque es algo que viví, son esas viejas heridas que a veces, sin saber bien por qué, siguen doliendo.

Perdón por el desahogo, un saludo desde México y gracias por permitirme el espacio.

 

La Troje ya remodelada, casa de retiros ubicada en el Estado de México.

 

 

 

María Elena G.




Publicado el Monday, 15 May 2023



 
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