Buenas noches buena gente. Despues de unos cuantos años vuelvo a publicar esta testimonial mio en Opuslibros. Yo me sali del Opus Dei en 1997 pero por desgracia esa salida traumatica dejo secuelas hasta la fecha de hoy. Mucha terapia, mucha buena gente alrededor y al final me animé a mandar a Roma mi verdadera carta de renuncia. Supongo que cuando llegue la leerá algun numerario secretario e irá a la papelera. La verdad me importa poco que llegue a Ocariz, el reto era mandarla y publicarla aaqui en Opuslibros. De vuelta un fuerte abrazos a todos los presentes y ausentes. Gracias Agustina por todo tu esfuerzo y santa paciencia por mantener este medio de comunicación que tanto bien nos hizo a muchos durante tantos años.

CARTA DE RENUNCIA

Estimado Sr Fernando Ocariz,

Antes que nada me presento. Mi nombre es Francisco Javier Gomez Ronco, nací el 23 de julio de 1961 en Barakaldo (Vizcaya), España. Pité el 2 de octubre de 1977 como agregado en el Club Eretza de Barakaldo y envié mi carta de salida del Opus Dei en el mes de abril de 1997...

Dicha solicitud me fue aceptada en el mes de junio del mismo año. Motiva esta carta mi intención de expresar todo aquello que, en su momento, no me dejaron decir quienes dirigían el Centro de Donosti, al cual yo pertenecía.

En esa primera carta que yo redacté, dirigida a D. Javier Echeverria, daba mis motivos personales de mi partida del Opus Dei. Pero ocurrió que a mi Director no le gustaron leer esos motivos, por lo que rompió la carta y me mando hacer otra “políticamente más correcta”. Como comprenderá, en aquel entonces yo no poseía las herramientas emocionales para negarme a su pedido y, mansamente, acepté redactar otra carta. Pero en mi fuero interno, ese día, supe que ese Director había pisoteado mi dignidad y que tardaría muchos años en recuperarme de esa humillación. Y por eso hoy, 26 años después siento que es el momento oportuno para reivindicar todo el sentir de esa primera carta que alguien decidió romper.

El 17 de Mayo de 1992 estando en la Plaza de San Pedro en Roma, en plena ceremonia de Beatificación del fundador del Opus, decidí que yo no quería pertenecer más tiempo ni dedicar mi vida a una institución en la que no veía ni un atisbo de fundamento evangélico del carisma de la santificación del trabajo en medio del mundo.

Muchos fueron los motivos que me llevaron a esa decisión pero el fundamental fue el manoseo y el abuso de poder que ejerció el Opus Dei a través de sus Directores sobre mi propia conciencia. En particular, destaco como faltas muy graves dos aspectos: no guardar el secreto de confesión y la manipulación en la charla fraterna. Viví y sentí en primera persona y con una gran dosis de angustia cómo, a través de los medios de formación y dirección espiritual, el Opus Dei fue anulando mi voluntad y libertad de conciencia. Y detallo a continuación algunos de los actos más humillantes y despersonalizantes de los que fui objeto estando en el Opus Dei y que impulsaron mi huida de la Obra:

Manipulación psicológica. Desde el año 1992, año en que expresé mi decisión de salir, hasta 1997, cuando realmente pude dejarla, fui víctima de maniobras de tortura psicológica dentro del Opus Dei. Apenas informé mi intención de abandonar la Obra, los Directores decidieron que lo mío era psiquiátrico y por ende me derivaron a la “Cuarta Planta” de la Clínica Universitaria de Navarra para que me atendiera un psiquiatra, que como no podía ser de otra manera, pertenecía al Opus Dei. Dicha visita la tuve que realizar acompañado por el Director de mi centro, una maniobra que viola de raíz el código deontológico de la relación psiquiatra-paciente. Y en esa consulta se repetían las mismas formas y códigos que usaban tanto en mi confesión semanal como en mi charla fraterna, el contenido de las mismas se trasladaba a los consejos locales y a los directores de mi delegación.

Obviamente el psiquiatra del Opus Dei me recetó una serie de medicaciones, las cuales, en plena conciencia de mis actos, me negué a tomarlas dado que esa visita no fue por decisión propia sino obligado por mi Director.

Acoso laboral. Desde octubre de 1981 trabajé como asistente al laboratorio del departamento de Mecánica en la Escuela de Ingenieros de San Sebastián. Cuando a principios de 1997 notifiqué al Director del Centro mi intención final de salirme del Opus Dei, a las pocas semanas, “casualmente”, el responsable del departamento de la Escuela de Ingenieros me indicó que “debía buscarme otro trabajo”. Al preguntarle los motivos se negó a darme razones y por ende, pedí una entrevista con el Decano y Director de la Escuela. En dicha reunión y en virtud de que la Escuela quería prescindir de mis servicios -de manera unilateral y sin motivo- solicité al Decano una indemnización por los 16 años trabajados en dicha institución. Por toda respuesta, fui amenazado por el Director de la Escuela y conminado a no iniciar ningún juicio laboral. En esa charla me amedrentó diciendo que yo “no tenía noción de contra quien iba a litigar” y que me olvidara de “recibir dinero alguno”.

Ante tamaña muestra de prepotencia, esa misma semana, mi abogado comenzó la tramitación del juicio laboral por despido sin causa. Y otra vez, comenzó un calvario de varios meses durante los cuales fui separado y excluido de todas las tareas y funciones habituales que tenía a mi cargo. De forma deliberada, los directivos de la Escuela me aislaron de todo contacto con mis colegas de la institución, en un claro ejercicio de mobbing laboral hacia mi persona. Toda esta situación derivó en un profundo deterioro de mi salud con secuelas que han durado hasta la fecha.

Y yo me planteo y les pregunto, ¿Quién de ustedes asume la responsabilidad por esta penuria vivida y los daños causados? El trato que me dispensaron en mis últimos años dentro del Opus Dei resultó despreciable, contrario a los principios evangélicos que tanto declaman y carente de moral. Fue notable cómo, sin mediar palabra y de un día para otro, quienes eran, supuestamente, mis hermanos, se cruzaban de acera al sólo verme. Yo sólo pedía un poco de compasión y humanidad en momentos en que debía rehacer mi vida desde cero. Y lo único que recibí fue la frialdad y la indiferencia de una institución y de sus integrantes que se desentendieron de mi situación tras 16 años de generoso servicio prestado.

Les pido que tomen estas líneas como corresponden, una oportunidad para aprender de los errores cometidos y crear los mecanismos y recursos necesarios dentro del Opus Dei para brindar una salida digna a las personas que abandonan esa institución.

Atentamente,