Cuanto más trabajaba, más pecaba por omisión

Hormiguita, 6/09/2023

Estando yo en el Opus Dei, cuanto más trabajaba más pecaba por omisión. En mis años mozos creía santificarme estudiando un montón de horas. ¿Cómo se santifica el trabajo en la universidad? Estudiando, sacando buenas notas, invitando a amigos a estudiar juntos, y etc., etc., de la formación opusina.

He desenterrado una hoja de estudio que entonces utilizaba para anotar las horas de estudio que realizaba diariamente. Seis días a la semana, dos, tres, cuatro, y hasta seis horas al día. Según me enseñaron se santificaba el trabajo crucifijo enfrente y ofreciendo el estudio por diversas intenciones Opusdeístas: el padre, la Iglesia, el pitaje de un amigo, etc...

¿Y por qué ahora considero que pecaba por omisión? Pues porque omitía lo que escatológicamente es más importante. El trabajo se acaba, la caridad no. Yo no ejercía la caridad porque mi trabajo “tan justificable” lo excluía. Cabe aquí el recordarme el segundo mandamiento: amarás al prójimo como a ti mismo. Yo no dedicaba nada de mi tiempo de calidad personal a los demás, tanto conocidos como supuestos amigos.

Tampoco a los de casa. Veía alguno en la obra que se lo pasaba mal, y no me importaba, y tampoco se me ocurría invitarle a tomar algo, dar una vuelta, preguntarle por sus padres y su familia, comentarle cómo le iba en los estudios, explicarle historias tontas mías para entretenerle, (tengo muchas)... Nada de todo eso. En cuanto a los amigos míos -mediando tantas horas de estudio-, el tiempo dedicado era muy limitado. Mis notas: en primero obtuve dos matrículas, y en segundo una matrícula. Mis amigos: en tercero me encontraba que ya no tenía amigos, así pues, mi resolución apostólica iba cada vez a menos.

Mi interior estaba ennegrecido por la “santificación del trabajo”, este es uno de los lemas obsesivos absolutos encarnados en el Opus Dei. En la actualidad lo veo como una concupiscencia. En tercero de carrera solo me quedaban dos amigos.

Y en cuanto a amistades femeninas tampoco. La realidad humana es que los chicos van donde van las chicas. Como numerario estaba autoexcluido. ¿Cómo vas a invitar a un amigo a círculos y a meditaciones (ahora llamadas experiencias) si puedes dedicar un mínimo tiempo a compartirlo con amigos? Ser ejemplar: “Hay que dar ejemplo” es una frase que he oído decenas de veces allí dentro. Pues nada... perdiendo el tiempo riéndose, metiéndose unos con otros, o incluso enseñándoles algo que no saben por ejemplo palabras curiosas, chistes, hablando de pelis, porque todo esto resta trabajo, resta tiempo al estudio.

Así pues, vuelvo a mi convicción principal de que cuando más estudiaba, más pecaba por omisión pues el segundo mandamiento lo dice claro amarás al prójimo como a ti mismo. ¿Cómo vas a amar al prójimo si no estás con él? Lo mismo puedo decir del tiempo que dedicaba a mis padres, hermanos, y primos.

¿De qué me sirve ahora? En las reuniones de compañeros de graduación de mi carrera, ni siquiera estoy invitado. ¿De qué me sirven ahora las dos matrículas? Hubiera sido más cristiano en medio del mundo mediante afinidades con los demás, compartiendo sus gustos, intentando resolver a mi manera algún enigma personal de ellos, y sacando simplemente “aprobados” en las notas. A fin de cuentas, al finalizar mi carrera profesional y entrar en el mercado laboral en ninguna entrevista me preguntaron sobre mis notas. Con obtener el título hubiera sido suficiente para dar los siguientes pasos profesionales. Muchísimos años más tarde descubrí -hay estudios psicométricos- que el 25% del progreso profesional de una persona depende de sus habilidades para tratar a los compañeros (as). Y, además, sufrí mucho en la obra porque yo tengo una competencia innata para tratar a los demás, cosa que he visto avalada en mis 30 años de profesión. En la Obra no podía, por lo expuesto. Iba contra mi natura.

Es incomparablemente más relevante articular la vida de fe en base a los dos primeros mandamientos, que edificar una fe cimentada en la “santificación del trabajo en la vida ordinaria”. Lo primero viene de la escritura, -encarnada en la vida de Cristo-, lo segundo viene de 46 documentos escrivarianos, encapsulados en Camino, y articulados de forma muy dudosa; escritos de un sacerdote fundador. Maestro del engaño a la Iglesia. Ocultar es engañar, y retrocede con ánimo de recuperar es engañar.

Tampoco me daba cuenta de las repercusiones psicológicas que el cerrarme a mis amigos estaba teniendo en mí. Las tertulias diarias en el Opus Dei inducen a creer que ya tienes trato con los demás, pero eso no es ni mucho menos eficiente, pues en las tertulias nunca se entran en temas personales. Si haces una broma fuera de tono te corrigen mediante una corrección fraterna; si sacas en la tertulia a un asunto de actualidad incómodo, también te lo corrige el director. Por ejemplo, hoy en día no se hablaría en una tertulia sobre Torreciudad, salvo para comentar algo apostólica. Ni mucho menos se hablaría de las 43 ex numerarias auxiliares o de los coloquios de Antonio Moya. Y al acabar la tertulia viene el “tiempo de la tarde”... Pues nada, a trabajar.

Vuelvo a mi testimonio personal. A la corta y a la larga descuidar el trato humano con la infinita disparidad de seres humanos que Dios ha creado, es lo que provoca empobrecer psicológicamente. Como en el Opus Dei no respondes ante ti mismo, ni te preguntas cuáles son tus metas personales, (a veces consideradas egoísmos por la institución), hay escasa evolución personal en cuanto a la madurez. Por eso con el tiempo la gente del Opus Dei está en modo pueril. Y pueden caer en la inopia propia de quienes no han tenido una vida expuesta discerniendo su interior, y a los demás. Eso también es pecado contra el primer mandamiento pues a Dios se le ama con el corazón puesto en Él, y a través de los demás. Empobrecerte psicológicamente es alejarte de Dios.

Desde el motu proprio del Papa Francisco, la obra se está dando mucho relieve al llamado carisma propio de: “santidad en medio del mundo en la vida ordinaria “. En la Obra se refieren a ello como la reforma del Papa. Una reubicación jurídica de la Obra por parte del Papa en el Código de Derecho Canónico. Lo que necesitan como agua para sobrevivir es una “reforma de ellos mismos”.

Hay cifras internas de numerarios que están destinados a trabajos internos en las delegaciones y comisiones, que yo dudo mucho tengan un verdadero trato humano con los demás. (Me refiero como trato humano a la luz del 2ª mandamiento). ¿Cree alguien que van a dejar el trabajo en la delegación para tomar un café? Sus cabezas están programadas y sus corazones ennegrecidos pensando en que sirven a Dios santificando su trabajo en cargos internos como “burros de noria”. Numerarios que me leéis,.. mucha suerte con eso.

Para terminar, pienso que podemos referirnos al relato de Caín. me lo aplico a mí mismo. Mis matriculas eran a la postre como el sacrificio de Caín. Su trabajo no era agradable a Dios, y él mismo se queja a Dios. ¿Le escuchó? Este le contestó a Caín que él no estaba siguiendo el orden correcto de hacer las cosas. Y Caín, que tenía su corazón ofuscado, en vez de reconocerlo a Dios y preguntarle cómo sería el orden correcto, se ensañó con Dios y consecuentemente mató a su hermano Abel. El humo negro del trabajo de Caín puede representar que no se guarda el orden correcto en las cosas y por eso mismo es rechazado. ¿Cuál fue la consecuencia de la reacción de Caín? Cometió el primer homicidio. Yo me homicidiaba a mí mismo interiormente.

Dios no le mató a Caín pero le permitió desterrarse. El Opus Dei ha caído en su propio destierro. Solo han querido seguir su propio orden, y las consecuencias están a la vista.

En la actualidad, en el Opus Dei se habla mucho de la tal reforma que ha hecho el Papa. ¿Servirá de algo para efectuar cambios internos? Si ellos no se reforman internamente a sí mismos, seguirán por el mismo camino de la oscuridad: el camino de Caín. Creen que tienen luz porque se llaman Opus Dei. A Dios le da igual las denominaciones y sus cargos. Llámense Padre, Gran Canciller, Prelado, Protonotario, Fariseo, Saduceo, Canaanita, Judío, Luterano, Franciscano, o Jesuita. Creo que le importa a Dios la luz interior en el corazón de las personas.

Yo no tuve la luz interior de dedicarme al segundo mandamiento, mientras “santificaba mi trabajo”. Y pagué las consecuencias durante unos 10 años desde que me fui de la obra. Quizás sea otro testimonio.

Un abrazo,

Hormiguita