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 Tus escritos: Sobre Obsecuencia y rebeldía.- Gervasio

125. Iglesia y Opus Dei
Gervasio :


Obsecuencia y rebeldía

Gervasio, 2/10/2023

 

Por supuesto que me siento obligado, Querido Jacinto, a dar respuesta a tu correo Obsecuencia y rebeldía. Lo que veo más difícil es eso de que nos respondas a todos y nos ayudes a todos a clarificarnos. ¡Qué más quisiera el menda! Haré lo que pueda.

                Manejas dos conceptos: el de  “rebeldía” y el de ser “cismático”. Al Opus Dei no le conviene, me parece a mí, lo de cismático, porque no tiene la entidad suficiente como para generar un cisma...



Para que pueda hablarse de “cisma” es necesario que una comunidad diocesana al completo, con sus simples bautizados, su obispo y sus clérigos —toda una diócesis; una como mínimo—, sea el sujeto protagonista del cisma. En el Opus Dei ni se administra el bautismo, ni la confirmación, ni se celebran matrimonios, ni tienen cabida los acontecimientos y normas propios de una diócesis. No es una iglesia particular ni se le parce. En su momento quisieron ser considerados tal. Pero no lo son. Tampoco las oblatinas descalzas, por más que se comporten como rebeldes, heréticas y mentecatas son capaces de generar un cisma. Podría suceder que a una de ellas le dé por declararse papisa, en nombre de los derechos de la mujer, y que designe cardenales y cardenalas, que con un capelo rojo lleno de borlitas, quedarían muy monas. Con todo y con eso, tal fenómeno no constituiría un cisma. En suma, el Opus Dei, en razón del sujeto que es, carece de capacidad de generar un cisma o de ser considerado cismático.

            Valorar al Opus Dei como una institución “rebelde” me suena a chiste. Las maneras, muletillas y modales propios del Opus Dei son los típicos de alguien obsecuente y no los de alguien rebelde. No los veo nada contestatarios. ¡Qué genuflexiones! ¡Qué perfección al encender y apagar las velas del altar! Y si te dicen que no cruces las piernas durante el Círculo de Estudios, pues a dejar de hacerlo. Siempre muy unidos al Santo Padre y al Padre. Siempre obedientes en todo. El calificativo que mejor les cuadra, a mi modo de ver, en sus desviaciones y desobediencias es el de “mentecatos”. Nada de “rebeldes”. Mentecatos. Impedir impedir o dificultar la elección del propio director espiritual, por ejemplo, genera no personas rebeldes, sino sumisas. No veo en eso “rebeldía” por ninguna parte. Relee a Sátur en tema de mentecateces.

Me acuerdo, querido Jacinto, del chistecillo que te oí contar en una ocasión. No sé si lo recordarás. 

Va él y dice:

—Pues tú eres un gilipollas de tal calibre, de un calibre tan grande, que si fueses a un concurso de gilipollas quedarías el segundo.

—Y ¿por qué el segundo y no el primero?

—Por gilipollas.

Por eso es  por lo que no  llegan ni a rebeldes, ni a cismáticos. Para eso es necesario ser alguien o algo de cierta importancia, de cierto fuste, de cierta entidad. Me parece desproporcionado traer a colación a Enrique VIII de Inglaterra, a Martín Lutero y a otros personajes o acontecimientos históricos para parangonarlos con el fenómeno Opus Dei. Son parangonables a los y a las ya mencionadas oblatinas descalzas o a otros grupos y entidades de esa misma índole y condición; es decir, esas instituciones cohesionadas en torno a un fundador o fundadora, lleno él o ella de luces celestiales y generalmente con su huequecito en el santoral y con una hornacina en algún que otro retablo de iglesia. Lo más que te concedo es que tengan la rebeldía de no se rebeldes.

El Manual del perfecto fundador, deja claro que un fundador jamás debe acudir a la autoridad eclesiástica con monsergas de este tipo: he recibido una iluminación extraordinaria en la que Dios Nuestro Señor me pide que me hagan obispo o que mi fundación tiene que formar parte de la jerarquía de la Iglesia católica. O bien: nuestro santo fundador receptor de una iluminación extraordinaria… etc. Evidentemente, si tal es la voluntad de Dios, a quien Dios habría de iluminar es a quien tiene la capacidad de hacer a alguien obispo. Lo propio sucede en la vida civil. No está bien visto solicitar del jefe de gobierno que lo nombre a uno ministro del gobierno de la nación. Lo correcto es que cuando un jefe de gobierno pida a alguien ser ministro, éste ponga algún inconveniente, aunque al final ceda.

Ahí está el punctum dolens. Ahí está el dilema, lo que en Lógica se denomina un dilema. Se llega a la misma conclusión tanto si se parte de una determinada afirmación como de su negación. Si se atribuye al fundador la pretensión de que lo por él fundado forme parte de la jerarquía eclesiástica, mala cosa, pues no cumple con lo que cabe esperar de un fundador. Y si tal pretensión no proviene del fundador, no hay que considerarla exigencia fundacional.

Por supuesto nada impide que un obispo diocesano sea fundador de una asociación o incluso de varias, como de hecho ha sucedido y sucede con cierta frecuencia; pero la tal asociación o asociaciones han de constituir algo separado del aparato burocrático diocesano. No pueden ser su prolongación o formar parte de ella. Una cosa es que un obispo cree en su diócesis un vicariato para emigrantes, pongamos por caso, y cosa distinta es que funde una asociación  para emigrantes o para amas de casa o para lo que sea. No formarían parte de la jerarquía diocesana. Al vicariato para emigrantes habría de asignarle, en cambio, un personal nombrado por el propio obispo entre el clero del que dispone.

Como soy optimista, espero que las gentes del Opus Dei dejen pronto de portarse como mentecatos. No me parece que sea necesario acudir a conceptos tan elevados como el de “comunión eclesial” o a palabras griegas tan sublimes como koininía o a otros conceptos igualmente trascendentales. A mi modo de ver, no se trata tanto de dejar de ser obsecuentes o de dejar de ser clericales, o de dejar de estar en comunión con la Iglesia, como de dejar de ser mentecatos, majaderos, gilipollas. Cuando el Papa, o a quien corresponda, invite a los del Opus Dei a que formen parte de la jerarquía de la Iglesia —si es eso lo que alguien espera y desea—, pues estupendo. Mientras tanto tienen que darse con un canto en los dientes si al Opus le otorgan como estatuto el de una asociación clerical capaz de incardinar clérigos. ¿Qué más quieres, Nicomedes?

No se trata de ponerse en plan Si quis dixerit… anathema sit, y empurar a los que tal digan. Don Salvador Canals (1920-1975) fue un ilustre sacerdote numerario del Opus Dei que hizo un carrerón en la Curia Romana —yo lo recuerdo sobre todo como un importante juez rotal— y publicó varios escritos sobre los institutos seculares. Murió convencido y sosteniendo que la figura instituto secular era lo que mejor le va al Opus Dei. No aceptaba la carta “Non ignoratis”; esa carta en la que el fundador decía que no ignorábamos que de hecho el Opus Dei no es un instituto secular. Hay caras que son de hormigón armado. Cómo íbamos a saberlo —a no ignorarlo— si se nos lo habían hecho creer y se nos había enseñado que éramos eso precisamente: un instituto secular. Don Salvador Canals no en vano se había trasladado a Roma en 1942, junto con Orlandis, para lograr que finalmente el Opus Dei fuese reconocido como instituto secular, el primer instituto secular. Primun institutum. Primum inter instituta. No hay que empurar a nadie por decir o por negar que el Opus Dei es o le conviene ser jurídicamente así o asá. Se trata simplemente de no ser mentecatos. Que cada uno que piense según sus cortas o largas luces —como sucede en los coches— o pase del tema, que es lo más frecuente.

No sé si te habré respondido satisfactoriamente. Supongo que no; pero hice lo que pude.

Abrazos

Gervasio.




Publicado el Monday, 02 October 2023



 
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