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 Correos: Vivir en una residencia con administración.- Greenleaf

077. Numerarias auxiliares
Greenleaf :

Las últimas rondas de testimonios y la conversación dirigida desde Guatemala en la que participó Alicia Barillas, a quien reconocí, me animaron a escribir mi experiencia como numeraria-no-administradora.

Mi primer recuerdo viene de cuando llegué a vivir a la residencia universitaria en 1987 (debido a una beca de una entidad extranjera, si no, nunca habría vivido allí). Nos explicaron que debíamos enviar nuestra ropa a lavar en una bolsa de tela. Yo había dedicado tiempo a bordar en mis prendas el número que me dieron, y que debía estar en lugares específicos de las prendas como lo indicaba un instructivo que nos dieron. La primera vez que envíe ropa a lavar solo la metí revuelta en la bolsa (jajajajaja), conste, sin mala intención, así fue como Dios me dio a entender o tal vez no le entendí a Dios.

Al día siguiente llegó la subdirectora, una chica universitaria que me caía muy bien, a preguntarme cómo había enviado la ropa. "La metí en la bolsa" le dije con sinceridad e ingenuidad. Ella me preguntó "¿doblada?" y le respondí "no, toda revuelta". Allí me explicó cómo había que enviar la ropa. Todas las prendas iguales juntas, doblarlas, debía verse el número para facilitar el trabajo. Ese día también había dejado algún frasco con algo (no recuerdo qué) sobre mi mesa y puse una notita: "no tocar". La misma persona aprovechó a decirme que "no se le dejan notas a la Administración". Ah... bien... (¿y quién era la administración?).

Como yo salía muy temprano de la residencia y regresaba tarde, no me enteraba de mucho. Me dedicaba a estudiar porque sentía la responsabilidad de mantener mi beca, la cual me pagaba una universidad privada y me daba oportunidad a irme al extranjero en el tercer año para terminar la carrera fuera. Recuerdo que las directoras nos apresuraban para que entráramos y saliéramos del comedor a tiempo. Nos decían que no había que hablarle a las doncellas que servían en la barra, más que lo indispensable. Si queríamos algo que no estaba allí, debíamos pedírselo a la que hacía cabeza en el comedor en ese momento. Había una doncella muy seria (después supe que era numeraria auxiliar). Mis amigas y yo hacíamos chistes en frente de ella para hacerla reír. Un día casi lo logramos cuando fuimos las últimas en salir del comedor y algo nos pasó. Ese día la vimos reírse mientras cerraba la puerta.

Era maravilloso saber que una vez a la semana regresabas y encontrabas tu ropa limpia y planchada sobre tu cama. También las sábanas limpias y olorosas cada semana eran algo maravilloso. Nos daban comida para llevar porque siempre almorzábamos fuera, y, lo siento, pero no era muy buena. Creo que se debía las loncheras de termo que llevábamos y a que se empezaba a experimentar con comida para llevar. Mis compañeros que vivían en la residencia de varones llevaban sandwiches todos los días y más de un par de ellos se cambiaron de casa porque no podían más. Alguna vez di a la directora de la residencia alguna sugerencia que fue mal recibida, y no fue una crítica, solamente fue una sugerencia. Con el tiempo me enteré que quienes nos daban los servicios era una escuela-hogar. En esos dos años de insciente que estuve (el primero siendo de San Rafael y a mitad del segundo, supernumeraria), casi nunca vi a la administración, más que en el comedor. La salida en punto de las habitaciones también lo vivía con mucha disciplina (así lo exigían las directoras).

Me doy cuenta de cuanto amor y trabajo había en esas atenciones que recibimos de la administración. Creo que me ayudaron mucho para valorar más el trabajo del hogar y aprendí, solo por observación, algunas cosas, especialmente ideas de decoración de las mesas que llegué a poner en práctica en mi casa. Agradezco a quienes me atendieron en ese tiempo, y especialmente a Alicia Barillas, que en algún momento de mi paso por esa residencia, estuvo en mi administración. Un abrazo fraternal a cada uno y a cada una.

Greenleaf




Publicado el Friday, 13 October 2023



 
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