“Si no pasáis por mi cabeza —decía nuestro Fundador—, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo”. Estas palabras pronunciadas por nuestro Fundador hace muchos años, son y serán válidas siempre: en primer lugar, referidas a su persona; y también aplicadas al Padre, sea quien sea a lo largo de los siglos. (Álvaro del Portillo, Meditaciones, tomo IV, página 354).

La arrogancia de esas palabras sólo se me ha hecho visible muchos lustros después de dejar la institución. Hoy no creo en la Iglesia más allá que como una organización humana con fines más o menos benignos, ni en el supuesto Dios a quién el hoy “santo” decía representar. Me recuerdan esas palabras lo que dicen algunas otras religiones menos benevolentes y más beligerantes sobre su dios único y su elegido profeta.

Está muy claro que tal Dios no existe en la absoluta negación a pagar las deudas de justicia con las ex numerarias auxiliares, además de la indemnización debida por los innumerables perjuicios que les causaron con el grooming y explotación laboral desde su adolescencia, el moverlas ilegalmente de un país a otro, y el seguir hoy, 2023, tratándolas de embusteras y revictimizándolas. El actual Prelado Protonotario Apostólico Supernumerario y demás, Ocáriz, sigue manteniendo esa actitud de modo personal e Institucional.

Ese es el verdadero legado del profeta de la alta pera. Las Universidades, Los Institutos de Alta dirección Empresarial, los colegios, y los seminarios, dicen enseñar valores y virtudes. Dicen que son pero que no son del opus dei, pero es el protonotario quien decide los cargos de gobierno en esas instituciones. ¿Dónde tienen la conciencia? ¿O no tienen?

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