Leyendo el escrito “Nuestros mayores dolores” de "Un Donostiarra"  se me han venido un cúmulo de recuerdos a raíz del testimonio que narra. Mis recuerdos no están relacionados exactamente con lo que él relata, pero en el hilo conductor todos son fruto de esa visión estrecha y de esa cerrazón del corazón para comprender TODAS las realidades, y es que cuando estás formateado al modo opus no puedes razonar ni hablar con sentido común y comprensión. Allí todo es “su sentido sobrenatural”, que de ninguna manera puede serlo.

Mis papás pitaron de supernumerarios en 1978 en el mes de octubre, cuando yo tenía 10 años, y a partir de entonces hubo un cambio radical en la dinámica familiar. En ese año pasé a mitad del ciclo escolar de estar en un colegio mixto, bilingüe y laico a un colegio labor personal que acababan de iniciar ese “grupo de matrimonios interesados en la educación y formación de sus hijos”. De ese grupo de supernumerarios el que menos hijos tenía eran 6 y de allí hasta los 12.  En mi familia “solo” éramos 2 hijos. Entonces no me daba cuenta, pero siempre salían comentarios en ese tono en medio de un ambiente donde era un “orgullo” pertenecer a una familia numerosa.

Luego, con el paso del tiempo y cuando en mis últimos años en el Opus me tocó llevar charlas de supernumerarias, me di cuenta de que muchas de ellas, algunas con casi 40 años en el Opus, estaban arrepentidas de no haber dedicado mayor tiempo a sus hijos, de haber estado demasiado ocupadas en los encargos que les hacían en el Opus: los  famosos “roperos”, como celadoras o encargadas de grupo y a la vuelta de los años, ya con nietos, hijos en situaciones irregulares o sin esposa/o “caían en cuenta” de no haber estado presentes en lo que había sido su misión más importante y su verdadera vocación: estar y educar a sus hijos. Muchas habían delegado la formación a los colegios labor personal u obras corporativas en algo que era responsabilidad solo de ellas y sus maridos.

El testimonio de Donostiarra sobre las reacciones de los del Opus al no haber tenido hijos solo puede describirse como bullying psicológico. Los motivos me parecen son lo de menos, lo que es imperdonable es que esos comentarios vinieran de personas, que se supone, los conocían y querían. Y eso me hacía pensar cómo nos tatuaron esa manera de entender el matrimonio.

Lo que ahora les cuento lo viví cuando me salí del Opus. A los pocos meses conocí a quien ahora es mi marido nos hicimos novios y unos meses después me diagnosticaron miomas en la matriz y fui sometida a una cirugía. Mi noviazgo continuó y unos meses antes de mi boda me diagnosticaron nuevamente miomas. El médico me dijo que tendría que quitarme la matriz. Yo hablé con mi novio haciéndole ver que estaba en tiempo, y que si él quería formar una familia y tener hijos, yo lo entendería. Me dijo que su elección era yo y que los planes seguían. Esa respuesta y la manera como me cuidó esos días de hospitalización me reforzaron que era la persona con la que quería compartir el resto de mi vida. Luego, el día de mi presentación religiosa el sacerdote de la parroquia, al entrevistarme me preguntó sobre la apertura a la vida. Le respondí casi apenada mi situación sabiendo que no tendría hijos, y sin más me detuvo y me dijo: pero es que la apertura a la vida es algo mucho más amplio que tener hijos. Aunque nunca volví a tener una conversación con él siempre le he estado agradecida de esa respuesta que cuando la recuerdo me devuelven nuevamente el sentido de lo que es VIVIR de manera plena.

Ahora, leyendo a Donostiarra, veo cómo unas palabras pueden hacer tanto daño como pasó con su exmujer y con él con la gente del Opus. Y cómo su familia tan sobrenatural le hirió tanto. En cambio, agradezco que a mí las palabras de un sacerdote, que ni me conocía, me hicieron tanto bien.

Es verdad que alguna vez no han faltado comentarios de esas personas de mentalidad Opus, que me llegaron a preguntar si no pensaba tener familia, y que al responderles que mi marido y yo éramos una familia, ponían ojos de plato.

A los supernumerarios sin hijos, a los que tienen y ya no quieren tener mas -por el motivo que sea- y sobre todo porque en pareja así han decidido: “porque les da la gana que es la razón más sobrenatural” en palabras de Escrivá, solo puedo decirles que no dejen que los directores se metan, no tienen nada que opinar, pónganles limites como se los ponen a la suegra, a la cuñada o a la vecina metiche. No tienen por qué dar explicaciones de sus decisiones a nadie, solo nosotros somos responsables de cuidar esa relación de elección mutua. En cambio, los directores se irán del Opus a otra ciudad o al menos a otro centro por lo que son los menos indicados para ir por la vida decidiendo sobre una relación en la que no están incluidos.

 Patricia Martínez