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 Tus escritos: Convencidos por el Opus Dei.- E.B.E.

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Convencidos por el Opus Dei

11 de diciembre de 2023 – E.B.E.

 

«Esa convicción sobrenatural de la divinidad de la empresa acabará por daros un entusiasmo y amor tan intenso por la Obra, que os sentiréis dichosísimos sacrificándoos para que se realice» (Escrivá, Instrucción acerca del espíritu sobrenatural de la Obra de Dios, n. 49)

 

Tal vez un concepto clave para entender la eficacia histórica del Opus Dei (no en la actualidad) sea el convencimiento.

Lo que se ve en la primera parte del video, que comentó Agustina hace unos días, son personas que se mueven por convencimiento. Están convencidas y no importa lo que nadie les diga en contra (por eso los testimonios críticos no les hacen mella)…



El convencimiento a su vez contagia: el mismo hecho de mostrarse convencido convence a otros, que a su vez se convencen por el sólo hecho de ver a otro convencido. No son ideas, no son argumentos, es más bien un estado personal que se transmite de uno a otro.

Es decir, al convencimiento -del tipo que ha existido en el Opus Dei- no se llega por razones ni por procedimientos deductivos de ningún tipo: es más bien una experiencia emocional. Una persona convencida transmite una energía particular.

Hay una relación directa entre la convicción que expresaba Escrivá y la radicalidad del llamado al Opus Dei (hoy inexistente): sólo alguien que pudiera transmitir una convicción radical podía llamar y exigir una entrega radical. En este sentido, Escrivá se propuso emular la figura de Cristo para llamar a sus apóstoles como si de la misma situación se tratara (cfr. Lo teologal y lo institucional, cap. 10 Las llamadas o vocaciones divinas). Por eso mismo la barca del Opus Dei era -según Escrivá- “la misma” que la de Cristo y abandonarla significaba “ir a la muerte”. Dejar de estar con Escrivá era dejar de estar con Cristo ("si te sales de la barca [del Opus Dei], caerás entre las olas del mar, iras a la muerte, perecerás anegado en el océano, y dejarás de estar con Cristo", Meditaciones, IV, pág. 84 y ss. 1987)

El éxito institucional del Opus Dei estuvo directamente ligado al éxito de esa emulación, del mismo modo que la decadencia institucional está ahora ligada a la decadencia del liderazgo de los prelados que sucedieron a Del Portillo.

El culto a la persona de Escrivá tiene que ver con seguir a un hombre convencido (que se presenta como tal) y hacer de esa experiencia personal -de los primeros de la Obra- un convencimiento colectivo en cadena. El culto a su persona es presentado por el mismo fundador como necesario para la salvación personal (“Si no pasáis por mi cabeza —decía nuestro Fundador—, si no pasáis por mi corazón, habéis equivocado el camino, no tenéis a Cristo”, Meditaciones, IV, pág. 354). Si pensamos que la canonización de Escrivá fue principalmente producto de un conjunto de testimonios de personas convencidas, entenderemos que de imparcial no tuvo nada.

Por su parte, el adoctrinamiento va dándole un fundamento racional a lo que en realidad no lo tiene, pero ayuda a convencerse aún más de que sí lo tiene, lo cual hace más difícil desengañarse. La falta de pensamiento crítico es clave para que el convencimiento se transmita con eficacia.

La convicción permite disociar: por ejemplo, permite que uno viva como un religioso y al mismo tiempo esté convencido de lo contrario y lo defienda a muerte (como sucede en el Opus Dei). Eso sí, con el tiempo, este tipo de disociaciones puede terminar generando problemas mentales. Es lógico que uno se deprima si vive de una forma y está convencido de lo contrario y encima hace esfuerzos para contradecir a la realidad. No fue el caso de Escrivá, porque él no se dañó a sí mismo, pero con su capacidad de convencer daño a otros al convencerlos de que abrazaran un fraude vocacional.

En este sentido, el carisma del Opus Dei es irrelevante, podría haber sido cualquier otro. Más aún, fuimos convencidos de que el Opus Dei tenía un carisma laical, pero en realidad vivíamos como religiosos sin que ello significara un conflicto.

Lo fundamental del Opus Dei fue la determinación de su fundador para convencer a otros a trabajar para él gratuitamente (basta ver el caso de las numerarias auxiliares), entregarle todos los bienes propios y la vida misma. Como decía repetidamente un importante consiliario en Argentina: el Opus Dei necesitará siempre dos cosas, dólares y vocaciones, es decir, gente convencida de entregar todo al Opus Dei. Por eso mismo el apostolado del Opus Dei difícilmente puede dejar de ser proselitista, es decir, dejar de estar orientado a la búsqueda del beneficio institucional por encima de todo.

El convencimiento -de este tipo- es un estado mental semejante al de un cierto éxtasis. De ahí que se pueda hablar de fanatismo. El problema de este término -fanatismo- es que resulta de por sí descalificante y por lo tanto caricaturesco. El fanático es una especie de apestado, digamos, se lo detecta a la distancia.

En cambio, quien está poseído por un cierto estado de intenso convencimiento -alguien que se afirma a sí mismo sin dudar- puede muy bien convencer a otros (contagiarlos) y además camuflar durante bastante tiempo la falta de sustentabilidad de su posición.

En el caso del Opus Dei, si no hubiera sido por la obediencia ciega, la duración de muchos dentro de esta institución se habría abreviado más de lo imaginable. ¿Por qué duramos tanto adentro? Porque el convencimiento de otros -los directores- impedía a la propia opinión disidente afirmarse (de la cual, además, había que desconfiar, o sea… uno estaba atrapado sin salida).

No es casual que, en cuanto empiezan los “juicios críticos”, se debilita el convencimiento y con ello toda la estructura psíquica que hace posible permanecer dentro del Opus Dei.

Recobrar el sentido de realidad tira abajo la magia de Escrivá y es por eso que, para la institución, se hace necesario deshacerse del cuerpo extraño («el clima peculiar de la Obra —de entrega total [de convencimiento total, habría que decir]— acabaría por rechazarlo, como cuerpo extraño», cfr. Carta, 14-II-1974, n.7) o recurrir a psicofármacos para convencer a esa persona de que está enferma y de que debe someterse a un proceso de recuperación del convencimiento.

Conclusión

Escrivá fue, por sobre todo, una persona que supo transmitir (su propio) convencimiento (lo cual no implica que él se lo creyera) y que a su vez puso en marcha una cadena de personas que se iban convenciendo unas a otras de algo que jamás podía ni debía ser demostrado (la divinidad del Opus Dei y la autoridad incuestionable de su fundador).

La fuerza del Opus Dei no estaba en demostrar nada sino justamente en que el propio convencimiento (de Escrivá, para abajo) era en sí mismo la prueba de la divinidad del Opus Dei y de la obediencia ciega que se debía a su fundador.

La vocación, por eso, no debía ser producto ni pasar jamás por un proceso de discernimiento personal sino de convencimiento personal. Más bien había que escuchar a los directores que nos decían convencidos que teníamos vocación y que rechazarla significaba rechazar a Dios.

Debilitado dicho convencimiento -tanto por falta de liderazgo, después de la muerte de A. del Portillo en 1994, como por la pérdida de miles de vocaciones defraudadas a lo largo de los años-, la crisis de credibilidad del Opus Dei vendría a ser una consecuencia previsible. En ese punto se encuentra hoy la institución y no parece que vaya a encontrar una salida fácilmente.

E.B.E.

 




Publicado el Monday, 11 December 2023



 
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