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 Correos: Mitad monjes, mitad soldados.- Gómez

125. Iglesia y Opus Dei
Gómez :

El libro «Mitad monjes, mitad soldados», de Pedro Salinas, editorial Planeta, Lima, 2023, denuncia maltratos y violaciones a los primeros miembros de parte de los fundadores y directivos del Sodalitium Christianae Vitae, SCV, nombre latino que creó Luis Fernando Figari en 1971 a imitación del nombre latino Opus Dei. Los sodálites son como los numerarios, viven en centros de la institución, hacen corrección fraterna, se deben confesar únicamente con sacerdotes sodálites y reciben formación católica en filosofía y teología...



Después de sus años de formación van a nuevos centros a trabajar con la juventud. No pueden viajar en carro en compañía de una mujer, salvo que sea la mamá; consultan todo libro que leen y deben leer todo aquello que los forme en el espíritu del Sodalicio; su correspondencia de entrada y de salida debe pasar por manos de los superiores antes de llegar al destinatario, y es muy importante que obedezcan en todo lo que sus superiores les manden, aunque sea una orden absurda. El lema que repiten una y otra vez es «el que obedece no se equivoca». Entienden que si están en el Sodalicio es porque Dios los escogió con una vocación a la que ellos deben responder con total entrega para ser santos. Deben hacer proselitismo como lo han hecho con ellos, con preferencia por los jóvenes de buena familia, solvencia económica, con capacidad de liderazgo, buena salud y muy buena pinta.

Los primeros miembros del Sodalicio eran estudiantes del colegio de los hermanos maristas en Lima, como Isidoro Zorzano, primer numerario del Opus Dei. Ahora pueden hacer apostolado y proselitismo en sus propios planteles educativos, como el colegio San José, de Cajicá, y el Sagrado Corazón, en Medellín, además de otros en Perú, Chile y demás países latinoamericanos.

En el Colegio San José hay cuatro sodálites que se encargan de las clases de religión y del apostolado con los alumnos. Uno de ellos es sacerdote. También hay dos universidades sodálites, la Universidad Católica San Pablo, en Arequipa, y la Universidad Juan Pablo II, en San José de Costa Rica. Las dos tienen especial énfasis en la formación de profesores.

Figari fundó también el Movimiento de Vida Cristiana, MVC, al que podían inscribirse papás de los sodálites, es decir, una suerte de supernumerarios, y, a pesar de que Figari no quería que hubiera mujeres, y les puso mucho pereque para fundarlas, finalmente también empezó a funcionar la Fraternidad Mariana de la Reconciliación, que viene a ser como la sección femenina, con mujeres célibes, decididas a ser santas. Los primeros sodálites tenían que hacer los oficios domésticos como parte de su formación, pero, así como en el Opus Dei hay numerarias auxiliares que se encargan de esos oficios, Figari fundó a las Siervas del Plan de Dios para que se encargaran de la administración de las casas sodálites. Como en el Opus Dei se inició el proceso de canonización de Isidoro Zorzano, el Ingeniero de Dios, el Sodalicio comenzó el proceso de canonización de uno de los fundadores que murió a los 43 años, Germán Doig, el Apóstol de la Nueva Evangelización, solo que cuando ya iba para beato fue cancelado.

Esas son algunas de las características copiadas del Opus Dei. Sin embargo, Luis Fernando Figari, el fundador, decidió que, si el Opus Dei era una institución exigente con sus miembros, el Sodalicio lo sería más. Así que su Colegio Romano fue San Bartolo, un centro en las playas de Lima, donde vivían unos treinta jóvenes que aparte de adelantar sus estudios del espíritu sodálite y filosofía y teología tomista, debían leer las obras de José Antonio Primo de Rivera, líder de la Falange Española, cantar «Cara al sol» e ir adquiriendo el estilo del nacionalcatolicismo, como lo hacía la Falange Española y como lo hacía años después la TFP, Tradición Familia y Propiedad, fundada por el pensador católico Plinio Correa de Oliveira, en Brasil. Todo ello para que fueran verdaderos católicos comprometidos y dispuestos a luchar por el Evangelio. Pero, además, la formación se dirigía a hacer de ellos una especie de marines gringos, con un entrenamiento físico muy duro, con ayunos, pocas horas de sueño, interrupción del sueño a cualquier hora para ir a nadar al mar, aparte de que todos los días debían ir desde la playa hasta un risco, al cual subían y se tiraban desde ocho metros de altura de nuevo al mar para regresar nadando a la playa. El que no superaba su propio récord de velocidad debía volver a hacer el recorrido. Si alguien estaba enfermo, no se eximía del ejercicio. Los golpes en el estómago y los bofetones eran parte de la rutina.

Esta especie de templarios modernos fueron víctimas de abuso, más allá de lo dicho. Figari, Doig y alguno más de los primeros los introducían al yoga con ejercicios de transferencia de energía, que terminaban a veces en violación sexual. Doig fue el encargado de guiar a la primera sodálite mujer, Rocío Figueroa, una joven de armas tomar, que primero conoció el Opus Dei, pero le pareció que sus miembros eran rígidos y fríos, y luego se empeñó en ser sodálite y sacar adelante la sección femenina, a pesar de las reiteradas negativas de Figari. Doig quiso abusar también de la chica, aunque el asunto no pasó a mayores.

El Sodalicio fue aprobado en 1997 por el papa Juan Pablo II como Sociedad de Vida Apostólica, a la que pertenecen laicos consagrados y sacerdotes. La posición del Sodalicio como enemigo número uno de la Teología de la Liberación que inició el sacerdote peruano Gustavo Gutiérrez fue muy bien vista por algunos obispos dispuestos a que esa línea católica medio marxista no cogiera más fuerza de la que ya tenía. Téngase en cuenta que en Colombia los seguidores de la teología de la liberación fueron muchos. El padre Camilo Torres, capellán de la Universidad Nacional, fundó un partido político de izquierda, y tras comprobar que no se lograba mucho con él, optó por ingresar a la guerrilla llamada Ejército de Liberación Nacional, ELN, el que todavía le pone pereque al Estado colombiano. Cuando el padre Camilo Torres fue dado de baja por el Ejército Nacional, muchos seminaristas, religiosos, religiosas, sacerdotes y hasta algún obispo llegaron a Colombia a unirse a la guerrilla. Uno de ellos fue el sacerdote español Manuel Pérez, más conocido como el cura Pérez, que llegó a ser comandante del ELN.

El Opus Dei tenía una posición clara contra esa línea ideológica, que fue muy criticada por el fundador, sobre todo cuando los obispos latinoamericanos se reunieron en Medellín y publicaron ciertos principios de corte socialista, en 1968. El padre no quería ni oír hablar de Medellín, la Ciudad de la Eterna Primavera, porque la palabra «Medellín» se identificaba con ese rumbo que parecía estar tomando el clero católico hacia el socialismo marxista. Don Lucas Mateo Seco, sacerdote numerario y profesor de la Universidad de Navarra, dictaba en los años 70 y 80 conferencias contra la Teología de la Liberación, a las que asistían refunfuñando los estudiantes latinoamericanos que cursaban estudios de posgrado en Pamplona.

La posición de los sodálites era aún más radical, por lo que el obispo de Medellín, Alfonso López Trujillo, que en los 90 dirigió el Pontificio Consejo para la Familia, en el Vaticano, los invitó que a que comenzaran su apostolado en Colombia, años 80. Les dio una parroquia. De ahí pasaron a Cali y luego a Bogotá. El obispo de Buenos Aires hizo lo mismo por la misma razón. Jorge Mario Bergoglio, que por entonces era devoto de la reina Isabel de Castilla, que permitió la evangelización de América, y enemigo de la Teología de la Liberación, facilitó el comienzo del apostolado sodálite en la Argentina, en el 2005. Hoy realizan su trabajo apostólico y docente en colegios y en la Universidad del Salvador.

Hace unos años, cuando se adelantaba el proceso de canonización de Germán Doig, comenzaron a salir en la prensa peruana denuncias contra el potencial nuevo santo de la Iglesia católica. Alguien dijo que Doig había abusado de él, lo que animó a otros exsodálites a hacer lo propio. También Rocío Figueroa, que se había retirado de la Fraternidad, dio su testimonio contra Doig. «Untado un dedo, untada toda la mano». Vinieron enseguida denuncias contra otros superiores del Sodalicio y no tardó en aparecer como abusador número uno el fundador, Luis Fernando Figari. Las acusaciones hicieron que se desmontara el proceso de canonización de Doig y que Figari renunciara a su cargo de superior general y huyera a Roma, donde vive retirado en una lujosa casa de los sodálites, supuestamente dedicado a oración y penitencia, y, según dicen los denunciantes, protegido por el papa Francisco, que fue quien llevó a los sodálites a Buenos Aires.

Hoy Bergoglio, casi 20 años después, pide perdón por la Conquista española, ¡cómo ha cambiado!, pero sigue protegiendo a los sodálites, a los que envió dos interventores para reencauzarlos. Los sodálites también han cambiado, pues su centro de formación San Bartolo, en la playa limeña, se cerró, el régimen de formación se ha suavizado y los directivos han sido relevados (su actual superior es el colombiano José David Correa). Por ningún lado veo información sobre cuántos son, pero dicen que están «en los cinco continentes», y en las fotos del encuentro de sacerdotes sodálites realizado en Copacabana, Antioquia, Colombia, en el 2023, aparecen unos treinta y cinco presbíteros y dos diáconos.

Gómez




Publicado el Monday, 12 February 2024



 
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