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 Correos: Ni izquierdas ni derechas.- M. de A.

900. Sin clasificar
MdeA :

¡Hola Orejas! Después de largo tiempo sin escribir; dado que se suscitaron diversidad de opiniones respecto de la consideración de EPI en lo inherente al ser católicos y votar por determinados partidos; me permito enviarles lo que es opinión oficial de la Iglesia Católica al respecto. Está muy bien explicado en el mensaje del Santo Padre al Episcopado latinoamericano en Puebla (1979), por lo que a continuación les transcribo el capítulo donde se sientan las bases de la relación Iglesia-política.

Es un poco extenso pero vale la pena para que no se hagan suposiciones erróneas o se intente incluir a la Iglesia dentro del marco de un extremo u otro del arco político.

Un cordial saludo

María (M. de A.)


5. Evangelización, ideologías y políticas

[...]



5.1. Introducción

En los últimos años se advierte un deterioro creciente del cuadro político -social en nuestros países.

(Puebla, Conclusiones 507)

En ellos se experimenta el peso de crisis institucionales y económicas y claros síntomas de corrupción y violencia.

(Puebla, Conclusiones 508)

Dicha violencia es generada y fomentada, tanto por la injusticia, que se puede llamar institucionalizada en diversos sistemas sociales, políticos y económicos, como por las ideologías que la convierten en medio para la conquista del poder.

(Puebla, Conclusiones 509)

Esto último provoca, a su vez, la proliferación de regímenes de fuerza, muchas veces inspirados en la ideología de la Seguridad Nacional.

(Puebla, Conclusiones 510)

La Iglesia como Madre y Maestra, experta en humanidad, debe discernir e iluminar, desde el Evangelio y su enseñanza social, las situaciones, los sistemas, las ideologías y la vida política del continente. Debe hacerlo, aun sabiendo que se intenta instrumentalizar su mensaje.

(Puebla, Conclusiones 511)

Por eso, proyecta la luz de su palabra sobre la política y las ideologías, como un servicio más a sus pueblos y como guía orientadora y segura para cuantos, de un modo u otro, deben asumir responsabilidades sociales.

(Puebla, Conclusiones 512)

5.2. Evangelización y política

La dimensión política, constitutiva del hombre, representa un aspecto relevante de la convivencia humana. Posee un aspecto englobante, porque tiene como fin el bien común de la sociedad. Pero no por ello agota la gama de las relaciones sociales.

(Puebla, Conclusiones 513)

La fe cristiana no desprecia la actividad política; por el contrario, la valoriza y la tiene en alta estima.

(Puebla, Conclusiones 514)

La Iglesia- hablando todavía en general, sin distinguir el papel que compete a sus diversos miembros- siente como su deber y derecho estar presente en este campo de la realidad: porque el cristianismo debe evangelizar la totalidad de la existencia humana, incluida la dimensión política. Critica por esto a quienes tienden a reducir el espacio de la fe a la vida personal o familiar, excluyendo el orden profesional, económico, social y político, como si el pecado, el amor, la oración y el perdón no tuviesen allí relevancia.

(Puebla, Conclusiones 515)

En efecto, la necesidad de la presencia de la Iglesia en lo político, proviene de lo más íntimo de la fe cristiana: del señorío de Cristo que se extiende a toda la vida. Cristo sella la definitiva hermandad de la humanidad; cada hombre vale tanto como otro: «Todos sois uno en Cristo Jesús» (Gál 3, 28).

(Puebla, Conclusiones 516)

Del mensaje integral de Cristo se deriva una antropología y teología originales que abarcan «la vida concreta, personal y social del hombre» (EN 29). Es un mensaje que libera porque salva de la esclavitud del pecado, raíz y fuente de toda opresión, injusticia y discriminación.

(Puebla, Conclusiones 517)

éstas son algunas de las razones de la presencia de la Iglesia en el campo de lo político, para iluminar las conciencias y anunciar una palabra transformadora de la sociedad.

(Puebla, Conclusiones 518)

La Iglesia reconoce la debida autonomía de lo temporal (GS 36), lo que vale para los gobiernos, partidos, sindicatos y demás grupos en el campo social y político. El fin que el Señor asignó a su Iglesia es de orden religioso y, por lo tanto, al intervenir en este campo no la anima ninguna intención de orden político, económico o social. «Precisamente de esta misma misión religiosa derivan funciones, luces y energías que pueden servir para establecer y consolidar la comunidad humana según la ley divina» (GS 42).

(Puebla, Conclusiones 519)

Interesa especialmente distinguir en este campo de la política aquello que corresponde a los laicos, lo que compete a los religiosos y lo que compete a los ministros de la unidad de la Iglesia, el Obispo con su presbiterio.

(Puebla, Conclusiones 520)

5.3. Conceptos de política y de compromiso político

Deben distinguirse dos conceptos de política y de compromiso político: Primero, la política en su sentido más amplio que mira al bien común, tanto en lo nacional como en lo internacional. Le corresponde precisar los valores fundamentales de toda comunidad- la concordia interior y la seguridad exterior- conciliando la igualdad con la libertad, la autoridad pública con la legítima autonomía y participación de las personas y grupos, la soberanía nacional con la convivencia y solidaridad internacional. Define también los medios y la ética de las relaciones sociales. En este sentido amplio, la política interesa a la Iglesia y, por tanto, a sus Pastores, ministros de la unidad. Es una forma de dar culto al único Dios, desacralizando y a la vez consagrando el mundo a él (LG 34).

(Puebla, Conclusiones 521)

La Iglesia contribuye así a promover los valores que deben inspirar la política, interpretando en cada nación las aspiraciones de sus pueblos, especialmente los anhelos de aquellos que una sociedad tiende a marginar. Lo hace mediante su testimonio, su enseñanza y su multiforme acción pastoral.

(Puebla, Conclusiones 522)

Segundo: La realización concreta de esta tarea política fundamental se hace normalmente a través de grupos de ciudadanos que se proponen conseguir y ejercer el poder político para resolver las cuestiones económicas, políticas y sociales según sus propios criterios o ideologías. En este sentido se puede hablar de «política de partido». Las ideologías elaboradas por esos grupos, aunque se inspiren en la doctrina cristiana, pueden llegar a diferentes conclusiones. Por eso, ningún partido político por más inspirado que esté en la doctrina de la Iglesia, puede arrogarse la representación de todos los fieles, ya que su programa concreto no podrá tener nunca valor absoluto para todos.

(Puebla, Conclusiones 523)

La política partidista es al campo propio de los laicos (GS 43). Corresponde a su condición laical el constituir y organizar partidos políticos, con ideología y estrategia adecuada para alcanzar sus legítimos fines.

(Puebla, Conclusiones 524)

El laico encuentra en la enseñanza social de la Iglesia los criterios adecuados, a la luz de la visión cristiana del hombre. Por su parte, la jerarquía le otorgará su solidaridad, favoreciendo su formación y su vida espiritual y estimulándolo en su creatividad para que busque opciones cada ves más conformes con el bien común y las necesidades de los más débiles.

(Puebla, Conclusiones 525)

Los Pastores, por el contrario, puesto que deben preocuparse de la unidad, se despojarán de toda ideología político -partidista que pueda condicionar sus criterios y actitudes. Tendrán, así, libertad para evangelizar lo político con Cristo, desde un Evangelio sin partidismos ni ideologizaciones. El Evangelio de Cristo no habría tenido tanto impacto en la historia, si él no lo hubiese proclamado como un mensaje religioso. «Los Evangelios muestran claramente cómo para Jesús era una tentación lo que alterara su misión de Servidor de Yahvé. No acepta la posición de quienes mezclaban las cosas de Dios con actitudes meramente políticas» (Juan Pablo II, Discurso inaugural I 4: AAS 71 p. 190).

(Puebla, Conclusiones 526)

Los sacerdotes, también ministros de la unidad y los diáconos deberán someterse a idéntica renuncia personal. Si militaran en política partidista, correrían el riesgo de absolutizarla y radicalizarla, dada su vocación a ser «los hombres de lo absoluto». «Pero en el orden económico y social y principalmente en el orden político, en donde se presentan diversas opciones concretas, al Sacerdote como tal no le incumbe directamente la decisión, ni el liderazgo, ni tampoco la estructuración de soluciones» (Med. Sacerdotes 19). «El asumir una función directiva (leadership)," militar" activamente en un partido político, es algo que debe excluir cualquier Presbítero a no ser que, en circunstancias concretas y excepcionales, lo exija realmente el bien de la comunidad, obteniendo el consentimiento del Obispo, consultado el Consejo Presbiteral y- si el caso lo requiere- también la Conferencia Episcopal» (Sínodo 1971, II parte, 2b). Ciertamente, la tendencia actual de la Iglesia no va en este sentido.

(Puebla, Conclusiones 527)

Los religiosos, por su forma de seguir a Cristo, según la función peculiar que les cabe dentro de la misión de la Iglesia, de acuerdo con su carisma específico, también cooperan en la evangelización de lo político. En una sociedad poco fraternal, dada al consumismo y que se propone como fin último el desarrollo de sus fuerzas productivas materiales, los religiosos tienen que ser testigos de una real austeridad de vida, de comunión con los hombres y de intensa relación con Dios. Deberán, pues, resistir, igualmente, a la tentación de comprometerse en política partidista, para no provocar la confusión de los valores evangélicos con una ideología determinada.

(Puebla, Conclusiones 528)

Una atenta reflexión de obispos, sacerdotes y religiosos sobre las palabras del Santo Padre, será preciosa orientación para su servicio en este campo: «El alma que vive en contacto habitual con Dios y se mueve dentro del ardiente rayo de su amor, sabe defenderse con facilidad de la tentación de particularismos y antítesis, que crean el riesgo de dolorosas divisiones; sabe interpretar, a la justa luz del Evangelio, las opciones por los más pobres y por cada una de las víctimas del egoísmo humano, sin ceder a radicalismos socio -políticos, que a la larga se manifiestan inoportunos, contraproducentes y generadores ellos mismos de nuevos atropellos. Sabe acercarse a la gente e insertarse en medio del pueblo, sin poner en cuestión la propia identidad religiosa, ni oscurecer la" originalidad específica" de la propia vocación que deriva del peculiar" seguimiento de Cristo", pobre, casto y obediente. Un rato de verdadera adoración tiene más valor y fruto espiritual que la más intensa actividad, aunque se tratase de la misma actividad apostólica. ésta es la" contestación" más urgente que los religiosos deben oponer a una sociedad donde la eficacia ha venido a ser un ídolo, sobre cuyo altar no pocas veces se sacrifica hasta la misma dignidad humana» (Juan Pablo II, Discurso a los Superiores Mayores Religiosos, 24. 11. 78).

(Puebla, Conclusiones 529)

Los laicos dirigentes de la acción pastoral no deben usar su autoridad en función de partidos o ideologías.

(Puebla, Conclusiones 530)

5.4. Reflexión sobre la violencia política

Ante la deplorable realidad de violencia en América Latina, queremos pronunciarnos con claridad. La tortura física y sicológica, los secuestros, la persecución de disidentes políticos o de sospechosos y la exclusión de la vida pública por causas de las ideas, son siempre condenables. Si dichos crímenes son realizados por la autoridad encargada de tutelar el bien común, envilecen a quienes los practican, independientemente de las razones aducidas.

(Puebla, Conclusiones 531)

Con igual decisión la Iglesia rechaza la violencia terrorista y guerrillera, cruel e incontrolable cuando se desata. De ningún modo se justifica el crimen como camino de liberación. La violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y esclavitud, de ordinario más graves que aquéllas de las que se pretende liberar. Pero, sobre todo, es un atentado contra la vida que sólo depende del Creador. Debemos recalcar también que cuando una ideología apela a la violencia, reconoce con ello su propia insuficiencia y debilidad.

(Puebla, Conclusiones 532)

Nuestra responsabilidad de cristianos es promover de todas maneras los medios no violentos para restablecer la justicia en las relaciones socio -políticas y económicas, según la enseñanza del Concilio, que vale tanto para la vida nacional como para la vida internacional: «No podemos dejar de alabar a aquellos que, renunciando a la violencia en la exigencia de sus derechos, recurren a los medios de defensa que, por otra parte, están al alcance incluso de los más débiles, con tal de que esto sea posible sin lesión de los derechos y obligaciones de otros y de la sociedad» (GS 78). (Puebla, Conclusiones 533)

«Debemos decir y reafirmar que la violencia no es ni cristiana ni evangélica y que los cambios bruscos y violentos de las estructuras serán engañosos, ineficaces en sí mismos y ciertamente no conformes con la dignidad del pueblo» (Pablo VI, Discurso en Bogotá, 23. 8. 68). En efecto, «la Iglesia es consciente de que las mejores estructuras y los sistemas más idealizados se convierten pronto en inhumanos si las inclinaciones del hombre no son saneadas, si no hay conversión de corazón y de mente por parte de quienes viven en esas estructuras o las rigen» (EN 36).

(Puebla, Conclusiones 534)

5.5. Evangelización e ideologías

Discernimiento sobre las ideologías en América Latina y los sistemas que en ellas se inspiran.

(Puebla, Conclusiones 535)

Entre las múltiples definiciones que pueden proponerse, llamamos aquí ideología a toda concepción que ofrezca una visión de los distintos aspectos de la vida, desde el ángulo de un grupo determinado de la sociedad. La ideología manifiesta las aspiraciones de ese grupo, llama a cierta solidaridad y combatividad y funda su legitimación en valores específicos. Toda ideología es parcial, ya que ningún grupo particular puede pretender identificar sus aspiraciones con las de la sociedad global. Una ideología será, pues, legítima si los intereses que defiende lo son y si respeta los derechos fundamentales de los demás grupos de la nación. En este sentido positivo, las ideologías aparecen como necesarias para el quehacer social, en cuanto son mediaciones para la acción.

(Puebla, Conclusiones 535)

Las ideologías llevan en sí mismas la tendencia a absolutizar los intereses que defienden, la visión que proponen y la estrategia que promueven. En tal caso, se transforman en verdaderas «religiones laicas». Se presentan como «una explicación última y suficiente de todo y se construye así un nuevo ídolo, del cual se acepta a veces, sin darse cuenta, el carácter totalitario y obligatorio» (OA 28). En esta perspectiva no debe extrañar que las ideologías intenten instrumentar personas e instituciones al servicio de la eficaz consecución de sus fines. Ahí está el lado ambiguo y negativo de las ideologías.

(Puebla, Conclusiones 536)

Las ideologías no deben analizarse solamente desde el punto de vista de sus contenidos conceptuales. Más allá de ellos, constituyen fenómenos vitales de dinamismo arrollador, contagioso. Son corrientes de aspiraciones con tendencia hacia la absolutización, dotadas también de poderosa fuerza de conquista y fervor redentor. Esto les confiere una «mística» especial y la capacidad de penetrar los diversos ambientes de modo muchas veces irresistible. Sus «slogans», sus expresiones típicas, sus criterios, llegan a impregnar con facilidad aun a quienes distan de adherir voluntariamente a sus principios doctrinales. De este modo, muchos viven y militan prácticamente dentro del marco de determinadas ideologías sin haber tomado conciencia de ello. Es éste otro aspecto que exige constante revisión y vigilancia. Todo esto se aplica a las ideologías que legitiman la situación actual, como a aquellas que pretenden cambiarla.

(Puebla, Conclusiones 537)

Para el necesario discernimiento y juicio crítico sobre las ideologías, los cristianos deben apoyarse en el «rico y complejo patrimonio que la Evangelii Nuntiandi denomina Doctrina Social o Enseñanza Social de la Iglesia» (Juan Pablo II, Discurso inaugural III 7: AAS 71 p. 203).

(Puebla, Conclusiones 538)

Esta Doctrina o Enseñanza Social de la Iglesia expresa «lo que ella posee como propio: una visión global del hombre y de la humanidad» (PP 13). Se deja interpelar y enriquecer por las ideologías en lo que tienen de positivo y, a su vez, las interpela, relativiza y critica.

(Puebla, Conclusiones 539)

Ni el Evangelio ni la Doctrina o Enseñanza Social que de él provienen son ideologías. Por el contrario, representan para éstas una poderosa fuente de cuestionamientos de sus límites y ambigüedades. La originalidad siempre nueva del mensaje evangélico debe ser permanentemente clarificada y defendida ante los intentos de ideologización.

(Puebla, Conclusiones 540)

La exaltación desmedida y los abusos del Estado no pueden, sin embargo, hacer olvidar la necesidad de las funciones del Estado moderno, respetuoso de los derechos humanos y de las libertades fundamentales. Estado que se apoye sobre una amplia base de participación popular, ejercida a través de diversos grupos intermedios. Propulsor de un desarrollo autónomo, acelerado y equitativo, capaz de afirmar el ser nacional ante indebidas presiones o interferencias, tanto a nivel interno como internacional. Capaz de adoptar una posición de activa cooperación con los esfuerzos de integración continental y en el ámbito de la comunidad internacional. Estado, finalmente, que evite el abuso de un poder monolítico, concentrado en manos de pocos.

En América Latina es necesario analizar diversas ideologías.

(Puebla, Conclusiones 541)

a) El liberalismo capitalista, idolatría de la riqueza en su forma individual. Reconocemos el aliento que infunde a la capacidad creadora de la libertad humana y que ha sido impulsor del progreso. Sin embargo, «considera el lucro como motor esencial del progreso económico; la concurrencia como ley suprema de la economía, la propiedad privada de los medios de producción, como un derecho absoluto, sin límites ni obligaciones sociales correspondientes» (PP 26). Los privilegios ilegítimos derivados del derecho absoluto de propiedad, causan contrastes escandalosos y una situación de dependencia y opresión, tanto en lo nacional como en lo internacional. Aunque es evidente que en algunos países se ha atenuado su expresión histórica original, debido al influjo de una necesaria legislación social y de precisas intervenciones del Estado, en otros lugares manifiesta aún persistencia o, incluso, retroceso hacia sus formas primitivas y de menor sensibilidad social.

(Puebla, Conclusiones 542)

b) El colectivismo marxista conduce igualmente- por sus presupuestos materialistas- a una idolatría de la riqueza, pero en su forma colectiva. Aunque nacido de una positiva crítica al fetichismo de la mercancía y al desconocimiento del valor humano del trabajo, no logró ir a la raíz de esta idolatría que consiste en el rechazo del Dios de amor y justicia, único Dios adorable.

(Puebla, Conclusiones 543)

El motor de su dialéctica es la lucha de clases. Su objetivo, la sociedad sin clases, lograda a través de una dictadura proletaria que, en fin de cuentas, establece la dictadura del partido. Todas sus experiencias históricas concretas como sistema de gobierno, se han realizado dentro del marco de regímenes totalitarios cerrados a toda posibilidad de crítica y rectificación. Algunos creen posible separar diversos aspectos del marxismo, en particular su doctrina y su análisis. Recordamos con el Magisterio Pontificio que «sería ilusorio y peligroso llegar a olvidar el lazo íntimo que los une radicalmente; el aceptar elementos del análisis marxista sin reconocer sus relaciones con la ideología, el entrar en la práctica de la lucha de clases y de su interpretación marxista, dejando de percibir el tipo de sociedad totalitaria y violenta a que conduce este proceso» (OA 34).

(Puebla, Conclusiones 544)

Se debe hacer notar aquí el riesgo de ideologización a que se expone la reflexión teológica, cuando de realiza partiendo de una praxis que recurre al análisis marxista. Sus consecuencias son la total politización de la existencia cristiana, la disolución del lenguaje de la fe en el de las ciencias sociales y el vaciamiento de la dimensión trascendental de la salvación cristiana.

(Puebla, Conclusiones 545)

Ambas ideologías señaladas- liberalismo capitalista y marxismo- se inspiran en humanismos cerrados a toda perspectiva trascendente. Una, debido a su ateísmo práctico; la otra, por la profesión de un ateísmo militante.

(Puebla, Conclusiones 546)

c) En los últimos años se afianza en nuestro continente la llamada «Doctrina de la Seguridad Nacional», que es, de hecho, más una ideología que una doctrina. Está vinculada a un determinado modelo económico -político, de características elitistas y verticalistas que suprime la participación amplia del pueblo en las decisiones políticas. Pretende incluso justificarse en ciertos países de América Latina como doctrina defensora de la civilización occidental cristiana. Desarrolla un sistema represivo, en concordancia con su concepto de «guerra permanente». En algunos casos expresa una clara intencionalidad de protagonismo geopolítico.

(Puebla, Conclusiones 547)

Una convivencia fraterna, lo entendemos bien, necesita de un sistema de seguridad para imponer el respeto de un orden social justo que permita a todos cumplir su misión en relación al bien común. éste, por tanto, exige que las medidas de seguridad estén bajo control de un poder independiente, capaz de juzgar sobre las violaciones de la ley y de garantizar medidas que las corrijan.

(Puebla, Conclusiones 548)

La Doctrina de la Seguridad Nacional entendida como ideología absoluta, no se armonizaría con una visión cristiana del hombre en cuanto responsable de la realización de un proyecto temporal ni del Estado, en cuanto administrador del bien común. Impone, en efecto, la tutela del pueblo por élites de poder, militares y políticas, y conduce a una acentuada desigualdad de participación en los resultados del desarrollo.

(Puebla, Conclusiones 549)

En pleno acuerdo con Medellín insistimos en que «el sistema liberal capitalista y la tentación del sistema marxista parecieran agotar en nuestro continente las posibilidades de transformar las estructuras económicas. Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la persona humana; pues uno tiene como presupuesto la primacía del capital, su poder y su discriminatoria utilización en función del lucro; el otro, aunque ideológicamente sustenta un humanismo, mira más bien al hombre colectivo y, en la práctica, se traduce en una concentración totalitaria del poder del Estado. Debemos denunciar que Latinoamérica se ve encerrada entre estas dos opciones y permanece dependiente de uno u otro de los centros de poder que canalizan su economía» (Med. Justicia 10).

(Puebla, Conclusiones 550)

Ante esta realidad, «la Iglesia quiere mantenerse libre frente a los opuestos sistemas, para optar sólo por el hombre. Cualesquiera sean las miserias o sufrimientos que aflijan al hombre, no será a través de la violencia, de los juegos de poder, de los sistemas políticos, sino mediante la verdad sobre el hombre, como la humanidad encontrará su camino hacia un futuro mejor» (Juan Pablo II, Discurso inaugural III 3: AAS 71 p. 199). Sobre la base de este humanismo, los cristianos obtendrán aliento para superar la porfiada alternativa y contribuir a la construcción de una nueva civilización, justa, fraterna y abierta a lo trascendente. Será, además, testimonio de que las esperanzas escatológicas animan y dan sentido a las esperanzas humanas.

(Puebla, Conclusiones 551)

Para esta acción audaz y creativa, el cristiano fortalecerá su identidad en los valores originales de la antropología cristiana. La Iglesia, «no necesita, pues, recurrir a sistemas e ideologías para amar, defender y colaborar en la liberación del hombre: en el centro del mensaje del cual es depositaria y pregonera, ella encuentra inspiración para actuar en favor de la fraternidad, de la justicia, de la paz, contra todas las dominaciones, esclavitudes, discriminaciones, atentados a la libertad religiosa, opresiones contra el hombre y cuanto atenta contra la vida» (Juan Pablo II, Discurso inaugural III 2: AAS 71 p. 199).

(Puebla, Conclusiones 552)

Inspirándose en estos contenidos de la antropología cristiana, es indispensable el compromiso de los cristianos en la elaboración de proyectos históricos conformes a las necesidades de cada momento y de cada cultura.

(Puebla, Conclusiones 553)

Atención y discernimiento especiales debe merecer al cristiano su eventual compromiso en movimientos históricos nacidos de diversas ideologías que, por otra parte, son distintos de ellas. Según la doctrina de Pacem in Terris (nn. 55 y 152) retomada en Octogesima Adveniens, no se puede identificar las teorías filosóficas falsas con los movimientos históricos originados en ellas, en la medida en que estos movimientos históricos pueden ser influenciados en su evolución. El compromiso de los cristiano en estos movimientos en todo caso, les plantea ciertas exigencias de fidelidad perseverante que facilitarán su papel evangelizador:

(Puebla, Conclusiones 554)

a) Discernimiento eclesial, en comunión con los Pastores, según Octogesima Adveniens 4.

(Puebla, Conclusiones 555)

b) Fortalecimiento de su identidad, nutriéndola en las verdades de la fe y su explicitación en la Doctrina o Enseñanza Social de la Iglesia y el soporte de una rica vida sacramental y de oración.

(Puebla, Conclusiones 556)

c) Conciencia crítica de las dificultades, limitaciones, posibilidades y valores de estas convergencias.

(Puebla, Conclusiones 557)

5.6. Riesgos de instrumentalización y de la Iglesia y de la actuación de sus ministros

Las ideologías y los partidos, al proponer una visión absolutizada del hombre a la que someten todo, incluso el mismo pensamiento humano, tratan de utilizar a la Iglesia o de quitarle su legítima independencia. Esta instrumentalización, que es siempre un riesgo en la vida política, puede provenir de los propios cristianos y aun de sacerdotes y religiosos, cuando anuncian un Evangelio sin incidencias económicas, sociales, culturales y políticas. En la práctica, esta mutilación equivale a cierta colusión- aunque inconsciente- con el orden establecido.

(Puebla, Conclusiones 558)

La tentación de otros grupos, por el contrario, es considerar una política determinada como la primera urgencia, como una condición previa para que la Iglesia pueda cumplir su misión. Es identificar el mensaje cristiano con una ideología y someterlo a ella, invitando a una «relectura» del Evangelio a partir de una opción política. Ahora bien, es preciso leer lo político a partir del Evangelio y no al contrario.

(Puebla, Conclusiones 559)

El integrismo tradicional espera el Reino, ante todo, del retroceso de la historia hacia la reconstrucción de una cristiandad en el sentido medieval: alianza estrecha entre el poder civil y el poder eclesiástico.

(Puebla, Conclusiones 560)

La radicalización de grupos opuestos cae en la misma trampa, esperando el Reino de una alianza estratégica de la Iglesia con el marxismo, excluyendo cualquiera otra alternativa. No se trata para ellos solamente de ser marxista, sino de ser marxista en nombre de la fe.

(Puebla, Conclusiones 561)

5.7. Conclusión

La misión de la Iglesia en medio de los conflictos que amenazan al género humano y al continente latinoamericano, frente a los atropellos contra la justicia y la libertad, frente a la injusticia institucionalizada de regímenes que se inspiran en ideologías opuestas y frente a la violencia terrorista, es inmensa y más que nunca necesaria. Para cumplir esta misión, se requiere la acción de la Iglesia toda- pastores, ministros consagrados, religiosos, laicos-, cada cual en su misión propia. Unos y otros, unidos a Cristo en la oración y en la abnegación, se comprometerán, sin odios ni violencias, hasta las últimas consecuencias, en el logro de una sociedad más justa, libre y pacífica, anhelo de los pueblos de América Latina y fruto indispensable de una evangelización liberadora.

(Puebla, Conclusiones 562)




Publicado el Friday, 19 November 2004



 
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