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 Tus escritos: Intereses concertados.- Marypt

078. Supernumerarios_as
Marypt :

'Intereses concertados'

Cuarta entrega de

LUCES Y SOMBRAS DE MI EXPERIENCIA EN EL OPUS DEI COMO SUPERNUMERARIA

Marypt (19-nov-2004)

(El texto original, en portugués)

En el primer texto que escribí (04/10/2004) explicaba que mi progresivo alejamiento de la Obra, hasta mi salida, se debió sobre todo a dos motivos: por un lado, la falta de adaptación entre las ‘exigencias e imposiciones’ de la Obra y mi vida de mujer profesional, casada y con hijos; por otro lado, la verificación de que muchos miembros del Opus Dei, u otras personas que se aproximan a la Obra, actúan de forma concertada para alcanzar objetivos económicos, profesionales, sociales, etc...



El primer motivo lo traté en el texto “Separación de las Secciones Femenina y Masculina" (22/10/2004). Quería ahora referirme al segundo gran problema. 

Primeros años

En la inocencia de mi juventud, creía que no tenían sentido las acusaciones hechas a la Obra sobre que ésta procuraba alcanzar poder e influencia en la sociedad, sobre todo en el plano económico. Las actividades de bachilleres y de estudiantes universitarias en las que participaba, no revelaban nada de esos objetivos; la formación religiosa, tampoco; y la familiaridad con personas de mi edad o con las directoras de los centros tenían por base la de ‘grupos de jóvenes’ sin objetivos ocultos...

Tras el inicio de mi vida profesional 

Al iniciar mi vida profesional, empecé a frecuentar centros de la Obra donde “se hacía labor de San Gabriel”, con supernumerarias relativamente jóvenes que tenían variados trabajos profesionales. Poco a poco, muchas de ella se casaban y constituían una familia, pasando a tener una vida con más preocupaciones que las que se tienen en la juventud.

En ese momento, comencé a darme cuenta de diversos fenómenos, como por ejemplo:  

  • El elevado número de supernumerarias y cooperadoras que encontraban empleo en obras corporativas, sobre todo en colegios.
  • El hecho de que las conversaciones en los centros y en las convivencias incidieran repetidamente en temas como: encontrar vivienda, trabajos bien remunerados para los maridos, empeño en conseguir buenos puestos de trabajo para hijos de supernumerarios, etc.
  • Dar cuenta de que cierta persona (supernumerario/a o cooperador/a) había pasado repentinamente a un “estatus económico” más elevado; y dar por hecho de que eso de debía a que se había integrado en una empresa financiera fuertemente relacionada con personas de la Obra.  

La verdad es que este ambiente me causó una gran perturbación interior. ¿Sería verdad  que las acusaciones –tan generalizadas en la sociedad portuguesa- tenían fundamento? Los años fueron pasando, los indicios se fueron repitiendo y tuve, con dolor, que reconocer que en gran medida, esas acusaciones tenían fundamento real.

Relación de tipo coste/beneficio a favor de los/las supernumerarios/as,

A medida que iba conociendo mejor los ambientes de los/las supernumerarios/as y, sobre todo, las “familias de supernumerarios” percibía que existía una gran tejido de relaciones personales, familiares, etc., de las que los miembros de la Obra conseguían ventajas y a veces, grandes ventajas... Naturalmente que eso implicaba algunos “costes”: respetar escrupulosamente las exigencias de todo tipo establecida por el Opus Dei y sus directores. O sea, cumplir la inmensa lista de normas de piedad diaria, semanal, mensual, anual, participar en todos los medios de formación establecidos: círculo semanal, confesión semanal; charla quincenal; retiro breve mensual, retiro largo anual, convivencia de una semana anual y, además, tertulias, conferencias, actividades con cooperadoras, etc, etc.

A no ser que se sea soltero/a y sin grandes encargos familiares o profesionales, no se piense que es una vida fácil... Quien tenga una familia para atender, especialmente hijos pequeños, y una profesión a ejercer a tiempo completo (lo que sucede con cerca del 90% de las mujeres portuguesas con edad inferior a los 50 años), ¡no se tiene ni un minuto libre!.

Claro que este "sistema de vida" (absolutamente distinto al de las personas normales e incluso a los cristianos corrientes) tendrá sus compensaciones especiales si a través de estos hilos tejidos alrededor de la Obra, se tiene acceso a un ambiente social y a medios económicos que, de otra forma, estarían vedados para esas personas

¡No quiero con todo esto afirmar que la generalidad de los supernumerarios/as viven de forma hipócrita! Estoy segura de que la mayoría está viviendo sinceramente convencida de ese mundo especial que fue creado para ellos (por los numerarios/as, por los centros de la Obra, por las obras corporativas, por los encargos apostólicos). Un mundo que, siendo cristiano, no se mezcla con otros ambientes de la Iglesia Católica: parroquias; otros movimientos laicales; y mucho menos congregaciones religiosas; ni siquiera, instituciones socio-caritativas. “Por definición”, el espíritu del Opus Dei es único, “intrínsicamente laical”, por lo que sus miembros no se implican en las iniciativas de los demás católicos, esos que son “únicamente católicos” porque recibieron el bautismo, pero no recibieron la especial vocación al Opus Dei (o sea, ‘faroles apagados’ versus “faroles encendidos”). 

El complejo de superioridad de los miembros de la Obra es, en Portugal, idéntico al que ha sido testificado por personas de todos los países donde se ha instalado la Obra. Muchas veces tuve ganes de ‘gritar’ contra las manifestaciones de este elitismo socio-religioso, decir que desconocíamos en absoluto los tesoros de la fe y de la caridad, que existen comunidades parroquiales, grupos de cristianos que no disponen de edificios lujosos con decoraciones lujosas y oratorios lujosísimos...

Pero quería hacía una confidencia que nunca pude hacer en ninguna charla; creo que tiene razón una crítica muy fuerte que una vez tuve que hacer a las personas de la Obra, en concreto a los supernumerarios/as: algunos de ellos son auténticamente “practicantes nos cristianos”: cumplen escrupulosamente las prácticas cristianas, ¡pero no viven el espíritu de Jesucristo!

En efecto, puede valer la pena sujetarse a todo un proceso de exigencias que se realizan formalmente, ¡a cambio de alcanzar un lugar prominente en la vida económico-social! Conociendo de cerca de algunos supernumerarios (¡aquí ya no hay mujeres!) que ocupan puestos importantes en el sistema financiero portugués y cuyas familias viven con todas las características típicas de “nuevos ricos”: tienen, en principio, muchos hijos; la mujer dejó de trabajar por causa de los hijos (y también porque ya no era necesario); viven en una maxi-vivienda asistidos por varias empleadas; tienen 3 o 4 coches, siempre los más altos de su gama y el chófer es indispensable... Ah! Y la mujer supernumeraria llega siempre a las convivencias o a los retiros con el chofer... Y después, en la charla que se logra tener ya casada, las actitudes de convencimiento propio salen mezcladas con referencias a “preregrinaciones a Fátima, Santiago de Compostela, o Torreciudad” y otros destinos de devoción cristiana.

Relación coste/beneficio a favor del Opus Dei

Una verdadera “concertación de intereses” no tiene ventajas sólo para una de las partes. También aquí, la Obra sale ganado con la captación de miembros que ocupan u ocuparán funciones importantes en la vida económica, financiera, social. Insisto especialmente en estos campos, porque me parece que –al menos en mi país-, la presencia del Opus Dei en otras áreas de liderazgo e influencia, es más pequeña: me refiero a la política y también a la vida universitaria, a los medios de comunicación social, a la vida a artística y cultural (en este campo es casi inexistente).  

En mi escrito de 07/11/2004, procuré explicar un fenómeno curioso de la vida de la Obra en Portugal: como el régimen dictatorial que imperó hasta 1974 era fuertemente nacionalista y, por lo tanto contrario a cualquier influencia española, la verdadera expansión del Opus Dei sólo fue posible entre nosotros después de la llegada de la democracia liberal (precisamente en ese año de 1974). Sucedió entonces una auténtica “transformación” de la Obra portuguesa.  

  • En los años setenta, los centros que conocí eran relativamente modestos, tal vez con la excepción de una o dos casas de retiros y convivencias (que claramente no coincidían con los parámetros de una “familia numerosa y pobre”).
  • A lo largo de los años ochenta del siglo pasado, se multiplicaron los centros y se extendieron a otras ciudades del país, surgieron más y mejores casas de retiro, se construyó una nueva y suntuosa sede central del Opus Dei, se hicieron obras costosísimas en diversos centros y casas de retiro...
  • Fui presenciando todo eso paulatinamente. De vez en cuando preguntaba a alguna directora a qué se debía tanta riqueza y ostentación... Las respuestas fueron siempre ambiguas y no me satisfacían.
  • Tuve que llegar a conclusiones por mi propia observación e interrelacionando datos: la Obra había conseguido tener buen posicionamiento en las altas finanzas nacionales.
  • No estoy diciendo, ni siquiera insinuando, que existan o hayan existido situaciones irregulares de obtención de financiación para las iniciativas de la Obra. Al contrario de lo que sucede en España y en otros países de América del Sur, no se conoce en Portugal ningún abuso empresarial relacionado con el Opus Dei.
  • Pero es evidente que –seguramente por vías lícitas, como donativos personales u otros medios- la Obra se benefició y se beneficia de un estatuto privilegiado por lo cual: "¡Se gasta lo que se deba aunque se deba lo que se gasta!”.

Mi postura personal

La madurez nos hace perder ingenuidad. También en relación al sueño que en un principio habían constituido para mí los ideales de la Obra: santificar el mundo, santificándome yo misma y ayudando a otros a santificarse. La realidad me destruyó el sueño y, poco a poco, me fue matando las ilusiones. Hasta que llegué a un punto de verdadero “pánico interior” que no podía compartir con nadie de dentro o de fuera de la Obra; las directoras se quedarían escandalizadas y mis familiares o amigos no entenderían nada. ¿Qué miedo tan fuerte era ese? El  miedo de sentirme atrapada en los hilos de la Obra y, por tanto, de percibir que todo lo que hiciese en términos profesionales, familiares, personales, sería interpretado como una actuación condicionada. Aunque yo me considerase enteramente libre, porque seguía única y exclusivamente los dictados de mi conciencia, exteriormente, de cara al mundo, yo nunca sería considerada una persona autónoma. Y, el día que hiciese algo equivocado, eso le sería imputado a la Obra; pero también todo aquellos que yo veía que la Obra y sus miembros hacían de forma equivocada, ¡me sería imputado a mí!

 Esta sensación de “estar prisionera” de una institución a la cual me había adherido de forma forzada y absolutamente ingenua en mi adolescencia... me llevó a decir “¡Basta!”

Hace mucho tiempo que me hubiera gustado haber dicho o escrito todo esto... A muchos podrá parecerles poco relevante, sobre todo cuando se confronte con los testimonios de destrucción psicológica y física de numerarios/as, agregados/as y numerarias auxiliares... Y sin duda que no puedo, ni de lejos ni de cerca, “comparar” mi vida a la de esas verdaderas víctimas de la Obra.

 También tengo que decir que la Obra, habiéndome enseñado y dado tantas cosas positivas –como la formación cristiana básica, el empeño en los sacramentos, la relación con personas bien formadas, el amor por la Iglesia y por el Papa-, al mismo tiempo, construyó un sistema absolutamente cerrado, al que me debía someter sacrificando lo más íntimo de mí misma: la adhesión simple a la fe cristiana. Una adhesión sin artificios, sin prejuicios a las otras realidades de la Iglesia en el mundo, sin “proselitismo” forzado, sin campañas económicas para construir edificios suntuosos, sin relaciones artificiales con mis “hermanas” de las Obra.

 A partir de cierto momento, el “escándalo” que el Opus Dei causa al mundo, se hizo patente para mí. Ese “escándalo”, hecho de una mezcla entre religión y poder económico, me hizo sentir profundamente decepcionada. Mi ser más íntimo se revolvía ante la “normalidad” con que las numerarias entienden que se puede estar en una casa de retiros cuyo ambiente corresponde al de las familias más ricas de la primera mitad del siglo XX; ante la “normalidad” de tantas mujeres cristianas juntas sin hacer ninguna acción social a favor de los más pobres y necesitados; ante la contradicción de una práctica cristiana exigente (misa y comunión diaria, etc, etc.) en contraste con el aburguesamiento de la vida de los centros y de la vida de muchos supernumerarios/as.

Y voy a terminar diciendo que mi visión del cristianismo es una visión “de izquierda”. En términos ideológicos y políticos, considero que la división “derecha/izquierda” está muy trasnochada. Pero no es de esto de lo que quiero hablar, porque entiendo que esa misma división “derecha/izquierda” no tiene (nunca lo tuvo) ningún sentido cuando se aplica a la Iglesia Católica. Cuando veo y siento las dificultades para relacionarse entre los cristianos del mundo, suelo recordar las palabras que un amigo mío publicó hace tiempo en la prensa portuguesa, haciendo de ellas una oración:

"... La Iglesia debe asumir como bueno un ejercicio de humildad, porque su camino de regeneración pasa por eso mismo.

La Iglesia será presencia y no poder, o no será; será testimonio y no control, o no será; será servicio y no estatuto, o no será.

No será en el pasado donde la Iglesia encuentre su fuerza, sino en su origen. No será en su poder donde la Iglesia encuentre su justificación, sino en su misión. No será en la dependencia el estado en el que  la Iglesia encontrará su viabilidad, sino en la libertad única y peculiar de su fe”. (António Pinto Leite)

Marytp

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Publicado el Friday, 19 November 2004



 
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