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 Tus escritos: Cartas a un numerario en apuros (III).- Segundo

060. Libertad, coacción, control
Segundo :

Querido Santiago:

 

Han comenzado los líos. Por lo que dices el tema del terapeuta se ha complicado. El director de tu casa conversó en la Delegación y de allí vino la “invitación” para que dejes de lado la idea de consultar un terapeuta elegido según tu criterio para concurrir a la entrevista con uno médico de la institución.

 

Ya sabes que considero estos hechos como groseras violaciones de la confianza para no ingresar cuestiones morales. Hay dentro de la institución un cotorreo de comadres... 



Para redondear las cosas el señor  de la Delegación que habló contigo es un  chaval que su mayor experiencia en el mundo real fue su paso por la Universidad.

 

Sé como te sientes por la confianza defraudada. Luego te embargó un estado de angustia que te llevo casi a exterminar una botella de whisky. De nuevo una actitud autodestructiva. Es que se repite la secuencia “stress-angustia –whisky”.

 

Por compromiso tuve que leer la novela “El Testamento” de John Grisham -sabes que no leo best–sellers- allí está magníficamente descrita la  secuencia que te describo en forma prosaica. Simplemente, ilustra el camino por el cuál nos vamos de cabeza al “anestésico”.

 

Bueno, mi viejo amigo, es obvio que tienes que tomar una decisión. Sólo me animo a repetirte una pauta: si el terapeuta no es elegido con la más absoluta libertad no sirve para nada.  

 

Me dices que el ambiente de tu casa es denso. Con un exconsiliario de compleja personalidad, vigilante de mil tonterías; con un director -ex miembro de la delegación- que nunca se ganó la vida y para colmo cuadriculado por opción no tienes las cosas fáciles.

 

A eso suma que la presencia de dos más que toda la vida se han desempeñado en la burocracia interna y que, hace pocos años, se desempeñan en colegios prelaticios. Tienes la impresión que se mimetizan con los adolescentes por su inmadurez. He conocido a esos personajes; tengo para mi que la llamada formación del Opus Dei con su falta de libertad potencia de modo activo la inmadurez.

 

Con crueldad me repites aquello que escuchamos de alguien que falleció: son hogares sin alma.

 

Pero la cuestión no es por el momento la atmósfera de tu casa sino el aturdimiento de culpabilidad en el que has caído. Culpabilidad a la que se suman sentimientos de impotencia y soledad y por momento, una irritabitabilidad que cuesta controlar.

 

Estoy convencido que la terapia te ayudará a recuperar la vieja máxima “Conócete a ti mismo”. Ocurre que de tanto mirarnos en clave de cumplimiento de las mil imposiciones del espíritu se termina sabiendo muy poco de uno mismo; casi te diría que hay una especie de síndrome de despersonalización. Conocemos poco de nuestra afectividad y esta, a su vez, tiene muy pocas oportunidades de manifestarse con espontaneidad.

 

Las cosas empeoran cuando consideras que la educación interna está llena de imperativos, la vida cotidiana esta fuertemente reglamentada. ¿Tu crees que eso no genera angustia?

 

Sin embargo, la gente de Matrix -como llamamos a los directores- tienen una gran cualidad: son previsibles como un calendario. Si adoptas la decisión de elegir tu propio terapeuta no te dirán nada. Además, lo pagas tu mismo, lo que para los directores es importante.

 

Esperaría un poco más para irte a vivir fuera del centro; insisto, en situaciones como éstas me parece que no hay que precipitar decisiones. Esperar un poco no significa esperar toda la vida; es solo un espacio de tiempo limitado hasta que estés un poco más fuerte. Por otra parte, en el centro tienes solucionados una serie de problemas elementales como ir a la compra, que te laven la ropa, te preparen la comida y tengas tu cama hecha. No agregaría ni siquiera esos pequeños detalles a tu cuestión de salud hasta que no te sientas un poco más fuerte.

 

Pero no veas la vida con lentes para sol; el pensamiento “catástrofe” es natural en el episodio depresivo que estás viviendo. Hay algo que tienes absolutamente a tu favor: tienes tú trabajo, es tuyo; forjado a puño limpio. Eso te da un amplio margen de libertad, no dependes de ellos para tener el pan y el queso en tu mesa. Esto no sabes lo positivo que es. Valóralo, cuídalo.

 

La mayoría de los nume que conocemos son dependientes laboralmente de la Prelatura, de allí que muchos no enfrentan seriamente su situación interna porque no tienen donde ir simplemente porque no podrían comer al día siguiente. Viven con pánico su trabajo porque son “prelatura- dependientes”;  es decir; viven de la obsecuencia a los directores. Es prosaico lo que te digo pero tu independencia económica te facilita la libertad de decisiones.

 

Rescata tu libertad, abrázala. Aunque te cause una cierta angustia pero estás decidiendo por ti mismo. No me interesa una filosofía de la libertad sino la experiencia personal de su ejercicio. Ese temor patológico a la libertad que hay internamente es una de las causas de la declinación en que está la institución.

 

Un abrazo gigante;

Segundo

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Publicado el Monday, 20 February 2006



 
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