En un apartado momentáneo de una tertulia del Curso Anual, en uno de esos episodios que propician la revelación a media voz de descubiertas, don Rosendo, numerario y sacerdote de cierta edad, en unos tiempos en que la concurrencia de esas tres circunstancias era, por lo bajo, garantía de crédito y buen juicio, sentenció en tono muy serio. "Los dos enemigos del Opus Dei, los que se lo van a cargar de verdad, son la televisión y los arquitectos".

A mi se me vino enseguida a la mente el chiste y a punto estuve de preguntar ".. ¿Y la televisión, por qué?" Pero me contuve a tiempo al observar la cara seria de los demás, todos más jóvenes que el declarante.

Resultó premonitorio porque al poco tiempo empezó una operación de acoso y derribo contra el uso de la televisión que recordareis los que estabais entonces. Ni noticias ni películas, ni reportajes... ni nada; con alguna excepción en beneficio de las retransmisiones deportivas.

Se supondría muy perjudicial para nuestras mentes, frágiles y vulnerables. Así, según está recogido en Crónica, el Prelado llegó a afirmar en una tertulia pública en USA, nada menos, que la televisión habría que suprimirla, advirtiendo previamente que acaso alguien podria escandalizarse de sus palabras. Pues si.

La verdad, en otro tiempo me había llegado a creer lo de que éramos gente normal.

Me sentí muy solidario con don Laureano – ya exministro, a la sazón – que en una ocasión se desesperaba buscando al director de la convivencia (resultó que se había ido a jugar al tenis) porque el mueble de la TV estaba cerrado con llave y se venía encima la hora de las noticias. Ese día se quedó sin ver el boletín.

No pude constatar, en cambio, qué medidas se implementaron para ponernos a resguardo de los arquitectos.

Demócrito