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La 'conversión' del Opus: de sociedad secreta a moda

RUBEN AMON
El Mundo, 4-10-2002
Corresponsal en Roma

ROMA.- Los avatares de una década han bastado para cambiar la maltrecha reputación del Opus Dei en Italia. Antes era una sociedad secreta, una contralogia masónica. Ahora entraña el aspecto de una tendencia, de una corriente respetable y respetada, que abarca indistintamente desde Alberto Sordi hasta Giovanni Trapattoni.

Basta echar un vistazo a la lista de invitados en las primeras butacas de la plaza de San Pedro. Estarán los incondicionales de la Obra, Giulio Andreotti y Francesco Cossiga, pero la ceremonia dominical también ha seducido a los pesos pesados del poscomunismo. Incluido el ex premier rojo Massimo D'Alema, cuyas viejas consignas anticlericales ocupan un espacio en el fondo del armario, junto a la hoz, el martillo y los anatemas antiopusinos.

El cambio de actitud resulta, cuanto menos, sorprendente. Sobre todo porque la beatificación de Escrivá de Balaguer en 1992 fue intepretada como una demostración de los nuevos poderes secretos, una vez desmantelada la secta masónica P2 y convertidos en añicos los viejos símbolos de la política italiana.

De hecho, Bettino Craxi, primera gran víctima sacrificial del proceso Manos limpias, atribuyó su propia caída a las fuerzas emergentes de la Obra de Escrivá de Balaguer. «Soy víctima de tramas oscuras. Se habla de masonería, pero el verdadero peligro es el Opus Dei, que está en todas partes y que se mueve a golpe de secretos», decía el jerarca socialista en La Haya hace diez años.

Naturaleza diabólica
La teoría del complot resucitaba una aparatosa polémica parlamentaria. Es decir, cuando Oscar Luigi Scalfaro, entonces ministro de Interior, tuvo que responder concienzudamente a once interpelaciones sobre la naturaleza secreta y diabólica del Opus Dei.

El caso sobrevivió unos cuantos días avivado por un sector de la prensa izquierdista italiana, pero el ministro Scalfaro dio carpetazo a la última sesión en la Parlamento concluyendo -pitos y palmas- que «el Opus Dei no era una sociedad secreta ni en línea de derecho ni en línea de hecho».

Unos 16 años después de aquella sesión, la clase política -de este a oeste- comienza a dejarse ver en la Iglesia de San Eugenio, en Roma, cuyo altar mayor aloja desde ayer los restos mortales de Escrivá de Balaguer mientras avanzan los últimos pormenores de la canonización.

Se diría que ha mediado una especie de arrepentimiento colectivo, que la verdad se ha abierto camino (versión oficial de la Prelatura) o que el Opus Dei rellena el hueco que antes habían ocupado otros símbolos menos epidérmicos y más pesados de la vida social y política.

El proceso de conversión ha llegado incluso a la órbita de la clase intelectual. Por ejemplo, cuando Leonardo Mondadori, presidente del mayor coloso editorial italiano, aprovechaba un libro/revelación para confesar su entrada en de la Obra.

«Me he convertido porque el Evangelio es el libro de instrucciones para uso del hombre. Jesús es la respuesta a nuestros interrogantes. He descubierto la oración, la confesión. Y, por último, he llegado a la conclusión de que la Iglesia ha permanecido como el último baluarte del hombre contra las locuras que predomindan en nuestro tiempo», decía el editor Leonardo Mondadori para estupefacción de quienes recordaban su antigua dimensión donjuanesca en la zona chic de Milian.

Hay otros motivos que ayudan a entender la conversión. Entre ellos, la autoridad moral que implica Juan Pablo II, promotor del Opus Dei hasta las últimas consecuencias, y la sensación de que la prelatura constituye una nueva fórmula o estructura de influencia, probablemente desprovista de esas connotaciones que la habían conducido a un proceso parlamentario y que tanto irritaban a Bettino Craxi.

Aún así, la lista de italianos adeptos al Opus Dei incluye el nombre de Marcello dell'Utri, mano derecha de Silvio Berlusconi en los negocios más oscuros de Fininvest y cabeza de turco en las investigaciones de la Fiscalía antimafia de Palermo. Le acusan de haber trabajado en connivencia con la Cosa Nostra.

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