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El abogado del diablo

Viernes, 26 de julio de 2002
BBC Mundo

En 1999, cuando el nuevo milenio asomaba, el periodista italiano Francesco Fricche publicó un artículo en el semanario Umanità Nova titulado "La multiplicación de los santos", en el que planteaba el dilema que presentaba a los creyentes la proliferación de santos.

Para Fricche, el hecho de que Juan Pablo II añadiera cientos de santos y beatos a una lista ya muy extensa, genera gran confusión entre quienes los invocan: podrían terminar pidiéndole al santo equivocado, pues no todos son como San Vito, que cura tanto el insomnio como la somnolencia.

En momentos en que se añaden dos santos y dos beatos más a la lista, BBC Mundo se comunicó con Francesco Fricche.


Frente a lo que algunos describen como "una producción en serie de bienaventurados", usted menciona una figura que permanece en el lenguaje cotidiano, el "abogado del diablo", pero que ha desaparecido de su esfera original...

Sí. En el pasado, el derecho canónico incluía procedimientos muy rígidos para la canonización. Existía un "abogado del diablo" que se oponía a la beatificación o santificación del candidato, exponiendo una serie de objeciones que solían hacer todo el proceso muy lento.

Juan Pablo II ha dejado de lado al "abogado del diablo".

En el caso del padre Pío, por ejemplo, el milagro que le reconocieron para la santificación fue el hecho de haber curado a la hija de un médico de un hospital del propio padre Pío.

El "abogado del diablo" se habría opuesto a casos como éste en que, a todas luces, hay otros intereses por medio y carecen de credibilidad.

Con la abolición del "abogado del diablo" se han acelerado enormemente los procesos de santificación y beatificación.

Algunos observadores citan razones económicas o políticas para explicar esta aceleración.

En términos económicos, la santificación ha devenido un gran negocio.

En algunos casos se gastan millones de dólares en la beatificación de alguien, por ejemplo en el caso de José María Escrivá de Balaguer, el fundador del Opus Dei.

Otro aspecto importante es el impacto mediático de las santificaciones. Juan Pablo II sabe utilizar plenamente a los medios de masa, a diferencia de sus predecesores que solían tener una relación más hostil con la prensa.

Hace años el periódico Pravda, del Partido Comunista de la Unión Soviética, y el Osservatore Romano, el órgano del Vaticano, estaban entre los pocos medios del mundo que hacían más noticia por lo que no publicaban que por lo que publicaban.

Las cosas ahora han cambiado y sus continuas giras por el extranjero, así como las constantes proclamaciones de santos y beatos, forman parte de este cuadro de comunicación mediática.

Respecto a la agilidad del proceso, Ud. destaca la velocidad con que fue beatificado Escrivá de Balaguer.

En muchas ocasiones, para demostrar la fuerza de una orden religiosa también es importante el número de beatos, santos o mártires que posee.

Opus Dei es una organización que tiene mucho poder en el seno de la jerarquía vaticana.

Hasta el caso de su fundador era impensable que una persona fuera beatificada apenas 17 años después de su muerte. Ese es un récord absoluto para el Vaticano. Hasta entonces, incluso con las aceleraciones de Juan Pablo II, pasaban por lo menos 50 años.

Anteriormente se buscaba no utilizar con fines políticos la beatificación de una persona.

El hecho de que la Iglesia católica haya roto con la tradición y la ritualidad que solían nutrirla es una prueba del enorme poder del Opus Dei.

De cualquier forma, el resultado de la multiplicación de santos es que para la mayoría de las situaciones imaginables, hay a menudo más de un patrono a quien invocar.

La Iglesia católica utiliza el sincretismo, la tendencia de mezclar creencias populares religiosas de diverso origen con las creencias populares católicas.

Muchas celebraciones católicas han tenido un origen pagano. La navidad, por ejemplo, se hizo coincidir con el nacimiento del dios Mitra romano, el 25 de diciembre.

Lo mismo ocurrió con la creación de los santos protectores. La Iglesia católica concedió a diversos santos el papel que antiguamente desempeñaban los dioses del panteón politeísta.

Por ejemplo, Júpiter, que era el dios a cargo de la lluvia, ha sido sustituido por una serie de santos.

Ahora hay nueve bienaventurados que protegen a los pastores, cuatro que protegen a los dulceros, cinco a los panaderos, seis a los vinicultores, cinco a los fabricantes de cervezas, cuatro a los médicos, diez a los marineros, uno a los borrachos, diecisiete a las parturientas y hasta ocho que nos protegen de las enfermedades venéreas.

Lo que aún no he podido encontrar es amparo celestial para los comentaristas ligeramente irreverentes.

 

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