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SOBRE CIERTA CANONIZACIÓN

JUAN LEÓN HERRERO
(Párroco de la Sagrada Familia. Valencia)
ECLESALIA, 18 junio 2002

Cuando al socaire de una polémica canonización ya anunciada, se oyen voces complacientes, que no sólo ignoran el escándalo de tal hecho, sino que lo saludan con entusiasmo, creo necesario, si no urgente, que también llegue a la opinión pública alguna voz disidente que recoja el eco de muchos cristianos, que no consienten en ser identificados con aquellos que propugnan semejantes eventos; sobre todo si tenemos en cuenta que la discrepancia en estos terrenos de la sacralización y la idolatría es tan santa y evangélica, que el primer mártir, el único santo y única víctima, fue un disidente y marginal judío, anatematizado por la religión oficial y los poderes públicos, y desautorizado por los pontífices de su iglesia. Más aún, es de esa única santidad suya, de la que participan todos sus seguidores cuando se deciden a constituir una comunidad fraterna igualitaria y libre (no cuando fomentan estamentos, diferencias, privilegios y servilismo); y esto hace casi anecdótico el que a una determinada persona lo eleven a los altares sus incondicionales y sectarios; cosa, por otro lado, perfectamente comprensible y contra la que no habría nada que objetar en principio, pero que se convierte en escandalosa e improcedente cuando se pretende y consigue, que tal adoración sea de carácter público oficial y de obligado cumplimiento universal. Por eso, telegráficamente, me limito a expresar lo que en muchísimos círculos, conversaciones y encuentros, personas tan eclesiales (simul iusti et peccatores), como los promotores e instructores de esa causa, comentan.

Así, intentando resumir y condensar el sentir de una parte importante de la iglesia, habría que decir que la canonización del fundador del Opus Dei no es una cuestión banal o un mero acto de divulgación de la biografía de alguien, sino que:

1. Es grave, porque supone dar carácter oficial a un modo concreto de entender la expresión de la fe cristiana, modo ligado a comportamientos religiosos y realidades socioéclesiásticas anacrónicos, heterónomos y alienantes; y anteponerlo a otros modos más militantes y evangélicos, cuyas consecuencias sí se inscriben en la tradición testimonial y martirial de la Iglesia, y no -como es el caso de dicha canonización- en su influencia social y en su voluntad de reforzar modelos jerárquicos, autoritarios y
centralistas.

2. Es significativa, porque indica cuáles son las preferencias y el horizonte que se intenta delinear por parte de la Curia Romana como perspectiva de futuro para la Iglesia Católica, reincidiendo en la autoridad, el centralismo, el clericalismo y la dependencia, propugnados por la engañosa espiritualidad y el vergonzoso oscurantismo del Opus Dei.

3. Es una provocación, porque en el momento actual, dando carpetazo a la apertura de un ya traicionado Concilio Vaticano II, promociona y bendice un comportamiento cristiano retrógrado, uniformista, intolerante, integrista y de corte fundamentalista, distanciándose de la esencial llamada a la unidad, fraternidad, igualdad, acogida y transparencia, propugnados por Jesucristo.

4. Es engañosa, porque bajo un mecanismo jurídico en apariencia estricto e irreprochable, se han sucedido las presiones, intereses, irregularidades e influencias, las cuales -incluso con mediaciones financieras- no han permitido que sea la iglesia (y no sus jerarcas ni la parte interesada) quien serenamente, con el paso del tiempo, ejerza su sensus fidelium; y se ha actuado con una celeridad, celo obsesivo y premura inusual y sospechosa.

Por todo ello, parece apresurado, imprudente e improcedente el proceso de canonización, y desde la propia responsabilidad en la fidelidad al evangelio y el respeto a la auténtica dimensión de la santidad de la iglesia (que no es categoría de los individuos, sino cualidad de la comunidad fraterna que camina con transparencia y limpieza, identificándose con Jesús y con los valores que él preconiza: no llaméis a nadie Señor...no llaméis a nadie maestro... no llaméis a nadie padre...), es preciso levantar acta de que hay una multitud innumerable de toda raza, lengua, pueblo y nación, que manifiesta su disconformidad con él, tal como se ha promovido, y, sin juzgar de la ejemplaridad o santidad de la persona, manifestamos nuestro rechazo del modo como se ha llevado a cabo y nuestro distanciamiento evangélico al respecto.

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