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OPUS DEI: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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EL MILAGRO DEL OPUS DEI

La próxima canonización de José María Escrivá revitaliza el debate sobre el Opus Dei en España.
Extracto del documento La evolución del Opus Dei en España, de Alberto Moncada y publicado en La Clave.

De la cultura pasaron a la política. Pérez Embid, Rodríguez Casado y otros opusdeistas se incorporaron a la Administración cultural franquista, primero en el Ministerio de Propaganda de Arias Salgado y luego en la dirección y control del Ateneo. La progresiva cercanía del grupo al poder y, en particular, la estrecha relación entre Carrero Blanco y Laureano López Rodó, permitió la segunda y más productiva etapa. Durante ella, años cincuenta y sesenta, Franco entrega la dirección de la maltrecha economía española a tres o cuatro opusdeistas, Alberto Ullastres, Mariano Navarro, Gregorio López Bravo y, con ocasión de esa preeminencia, surge un vigoroso 'lobby' de miembros, amigos y favorecidos de la Obra, que se asocian y crean un montón de empresas nacidas al calor de la nueva 'familia'. Mientras tanto Roma ve con suspicacia a la fundación escrivaniana y el cristianismo progresista acusa al grupo de colusión con la dictadura española. Pablo VI, que fue militante antifranquista desde su Arzobispado de Milán, es particularmente crítico y bloquea la petición de Escrivá de transformar la condición canónica del entonces Instituto secular.
La actuación política de los opusdeistas de la época se concreta en el primer ajuste duro de la economía española, que rompe con el modelo preexistente de autarquía. Las cosas fueron peores para la red de intereses y empresas que se tejió alrededor de la Obra. Protagonizadas generalmente por gente sin experiencia, las incursiones grupales en el mundo financiero, editorial, de comercio exterior, se han saldado con muchos conflictos internos y externos, clamorosos fracasos y una fama de inmoralidad y arbitrariedad que desde entonces han caracterizado las aventuras mercantiles de unos hombres cuyos mentores difundían la idea de la santificación del trabajo.
El 'affaire' Matesa, el Rumasa y tantos otros están llenos de nombres opusdeistas. El socio supernumerario, Ruíz Mateos, a quien las autoridades del Opus ponían como ejemplo de padre modelo, empresario ejemplar y protector destacado, tuvo que ser prontamente excluido del índice de los socios exhibibles en público, sobre todo después de sus peleas conocidas con otros socios a los que achaca su caída en desgracia. A tanto llegó la crítica que Escrivá, a finales de los años sesenta, decretó la supresión de las llamadas internamente empresas auxiliares u 'obras comunes', que fueron apresuradamente liquidadas. Siguen coleando algunos escándalos y trapisondas como el de la Fundación General Mediterránea, uno de los instrumentos de la 'economía sumergida' del Opus que ha dado pie a tantos rumores sobre las conexiones entre las finanzas opusdeísticas y las vaticanas que algunos especialistas están empezando a documentar. (Maurizio del Giacomo y Jordi Minguel, "El finançament de l'esglesia católica", Descoberta 21, 1998).

Paralelamente, un grupo selecto de hombres y mujeres del Opus asumieron la vieja tradición eclesiástica de tener influencia en la Corte Real. Mientras Federico Suárez Verdeguer, Angel López Amo y Laura Hurtado de Mendoza tomaban posiciones en la naciente casa del Príncipe, otros promovían la restauración monárquica, con partidarios de la candidatura de Don Juan, el grupo que dirigía Rafael Calvo Serer, o de la de Don Juan Carlos, tesis de López Rodó por la que Escrivá se decantó finalmente (Ver "Historia oral del Opus Dei", Alberto Moncada, Plaza & Janés, 1987).

Ruíz Mateos, fue prontamente excluido del índice de los socios exhibibles en público.

La tercera y actual etapa del Opus Dei en España coincide con la restauración democrática, el papado de Juan Pablo II y la crisis de la enseñanza católica confesional. En la democracia hay algunos, más bien pocos, hombres y mujeres del Opus en la cúspide de los partidos de derecha nacional y regional y del poder financiero y militar. "Los militares, por el sólo hecho de serlo, tienen ya la mitad de la vocación al Opus Dei", predicaba Escrivá.

Juan Pablo II modifica la línea crítica del Vaticano hacia la Obra. Le concede, ya muerto Escrivá, la deseada transformación canónica y con ella una amplia autonomía de los obispos territoriales y beatifica y ahora canoniza, al fundador en un episodio de manipulación del expediente que es criticado agriamente, incluso por miembros de la Curia. Pero lo más importante de la nueva etapa es la transformación de la Obra en una organización dedicada preferentemente a la enseñanza privada, heredando la atención a las clientelas de clase media que los jesuitas estaban abandonando.

Escrivá había escrito en los documentos fundacionales que la Obra no tendría nunca centros de enseñanza, que lo propio de sus socios debía ser la actividad profesional ejercitada preferentemente "en instalaciones del Estado y con dinero del Estado" (Vid. Instrucción de San Gabriel, documento interno, 1937). Sin embargo, ni Escrivá ni sus delegados españoles dejaron de acoplarse a las circunstancias que les rodeaban, de hacer de la necesidad virtud. En 2002 no hay ciudad española ni capital latinoamericana que no tenga un colegio del Opus para chicos y otro para chicas, no se practica la coeducación, y algunas ciudades tienen tres o más. En ese empeño pedagógico y en la burocracia interna, gastan sus energías la mayoría de los socios numerarios del Opus que, en cierto sentido, se ha transformado en algo parecido a aquellas congregaciones de enseñanza, como la de los Hermanos de la Salle o los Maristas, que surgieron en Francia como reacción contra el laicismo y el anticlericalismo de la Revolución.

No se practica la coeducación.

Escrivá no era ajeno al machismo tradicional en la teología y disciplina católicas y diseñó un modo de organización en el que las mujeres tenían como actividad profesional principal la administración y cuidado doméstico de casas y centros. Como consecuencia de tal diseño, los numerarios deben ser los últimos beneficiarios del status del señorito tradicional, que no se ocupa de los asuntos domésticos porque eso es cosa de las mujeres de la familia. Pocas de entre ellas ejercen una profesión civil independiente o tienen estudios superiores, como es obligatorio para los numerarios. (Sobre este tema véase: "Ser mujer en el Opus Dei", Isabel de Armas, Akal, 2002).

Poco a poco, el Opus Dei se clericaliza y hoy son sacerdotes la mayoría de sus mandos nacionales y regionales. También se incrementa la endogamia social y la mentalidad de fortín, protección para los de dentro, gueto para los de fuera. Porque muchos de sus socios numerarios nacen ya en un hogar de supernumerarios, van a los colegios propios, a las Universidades propias, de allí a Roma y, una vez entrenados, son destinados a la burocracia interna o a la red educativa sin ejercer una profesión civil ni tener experiencias mundanas. Es el caso del actual Presidente, Javier Echevarría, que muy joven se convirtió en el secretario de Escrivá y se ha pasado la vida en Roma, ocupado en la burocracia interna, sin tener estudios civiles ni experiencia profesional.

La dedicación preferente a la enseñanza produce una reconversión de la estrategia grupal. Ya no se vislumbra ese despliegue de los opusdeistas por todos los sectores de la sociedad civil, a modo de "inyección intravenosa", como expresaba el fundador, sino una concentración de esfuerzos en la educación de la infancia y la juventud. El control de tantas instituciones de enseñanza abre nuevos horizontes de influencia. Por una parte los centros educativos se plantean como plataformas para la indoctrinación conservadora. Nunca hubo en la institución verdaderos teólogos, los pocos que querían serlo se han marchado, como Raimundo Paniker o están muertos, como Alfredo García Suárez. Podría decirse que la ideología del Opus tiene que ver cada vez más con la disciplina grupal, con el control del comportamiento y menos con el pensamiento religioso.

Los colegios de la Obra tienen prestigio entre la clase media, por su calidad técnica, por la atención tutorial. Pero en ese éxito aparente está el germen de sus nuevos conflictos, la acusación por una gran parte del mundo católico de que el Opus Dei practica el sectarismo de menores en gran escala. Y, en realidad no podía ser de otra manera. Los directivos del Opus han tenido que modificar su estrategia proselitista, su recluta de numerarios ante las nuevas circunstancias sociales. En la primera época los numerarios procedían de la Universidad y estaba prohíbido y mal visto que chicos jóvenes fueran por las casas de la Obra. La vocación era cosa de hombres.

Hoy, sin embargo, el proselitismo es difícil entre universitarios. Resulta más fácil aprovechar la red de colegios propios y el calor de los hogares de los supernumerarios para convencer a niños y niñas, de 15 y hasta menos años, de que Dios los llama a una entrega total y para toda la vida. Esta tarea se convierte en una obsesión para los maestros y maestras que se comprometen a hacer 'pitar', a reclutar a dos personas al año como mínimo y, como consecuencia, no dejan en paz a sus alumnos en tutorías y en confesionarios, generalmente con la complicidad de los compañeros de éstos ya reclutados e igualmente obsesos. Ampliar el número, "que seamos más" es la consigna. Tan pesados se ponen que ha surgido una organización norteamericana católica, la 'Opus Dei Awareness Network Inc.', para defender a las familias del peligro opusdeista y se ha publicado una especie de guía para padres, en varios idiomas. Porque los modos secretistas e intimidatorios de la recluta escolar se continúan cuando el niño, el adolescente se hace del Opus. Apartamiento de la familia, censura de amistades y lecturas, imposición de horarios, estudios y lugar de residencia, manipulación de la conciencia, control profesional y económico (Véase "Sectas católicas: El Opus Dei", Alberto Moncada, Revista Internacional de Sociología, 1992). "Hijos en el Opus Dei", Javier Ropero, Ediciones B, 1993, pone de relieve esta situación desde la perspectiva de quien la ha sufrido y luego ha reflexionado sobre ella.

Apartamiento de la familia, censura de amistades y lecturas, imposición de horarios...

La manipulación de las economías de sus socios es paralela a la psicológica. Escrivá eligió para sus numerarios un modo de vida copiado de los religiosos, con votos de pobreza, castidad y obediencia, viable cuando el religioso se margina del mundo pero notoriamente complicado cuando se ejercen profesiones, se participa en empresas mercantiles o, simplemente, se maneja dinero. A diferencia de los supernumerarios que sólo deben ceder a la organización el 10% de sus ingresos, los numerarios y agregados deben entregar todo el dinero que ganan y sacar de la caja local sólo lo que necesiten en períodos cortos. Tal status es especialmente duro cuando se abandona la institución, que no concede derecho ni indemnización alguna al respecto. Muchos hombres y mujeres han tenido que reanudar su vida desde cero, privados del dinero que aportaron al Opus o, incluso del que heredaron de sus familias que, reglamentariamente, hubieron de ceder a la institución. Ello provoca, lógicamente, el miedo a salirse en semejante desamparo y genera una perseverancia basada en la resignación cuando no, en el cinismo.

Particularmente violenta ha sido la reacción de la jerarquía opusdeística contra los socios que abandonan la institución y no se avienen a callar sobre su experiencia. Bastante sonados han sido los casos de dos mujeres españolas, ex numerarias. Una, María Angustias Moreno, recibió toda clase de calumnias y fue tildada de lesbiana por sacerdotes de la Obra como consecuencia de haber publicado un libro en el que, desde un catolicismo bastante convencional, criticaba el culto a la personalidad de Escrivá que se practicaba internamente: "El Opus Dei. Anexo a una historia", Planeta, 1976. La otra, María del Carmen Tapia, antigua superiora de la Sección femenina, está siendo demonizada por sus ex colegas porque se ha atrevido a hacer un relato pormenorizado de la manera despótica y prepotente de gobernar que tenía Escrivá, al que sirvió de ayudante en Roma ("Tras el umbral, un viaje al fanatismo", Ediciones B, 1992). El libro ha sido traducido al alemán, al francés, al portugués, al inglés y al italiano.

Los directivos de la Obra esperaban mucho de la llegada al poder del Partido Popular y confiaban en que su gente iba a tener una importante cuota de poder, pero el reparto de éste no les ha beneficiado demasiado. Algunos de los líderes populares se ponen nerviosos cuando se les acusa de contaminación opusdeística. Y, es que el Opus Dei ha heredado también de los jesuitas aquella mala fama de la que éstos gozaban en épocas pasadas. La influencia pública del Opus es más importante en el mundo de los negocios, a través de los cientos de administradores y empresarios criados a su sombra, y prefieren que el Estado intervenga en las costumbres sexuales más que en las otras. Rafael Termes, ex presidente de la patronal bancaria y uno de los numerarios más conocidos, explica en su "Antropología del capitalismo" (Plaza & Janés, 1994), el carácter natural, "cuasi revelado" del sistema económico en el que cree con tanta firmeza como en su fe.

Miembros de la Compañía de Jesús, de otros grupos católicos y algún obispo no están muy conformes con que el PP haya entregado a un hombre del Opus la Dirección General de Asuntos Eclesiásticos. El nombramiento del canonista Alberto de la Hera garantizará, sin duda, la sintonía entre el Gobierno y el Vaticano, una cuasiconfesionalidad vergonzante mientras duren las actuales circunstancias en Roma y en Madrid.

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