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Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

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CORRESPONDENCIA

 

Miércoles, 29 de Marzo de 2017



La tierra es plana, todos lo sabemos.- Zartan

Imaginaros que estáis en un lugar paradisíaco, temperatura de 18 grados, una piscina olímpica de aguas cristalinas, donde basta con alargar el brazo para tomar una coca-cola con hielo. Otros pueden preferir una pista de sky de 30 kilometros y una nieve en polvo que cruje a tu paso. Da igual, imaginaros lo que más o guste pero imaginarlo a lo grande y en un estado psicológico de perfecta paz. Todos felices.

De pronoto (como diría el añorado Satur) aparece un personaje, uno más entre tantos felices, que empieza a cuestionar la bondad de la coca-cola o del Tío Pepe que estamos libando, que empieza a criticar el clima o a decir que, un poco más lejos de la piscina ya no hay hierba o que necesita abono el césped. En principio lo miraremos todos como diciendo “bicho raro, no fastidies” y seguiremos con nuestro sufrimiento cocacólico o tiopépico.

Si el personaje sigue dando la tabarra y, con inaudita osadía, empieza a cuestionar otros temas que son pacíficos para todos (verbigracia que la tierra es plana o que dos más dos son cuatro, que las dos cosas todos sabemos que son absolutamente ciertas) tarde o temprano empezaremos a chirriar con él. Empezará a joribiarnos su presencia.

Mientras que esas ideas causticas se las tiene para él, en su fuero interno, no las comenta y no hincha las narices … todos felices.

Pero un día al ínclito se le ocurre comentar que el paraíso socialista tiene mucho de lo segundo y poco de lo primero y es cuando empiezan los problemas y “Jiuston”, convenientemente informado, responde preocupado que alguna neurona se le ha cruzado, que debe haber varias sinapsis haciendo cortocircuito y que -con fraternal cariño- todos tenemos que ayudarlo. Y como “vox Jiuston, vox Dei” todos asentimos que al susodicho le falta litio o rubidio o lo que sea.

Pero no es necesario que sea Jiuston a decirlo, para todos es evidente que el Tío Pepe es bueno y más aún con unos “peacitos” de queso manchego y que es absurdo decir que el paraíso termina donde termina la hierba. Es evidente que el ínclito está mal de la azotea y, como lo queremos y queremos también al paraíso, lo normal es mandarlo al psicoteracosas para ver si le arregla algo la mollera.

Es lo que pasaba en la antigua URSS. Nadie podía concebir que hubiese algún defecto en el sistema y quien discordaba era tratado como enfermo mental. Hoy los “psikhushka” los vemos como instrumentos represivos del sistema pero para los rusos de a pie y de esa época les parecía normal que si alguien empezaba a insistir en que la tierra era redonda lo mandaran al psiquiátrico. Y, siguiendo la misma lógica, los médicos diagnosticaban la famosa “esquizofrenia latente y lentamente progresiva” con la que el paciente decía cosas cuerdas y otras que no lo eran tanto. Y a base de psico-conversaciones y psico-pastillones le hacían entrar en razón o, al menos, lo intentaban.

Desgraciadamente algunos pacientes (los de mala calidad) no resistían el tratamiento que el cariñoso estado omnisciente y omnipresente generosamente le estaba propinando y pasaba lo que pasaba: unos simplemente reventaban y daban el salto de la “esquizofrenia latente y progresiva” a la esquizofrenia real y total sin mas adjetivos; otros -si tenían la oportunidad- se escapaban al corrupto occidente a revolcarse en el cieno capitalista y a hablar mal de la URSS y, finalmente, otros terminaban por lanzarse por una ventana o tragarse una plancha enchufada para terminar de una vez.

No sé por qué se me ha ocurrido escribiros esto después de leer el artículo de Novaliolapena, es mera coincidencia o… fruto de mi mente retorcida y mi vida poco ejemplar. Pero que conste que yo solo hablaba de cosas que ocurrieron en el siglo pasado y en un sistema -el soviético- que ya no existe.

Desde mi selva un abrazo a todos (normales y psico-sobrevivientes)

Zartan





Nadie puede hacer nada.- Dudas

Buenos días.

Hace tiempo que no escribo, pero llevo ya demasiado tiempo dando vueltas a una idea y me gustaría compartirla con vosotros. Además en este caso concreto, le pido a Dios que haya gente de dentro, a ser posible directores, que lean este mensaje y hagan algo.

Me parece que uno de los grandes problemas del Opus Dei como Institución es que se escuda en el anonimato y en la jerarquía y al final nadie es responsable de nada.

Mucha gente ante mi experiencia (más de 15 años dentro), me ha jurado y perjurado que si me han tratado mal, si han obrado con nula visión sobrenatural, con falta de delicadeza, con injusticia, de forma incoherente o irracional... no ha sido "el Opus Dei", que es algo bueno, santo, inmaculado, divino. Si no que ha sido "culpa" de menganita o de fulanito. Que ellos son los que han obrado mal.

La primera palabra que viene a mi mente es clara: MENTIRA. Es cierto que cada uno somos dueños y responsables de nuestros propios actos. Pero en Derecho existe la “culpa in eligendo o in vigilando”, por la que se puede ser responsable de las actuaciones de personas que están bajo mi tutela (por ejemplo si he subcontratado una obra yo respondo en parte por la actuación del subcontratista); y la figura del cómplice en derecho penal.

Por esos motivos considero que siempre que una persona del Opus Dei sabe que alguien ha obrado mal debe actuar en consecuencia. Y no me refiero ahora simplemente a que consulte una corrección fraterna, sino a que intente que cambien las cosas de la Institución que le han permitido actuar así.

En esa línea de pensamiento, que la propia idea de que preguntar, plantearse dudas, pensar en conciencia cómo se debe actuar, se considere como una tentación y algo digno de materia de confesión es, en sí mismo, una bandera roja, una señal de alarma que debería encenderse de manera automática. ¿Cómo es posible que sea una tentación pensar? ¿Cómo se puede seguir afirmando que “el que obedece nunca se equivoca” cuando existen tantos y tantos ejemplos históricos de barbaridades cometidas por “obedecer”?

Yo creo en la libertad personal, en la necesidad de obrar en conciencia, de pensar, de razonar. Por ese motivo cuando empecé a tener dudas serias sobre la coherencia de algunos aspectos del Opus Dei las puse por escrito. Fueron varios folios de preguntas. Con todas ellas fui a la Delegación, con muy buena intención, pensando que se podía cambiar algo. Con el paso del tiempo me di cuenta (por los comentarios que me hicieron) que nadie: ni el sacerdote, ni la de mi charla, ni la directora del centro, ni la de la delegación: nadie, había leído dichos folios. Me quedé pasmada.

Posteriormente lo he entendido: no se trata de que el Opus Dei cambie o mejore, sino de que la gente se muera allí tal cual es. ¿Acaso no está esculpido en piedra? Pues eso. Y por si fuera poco don Álvaro ya maldijo a todo aquél que cambiara una coma. Pues eso. Pero a la vez recuerdo que el infierno está lleno de bocas cerradas y, sinceramente, no me apetece nada eso de chamuscarme por los siglos de los siglos, jajaja.

Hace poco quedé con una de las pocas personas que sigue siendo de la Obra  teniendo un poco de alma y corazón. Al salir el tema de mi salida me dijo, supongo que para tranquilizarme, que la persona que durante mi última charla fraterna me había tratado fatal e incluso había insinuado que yo podía tener un problema psicológico ya no estaba en un consejo local. Le dije con toda sinceridad que me da igual. Ahora tengo muy claro que el Opus Dei se sostiene en una teoría muy endeble, motivo por el cual no se puede cambiar ni una coma, porque se desplomaría. Si alguien dice la verdad puede contar matices, pero si miente y no quiere que le pillen debe decir siempre exactamente lo mismo. Y por eso creo que nunca evolucionará. Da igual que casi no pite gente, que busquen vocaciones en las guarderías, que la gente envejezca triste y deprimida, que despiten y se vayan muchas de las vocaciones traídas a lazo de gente joven e inexperta. Supongo que ya no cuela eso del rejalgar y de las lágrimas como puños cuando somos cada vez los que nos hemos ido, y hemos conocido un mundo nuevo, real, con amistad, con amor, con alegría y con dolor. Una vida plena, pero plena de verdad, no plena con orejeras y dando vueltas siempre al mismo surco.

Decía que llevo tiempo dando vueltas a esto. Lo que me ha llevado a escribir es el convencimiento de la impunidad. Hablando con una supernumeraria amiga mía me decía que este año no había podido felicitar a ninguna de sus amigas numerarias por san José, porque ninguna seguía siendo del Opus Dei. Da mucho que pensar. Pero aún me dejó más pensativa lo siguiente: cuando le dije que transmitiera sus pensamientos e inquietudes a una persona que está en el Gobierno Regional me dijo: para qué, si no puede hacer nada.

Y considero que es precisamente ahí donde se cierra el círculo del Opus Dei: nadie puede hacer nada. Nadie es responsable de nada. Puedes hablar en la charla, con la directora, con la delegación, con la asesoría, escribir a Roma… pero nadie puede hacer nunca nada.

Esa es, desde mi punto de vista, la maldición del Opus Dei. De vez en cuando hay gente buena, con ideas, con ganas de ser y hacer de verdad, pero habrá alguien que les pare los pies, o alguien que les diga que eso no depende de mí, ni de ti. Que los buenos no hagan nada. Y que el Opus Dei finalmente muera por inanición. A día de hoy el Opus Dei tiene poder, dinero, personas que dan órdenes y gente que acata esas órdenes,… pero no se puede vivir sin cabeza y sin corazón.

Dudas





¡Gracias!.- Copinol

Una vez más quiero agradecer la existencia de Opuslibros y el trabajo de Agustina.

Leyendo el escrito de Novaliolapena y releyendo una vez más su historia, me parece revivir mis propios pasos hace más de 20 años. ¡Gracias por tu testimonio y Gracias a Dios nos fuimos!

Alicia (Copinol) 





Los ingredientes de los crespillos.- Gervasio

 

Los auténticos crespillos barbastrinos

 

Me sorprendió que tanto Fueraborda como Arancha —de la que Agustina informa que era administradora—, enumerasen como ingrediente básico de los crespillos la espinaca. Me sorprendió, porque tenía por seguro que el elemento básico es la hoja de borraja y no la de espinaca.

 

Para salir de dudas acudí a Google y me encontré con un artículo publicado nada menos que en el “Heraldo” de Aragón, curiosamente también de fecha de 27-III-2017 titulado Receta Aragonesa de Crespillos. Señala como ingredientes: 40 hojas de borraja; 3 huevos; 125 gramos de harina; 75 mililitros de leche; 50 mililitros de anís; aceite de oliva virgen extra; 2 cucharadas de azúcar; hojas de menta. Los famosos crespillos aragoneses indica el artículoson un dulce tradicional típico de la provincia oscense. Y continúa: A ellos rinde homenaje cada año la popular Fiesta del Crespillo de Barbastro, declarada recientemente Fiesta de Interés Turístico Regional por la DGA. No sería de extrañar que la Fiesta del Crespillo de Barbastro haya sido promovida por gentes del Opus y que la receta que proporciona el “Heraldo” provenga de alguna administradora cualificada del Opus. Todo es posible en Barbastro.

 

Es posible que las administradoras de las casas del Opus, ante la dificultad de encontrar borrajas en el mercado, utilicen en su lugar espinacas; pero la espinaca no deja de ser un sucedáneo, que comunica otro sabor. El sabor de la borraja es delicado y tirando a dulce y su cultivo es típico de los regadíos de Aragón. La espinaca, en cambio, es amarga y poco barbastrina. He oído decir —pero no sé si se trata de un rumor infundado— que en Japón estuvieron a punto de sustituir la espinaca —que a su vez es sustituta de la borraja—, por una alga típica de allí; pero tras ser llamados al orden y reflexionar, renunciaron a semejante pretensión por considerarla un atentado contra la unidad de la Obra. Se empieza por ahí y se acaba Dios sabe cómo. Según Solitudine los del Opus tienen muy difícil lo de cambiar o diversificarse. Si triunfase el ala más progresista del Opus Dei, se lograría quizá mayor aperturismo en este campo, que afecta —todo hay que decirlo— a un elemento tan básico y central del crespillo como es su componente vegetal. El elemento vegetal —hay que reconocerlo— sustenta y soporta toda la gacheta. No es un ingrediente accidental y secundario, que puede dar pie a una mayor flexibilidad y a un moderado aperturismo.

 

No estoy de acuerdo con Fueraborda en que en el Opus Dei se utilizase o se utilice engrudo en vez de gacheta, cuyos ingredientes —los de la gacheta—, según Arancha, son harina, leche, huevo y azúcar, con una cucharadita de levadura; levadura que está ausente en la receta del “Heraldo”. Déjeseme por una vez romper una lanza a favor de la Administración, que bastante se han metido conmigo en esta web por haberla dejado en mal lugar en otra ocasión (Cfr. El servicio doméstico en las familias de vínculo sobrenatural). No utilizan engrudo. No.

 

Tampoco estoy de acuerdo con que deba usarse aceite de oliva virgen extra, porque proporciona sabor aceituzo y pesadez al postre. A mi modo de ver el aceite virgen extra —con sus distintos sabores, según la variedad de la aceituna— se presta a ser ingerido crudo, como sucede en los aliños de las ensaladas y en otros platillos que se sirven fríos y rociados con aceite. Utilizarlo para freír alimentos me parece propio de quienes se dejan influir por propaganda comercial o les gusta la fritanga aceitosona y olorosa. Mejor utilizar un aceite refinado, de esos que no saben a nada y apenas tienen cuerpo ni casi existencia. Aceite refinado no es sinónimo de mal aceite. La función del aceite en este caso no es la de comunicar sabor, sino la de dar textura sólida y esponjosa a la gacheta. Estoy seguro de que doña Dolores Albás de Escriba, que era una señora muy fina, con dos hermanos canónigos, freía los crespillos en un aceite debidamente refinado.

 

En cuando al anís y a la menta, me parecen ingredientes opcionales de la receta. Se pueden no utilizar o bien utilizar otros como, vainilla, ron viejo, polvos de café instantáneo o de soconusco, Controy, etc. Los crespillos pueden hacerse al gusto. El numerador ha de ser el mismo, pero el denominador puede ser diversísimo. Nuestro Padre era muy amante de la libertad. También podíamos elegir incluso entre echar o no echar azúcar al café. En el Opus Dei apenas hay reglas.

 

La presentación de los crespillos sobre un tapete de blanco lino a la hora de servirlos es todo un reto, que demuestra mucha seguridad en uno mismo, por no decir atrevimiento y arrogancia, porque el aceite no debe manchar la tela, lo cual es sumamente difícil de lograr. La gacheta ha de estar muy fría al introducir el crespillo en la sartén, para que efectivamente quede crespo, como su nombre indica. Quizá el afán de que el aceite no manche el lino, explica que se espolvoreen excesivamente con azúcar, praxis de la que se queja Fueraborda. También cabe el truco de ocultar con azúcar las manchitas de aceite. Ten en cuenta, querida Fueraborda, que —lo mismo que en el caso de la celebración de un santo o de un cumpleaños— no se trata tanto de agradar al homenajeado, sino de que la Administración luzca sus habilidades. Estaría por ejemplo muy feo decirles: dejaos de comiditas y poned unos buenos vinos. Saben hacer crespillos. La próxima vez que en el Opus te inviten a tomar crespillos, limítate a ponderar lo crujientes y crespos que están; cosa que se percibe igualmente por la magistral ausencia de pringue en el lino. Sacude discretamente el crespillo para eliminar el exceso de azúcar que encuentres  y para adentro.

 

Espero que algún jefazo del Opus Dei me agradezca  —vía Agustina— esta mi delicada digresión crítica sobre los crespillos, hecha con mi mejor espíritu constructivo y con todo mi acendrado cariño de ex. Ruego que no se me tome por un resentido que respira por la herida, porque ya no tiene a nadie que le mime con crespillos. Espero también haber contribuido a popularizar aún más la mencionada Fiesta del Crespillo de Barbastro, merecidamente declarada de interés turístico. Finalmente espero que Fueraborda no se me incomode o se me remonte. Y a todos: que disfrutéis de los crespillos barbastrinos. Son un vero bocatto di cardinale.

 

Gervasio




 

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