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 Libros silenciados: Evolución fundacional.- Gervasio

115. Aspectos históricos
Gervasio :

 

Evolución fundacional

Gervasio, 27/12/2021

 

Poco después de su llegada a Madrid en 1927, $anjosémaría comienza una labor de captación tanto de sacerdotes como de laicos. No se trataba de dos labores desconectadas. Los sacerdotes habían de atender a esos laicos y los laicos habían de buscar su atención espiritual en esos sacerdotes.

Como sabemos, la conexión entre unos y otros no funcionó al gusto de $anjosémaría. Llegó a decir de aquellos sacerdotes que habían sido su corona de espinas. Vamos, que le habían salido rana, dicho en terminología menos clerical. Recuerdo contándonos, cuando ambos vivíamos en Villa Tevere, que en cuanto les impuso ciertos compromisos —no concretaba en qué consistían esos compromisos: si en votos, en juramentos, en contratos, en promesas o en lo que fuese— comenzaron a desobedecerlo. Ese fue su gran pecado: la desobediencia. No es que fuesen malos sacerdotes. Es que no le obedecían, al menos en el grado y modo que él quería. En tema de obediencia €scrivá no era fácil de contentar…



Con los laicos le iba mejor. Fue entonces cuando se propuso extraer los sacerdotes de entre sus seguidores laicos. La que fuera Pía Sociedad de la Santa Cruz fue sustituida desde 1943 por la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sociedad que aún pervive, con idéntico nombre, en los estatutos de 1982. En virtud de la obediencia debida el seguidor laico de €scrivá debía y debe, aunque su vocación es laical, aceptar la recepción de órdenes sagradas, si €scrivá así se lo pide. Por razón de la libertad exigida por el Derecho canónico para acceder al sacerdocio, en un momento posterior esa obediencia ha sido atenuada con un “ordinariamente”: los numerarios ordinariamente —se dice— están dispuestos a recibir órdenes sagradas, si el Padre así se lo pide.

Lo que no ha sido atenuado es que la llamada al sacerdocio ha de recaer sobre personas que, al ingresar en el Opus Dei, no tienen la pretensión de ingresar para ser sacerdotes incardinados en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Que su compromiso incluye “ordinariamente” estar dispuesto a recibir órdenes sagradas, si el Presidente de la Sociedad sacerdotal de la Santa Cruz así se lo pide; eso se les comunica después. La razón de este modo de proceder, a mi modo de ver, deriva de que el fundador nunca quiso que su reclutamiento de jóvenes para el Opus Dei, se acabase convirtiendo en un reclutamiento de personas que aspiran al sacerdocio. El que lo que pretende en ser sacerdote, que ingrese en un seminario.

Lo primero y principal  desde aquel entonces fue buscar un obediente, un dócil. Posteriormente se le hace sacerdote. Antes se procedía al revés. Primero se buscaba un sacerdote y luego se le hacía —o al menos se intentaba— hacerlo obediente mediante juramentos, votos, promesas y cosas así. ¿Se resolvió así correctamente la obediencia de los sacerdotes en el Opus Dei? A mi modo de ver no. Un sacerdote es bastante más que una persona dócil. A eso hay que añadir que en el Opus Dei están algo viciadas tanto la práctica de la obediencia como la del ejercicio del mando.

En valenciano se usa una palabra muy expresiva mandible, que proviene del verbo mandar. Mandible hace referencia a alguien sobre el que es fácil mandar, que es fácil de manejar, al que incluso le gusta recibir y ejecutar órdenes. €scrivá era todo lo contrario de una persona mandible. Por encima de él sólo estaba Dios. Además, siempre demostró tener “dotes demando”, esa cualidad tan apreciada en la vida militar. Y no sólo tenía dotes de mando, sino que mandaba en nombre de Dios. ¡Menuda mezcla! Ese es, entiendo, el principal defecto que tienen tanto el mando como la obediencia dentro del Opus Dei. De ese tema ya hablé en mi colaboración sobre la prokynesis—o por mejor decir proskínesis—, publicada en 12 de julio de 2010, bajo el título El dolo en el Opus Dei. Pero ese no es el único defecto que tienen el mando y la obediencia en el Opus Dei, sino más bien su raíz. Voy a ilustrarlo con ejemplitos, porque así es como mejor me sé explicar.

El rey Juan Carlos, como bien conocemos por la prensa, se encuentra actualmente en apuros y refugiado en la Península Arábiga. Se le acusa de haberse enriquecido indebidamente. La imputación no consiste tanto en considerarlo implicado en turbios negocios, sino en haber abusado de su cargo para enriquecerse. Recuerdo cuando unos empresarios de Mallorca le regalaron un costoso yate. ¿Se lo regalaron por su cara bonita? No; sino porque era el rey de España. Tan llamativo e improcedente fue considerado el regalo, que se deshizo de él al poco tiempo. Casi lo rechazó. No recuerdo bien el desenlace del caso. En Inglaterra está muy regulado todo ese tema de los regalos, tanto a los miembros de la familia real como al primer ministro, como a otros cargos públicos. El primer ministro debe entregar los regalos que recibe a Patrimonio. No puede quedarse con ellos. A mí, en razón de mi cargo, no me han regalado ni un jamón. ¡Qué pena ser uno tan poco importante! Miento: me regalaron una vez un calendario.

Pero el fundador sí que era persona importante. Nos convenció a todos y a todas de  que él era más importante que papas, cardenales y obispos, etc. Deses hai moitos, decía, pero fundador del Opus Dei sólo hay uno. El día de su cumple —el nueve de enero— la región de España debía regalarle —hablo de épocas muy lejanas— un millón de pesetas. ¿Qué hacía con el millón? Y sobre todo ¿a título de qué había que “regalárselo”? Con el millón, es de suponer, hacía cosas muy santas. Es típico de las esposas de los Jefes de Estado y de Gobierno estar ocupadas e involucradas en múltiples tareas de beneficencia, de caridad, humanitarias, ecológicas y por ahí p'adelante. Si no directamente a ellas, sí se les puede regalar algo para su benéfica fundación. Se disimula un poco.

A Carmen, la hermana del fundador, hubo que ponerle un chalecito en Roma. Natural. No se podía consentir que la hermana de persona tan importante como el fundador viviese de cualquier manera. Y la Tía Carmen venía a ver cine a Villa Tevere cuando había sesión. Natural también ¿no? Los dos hermanitos juntitos, y todos tan contentos. Pero ¿Qué pintaba allí, digo yo, aquella señora? Y ¿por qué no podía llevar yo a mi Tía Conchita?

Al fundador le apeteció tener un título nobiliario y todos —todos los que podían hacer algo por ello— a conseguírselo. En una nota explicativa que se envió a todos los centros se aclaraba que eso “no ha costado ni céntimo al Opus Dei”. Dinero quizá no, pero gestiones y tiempo que pudieron haberse dedicado a algo menos contraproducente y negativo para la imagen del Opus Dei, sí. Eso, sí.

El fundador fomentaba ese clima de adulación, con consideraciones como esta: “si fueseis listas —o pillas o lo que dijese— me pondríais un vino del bueno y caro, y me lo serviríais en una jarra sin etiqueta para disimular que es un vino caro”. Eso me parece que fue pedir demasiado. Todo tiene un límite. Hacer algo así, sin que se note, no. Eso, no. Y menos esperarlo de la Administración.

Un último ejemplo, para no centrarme siempre en el fundador. Hace referencia a la almohada del director de la una delegación. Debía guardar cama por enfermedad. Qué cavilaciones y peloteras se armaron con la almohada en la que había de recostar su cabecita. Había varias teorías sobre el particular y mucha emulación en conseguir la almohada más acertada. No sigo para no alargarme demasiado. En este caso, con buen criterio, el director de la delegación mandó a todos —ellos y ellas— a paseo. Están chiflados, decía.

Situándonos ya en el terreno de “la labor” nos encontramos con que el binomio mando-obediencia va por los mismos derroteros. De tontería en tontería, de disparate en disparate y de oca en oca y tiro porque me toca. Me estoy divirtiendo demasiado.

A una persona del Opus Dei se le puede pedir cualquier cosa —salvo lo mencionado del vino— para que la lleve a cabo como “labor personal”, como “labor corporativa” o como lo que sea. “Hazte cargo de tal revista, como le dijeron a Antonio Fontán o comienza una Universidad, como le dijeron a Ismael Sánchez Bella. O hazte con una esmeralda que al Padre le gustó. Y el seguidor del Opus Dei “ordinariamente” lo hace. Al superior nunca se le dice que no, “ordinariamente”. Y si alguien le dice que nones, se busca a otra persona que diga que sí y asunto zanjado. Siempre hay voluntarios. Por supuesto, los del nones quedan mal.

¿Consiste la virtud de la obediencia en practicar y cultivar esta relación superior súbdito? ¿Consiste la virtud de la obediencia en estar siempre a disposición de los superiores, siempre en stand by?

En Villa Tevere había unas cuantas personas que debían estar siempre pegadas al teléfono por si el padre las llamaba. Esa actitud es cosa de secretarios, secretarias y en general de subalternos. Me parece que ese oficio tiene poco que ver con la virtud de la obediencia. En eso ha acabado el numerario —en ser una persona disponible, mandible— y no en alguien que trabaja y se realiza en una profesión cualquiera, ajena a los intereses inmediatos del Opus Dei. Es significativo el caso de Gregorio Ortega. Otro caso curioso es el de Carlos Llano. ¡Qué numerariez, pardiez!

—¿Cómo se llama usted?

—Me llamo Numerario, para lo que usted guste mandar.

—Pues ¡olé tu madre! Tú, numerario. A cumplir la voluntad de Dios.

Los superiores no son Dios, ni el Opus es todo lo que existe en este cochino mundo, al que por supuesto amamos apasionadamente. Con los numerarios laicos al final acaba pasando lo mismo que con los numerarios sacerdotes. Lo importante es que sean mandibles.

En descargo de Mons. Eijo y Garay que efectuó la primera aprobación del Opus Dei —frente a las acusaciones de Gillaume en su escrito de 27-VI-2014—,cabe alegar que el Opus Dei que él aprobó en 1941, fue un Opus Dei constituido en asociación de laicos. Carecía de sacerdotes. En ella el presidente general podía ser un laico. El único sacerdote que había era €scrivá.  En caso de fallecimiento, la elección habría de recaer sobre un laico. El reglamento consideraba la posibilidad de que un socio del Opus Dei fuese ordenado sacerdote, en cuyo caso —se aclaraba— el tal sacerdote no dejaría de ser del Opus Dei.

Nada hay que objetar a que un equipo de fútbol e incluso un partido político, el ejército u otra institución típicamente laical sean asistidos espiritualmente por un capellán o por un cuerpo de capellanes. Lo que sí es objetable es que los sacerdotes sean sus jefes en materia futbolística, militar o política.

Cuando €scrivá decidió prescindir de los sacerdotes que eran su corona de espinas, y ordenar en su lugar a algunos numerarios, lo que don Leopoldo Eijo y Garay le propuso fue que esos nuevos sacerdotes tuviesen la consideración de capellanes, ordenados a título de patrimonio. Era lo lógico. En tal caso los sacerdotes del Opus Dei ejercerían su sacerdocio en calidad de simples capellanes —sin funciones de mando—, siendo, por supuesto, él —el Padre— el Capellán Mayor. Tendría en tal caso que renunciar a cualquier papel directivo en las actividades seculares de sus seguidores laicos. Eso era pedir peras al olmo. A €scrivá no le convenció ni le gustó nada esa idea. Me parece que hasta tuvo revelaciones fundacionales. Quería mandar no sólo sobre las actividades de sus sacerdotes, sino también sobre las actividades, incluso seculares y profesionales, de sus seguidores laicos, por supuesto con el máximo respeto a la libertad en cuestiones temporales. Pero tú, médico, por supuesto con el máximo respeto en cuestiones temporales, te trasladas de Madrid a Salamanca a ejercer la medicina. Y si estás a punto de descubrir la piedra filosofal, pues lo dejas. ¡Qué horror eso de convertirse en un mero Capellán Mayor para la asistencia espiritual de una asociación de laicos en la que cada uno va a su bola! Eso de ser capellán ya lo tenía en la Damas Apostólicas y en el Patronato de Santa Isabel.

Prefirió configurar su fundación como una institución en la que la línea de mando corresponde a los clérigos. Fue sucesivamente Sociedad clerical de vida en común sin votos públicos de carácter diocesano (1943) y poco después Instituto secular, también clerical, de Derecho pontificio(1947).

Tampoco aquí cabe reprochar a Eijo y Garay la erección diocesana de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, cosa que hizo en 8 de diciembre de 1943. La tal erección diocesana obtuvo, no obstante ser diocesana, los previos nihil obstat tanto de la Sagrada Congregación del Santo Oficio en 29-IX-1941, como de la Sagrada Congregación de Religiosos de Religiosos en 11-X-1943. Desde luego no se presentó para el nihil obstat el reglamento de 1941, sino otro texto muy distinto, escrito en latín, que puede leerse en Giancarlo Roca LOpus Dei. Apunti e Docuenti. Per una Storia (Documento nº 10). Ni de lejos se dicen cosas como: El espíritu de la Obra es que sus socios varones ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección, tal como afirma el Reglamento de 1941 (Cfr el nº 28, Espíritu). Tampoco se habla de esas sociedades auxiliares tapadera manejadas por el Consiliario. El Opus Dei es presentado como un complemento de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, que se constituye y rige por sus propios estatutos (nº 20).

El Opus Dei es considerado una Asociación Católica de hombres y de mujeres que viven en medio del mundo, donde buscan la perfección cristiana y de donde provienen los sacerdotes de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz. Para poder incardinarse en la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz hay antes que haberse ejercitado en el apostolado del Opus Dei. Lo que es objeto de erección es una Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, sin que en su denominación oficial aparezca el sintagma Opus Dei. El Opus Dei no es objeto de erección. El Opus Dei ya había sido objeto de aprobación —no de erección— en 1941. Esa aprobación no se trasforma ahora en erección. Lo que es objeto de erección es una sociedad sacerdotal integrada por sacerdotes provenientes del Opus Dei. En lo sucesivo lo que será objeto de aprobación o de erección será el conjunto de ambas entidades.

En 1982 la fundación de €scrivá fue configurada como prelatura personal, institución igualmente de naturaleza clerical. No hace falta decirlo, porque “prelaturas personales laicales” no están previstas. En una institución diseñada para clérigos. Esta última configuración es la más clerical de todas ellas. En vez de contemplar la situación de unos sacerdotes que atienden espiritualmente a unos laicos cuyas actividades —como consecuencia de ocupar cargos oficiales y en general puestos de dirección, como decía el Reglamento de 1941— pueden hacer mucho bien desde ellos, lo que esos laicos hacen es cooperar orgánicamente con unas actividades sacerdotales, que lógicamente no pueden consistir en acaparar cargos oficiales y puestos de dirección, sino actividades como la enseñanza, la beneficencia, etc. El giro copernicano de la tierra en relación el sol es nada comparado con el giro de la relación de los clérigos con los laicos dentro del Opus Dei. Los laicos, a ocuparse en actividades clericales.

La dificultad de base de esa relación deriva de la incompatibilidad entre el “espíritu del Opus Dei” y una línea de mando clerical.  El espíritu de la Obra es que sus socios varones (Las mujeres tipo Angela Merkel, curiosamente quedan excluidas) ocupen cargos oficiales y, en general, puestos de dirección, dice con una ingenuidad conmovedora el nº 28 (Espíritu) de su Reglamento de 1941. En consecuencia no les corresponde estar al servicio y en función de unos clérigos.

Las cosas se fueron solucionando —o se fueron al garete, según el punto de vista—al desvirtuarse la figura del numerario. El numerario se parece cada vez más a la figura de un diácono que está en preparación para el sacerdocio. El numerario laico no puede decir misa ni confesar, pero sí llevar charlas de dirección espiritual e impartir charlas colectivas distintas de la tradicional prédica u homilía, porque no tienen lugar en una iglesia u oratorio. El sacerdote habla en el oratorio y conversa en el confesonario; el laico o la laica hablan y conversan fuera de esos lugares y lo hacen más informalmente. El numerario laico es también el que presta sus servicios como oficial o incluso como chófer en Comisiones y Delegaciones. El numerario laico también se utiliza como profesor en los colegios de segunda enseñanza y otras “labores”, en clubs juveniles. Etc.

La cosa terminó en que el numerario ya no trabaja por su cuenta y a su aire en tareas seculares, en bien y para la cristianización y evangelización de la sociedad, sino como un probo y leal secretario particular de la directiva de una prelatura personal. Trabaja en sus labores. Profesión: sus labores.

Gervasio




Publicado el Monday, 27 December 2021



 
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