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 Libros silenciados: La fuerza de la palabra.- Gervasio

115. Aspectos históricos
Gervasio :

 

La fuerza de la palabra

Gervasio, 12/01/2022

            La fuerza de la palabra tiene su máxima expresión en la Eucaristía. El sacerdote dice esto es mi cuerpo y lo que era pan, sin perder la apariencia de pan, se convierte en el cuerpo de Cristo. Tal es al menos lo que creemos los católicos. También —me han dicho— los anglicanos, aunque niegan que se produzca una transubstanciación. Tal sucede más o menos con los demás sacramentos. Con ellos se cambia la realidad mediante signos o palabras. Pero a continuación hay que parar el carro. Sacramentos aparte, hay que parar el carro…



            Cosa distinta sucede en el juego. Jugando con un niño, recuerdo que decidimos trasformar un guijarro en ratón. Con los niños se hacen cosas de este estilo. Uno de mis juegos preferidos de niño era ser profesor. Cuando jugábamos a escuelas todos queríamos desempeñar el papel de profesor. El papel de niño escolarizado estábamos hartos de desempeñarlo. Hay muchos juegos de rol, como ahora se dice. A las personas mayores les gustan más las novelas. En ellas hay unos personajes ficticios, pero capaces de conmover. La lectura de la vida de un personaje de ficción puede conmover hasta las lágrimas. He visto a la salida de un cine gentes todavía llorando o con ojos enrojecidos. Un personaje de ficción puede influir en nuestra vida.

            Luego está el personaje de ficción, pero no tan de ficción. Porque hay personas de carne y hueso que quieren imitar a otras personas, también de carne y hueso. A veces se trata de un personaje famoso actual o histórico. Recuerdo a un chaval que se vestía de Elvis Presley y adoptaba sus mismas largas patillas y su pelo engominado. Le servía para cantar y bailotear en bodas, bautizos y primeras comuniones. Es frecuente tomar como modelo al propio padre.

Todo esto que acabo de traer es introducción para centrarme a continuación en todo un personaje muy propio de esta web: $anjosemaría. Escribo $anjosemaría con ese de dólar y su apellido €scrivá, con € de euro, para resaltar que en $anjosemaría la santidad está muy unida al dinero; dinero, por supuesto, para hacer cosas santas y buenas. €scrivá tenía varios modos de firmar: Mariano, José María, Josemaría y quizá algún otro. También adoptó por nombre no sé qué de San Juan de la Cruz, en su época de terciario carmelita. Lo de unir José con María —nos explicó—  lo hacía porque le gustaba considerar a la Virgen y a San José como a un matrimonio muy unido. Yo escribo su nombre y apellido del modo indicado por parecida razón: para resaltar la feliz unión de la santidad con el dinero. Han de ir muy uniditos. Un camino ciertamente innovador. Es el primer santo con esta fisonomía.

De ahí que nos desaconsejaran imitar a otros santos que no fuesen él. Los santos —nos enseñaban— sirven como intercesores; pero no son personajes a imitar. Ya en vida se proclamaba que él era el camino reglamentario para llegar a Cristo. La idea era difundida por Álvaro del Portillo, su gran valedor. Cristo es el Verbo encarnado y €scrivá es el mismísimo espíritu del Opus Dei hecho carne. Menudo paralelismo. Un paralelismo igualito al que le pasaba a la esposa del presidente de una comunidad de vecinos, que se consideraba la “primera dama” de la comunidad, del mismo modo como Jacqueline Kennedy también lo era de los Estados Unidos. En España existe la expresión es como comparar a Dios con… unos prosiguen con un gitano; otros, con uno de Pontevedra… etc. Vamos, que es comparar a Dios con un hombre. En el Opus Dei $anjosemaría es el único santo que puede ser utilizado no sólo como intercesor, sino también como modelo a imitar.

Se comprende bien que en 1982 el voto de pobreza se haya sustituido por la virtud de la pobreza. Se trata de una virtud que se sacó de la manga el Fundador, porque en ningún tratado de moral aparece clasificada la pobreza como virtud. Es una circunstancia exterior al hombre y no un hábito operativo, cual es la virtud. En el mundo hay ricos y pobres. Eso no conlleva la división del mundo en virtuosos y no virtuosos. Tal sucedería si la pobreza fuera una virtud. Pero no lo es. No es una virtud, sino un consejo evangélico: si quieres ser perfecto vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Después sígueme (Mateo 19, 21). Más claro, el agua.

 A partir de un determinado momento $anjosemaría decidió abandonar los consejos evangélicos entre ellos el de la pobreza. Estaba en su derecho. Cada fundador funda lo que le sale de… del alma, vamos a decir. Pero que no nos venda la burra de que la pobreza no hay que tomarla por consejo evangélico, sino por una virtud. Eso no cuela. El consejo evangélico de la pobreza está muy claro —es el más claro de los tres— y lo demás son pamplinas y armas al hombro. La fuerza de la palabra no alcanza a transformar en virtud algo que no lo es.

Sin embargo hay ciertas cosas menores que se producen en virtud de la fuerza de la palabra. Tal sucedió con el nombramiento de Santa Catalina de Siena como intercesora del Apostolado de la Opinión Pública. Lo decidió €scrivá durante una noche de insomnio, me parece que fue, y ya está. Santa Catalina no tuvo que tomar posesión del cargo de intercesora, ni cosa que se le parezca. Por no tener no tuvo siquiera la posibilidad de rechazar tal honor.

{Recuerdo que en una tertulia le pregunté un día al Padre:

            —Padre, ¿le parece bien que busquemos la intercesión de los santos?

La respuesta fue más o menos así:

—Me gusta tanto, que ayer mismo he hecho intercesora del Apostolado de la Opinión Púbica a Santa Catalina de Siena.

     Y prosiguió con algo más.}

Lo mismo les pasó con San Miguel, San Gabriel y San Rafael. No tuvieron la oportunidad de oponerse a su nombramiento como patronos. A Federico García Lorca le quisieron erigir un monumento en la ciudad de Granada; pero las dos hermanas que lo supervivieron, se opusieron a ello. La ciudad que le dio muerte —dictaminaron— no es ciudad a la que corresponda levantarle un monumento. Pero los intercesores y patronos no tienen hermanas que los defiendan. Me estoy divirtiendo demasiado. Estaba con lo de “la fuerza de la palabra”.

Mediante la palabra el Fundador trocó el secreto en discreción. Puro eufemismo. Posteriormente un buen día mediante un ucase, insertado en la revista Crónica acabó con la discreción. La enterró. Hasta había que odiar esa palabra que tuvo sus momentos de esplendor. El secreto también se disfrazó de virtud: la virtud de la humildad colectiva. La humildad colectiva no desapareció por ucase. Se fue dejando de hablar de ella poco a poco. El secreto no daba el pego disfrazado de virtud. Además resultaba ofensiva: vosotros no tenéis humildad colectiva; nosotros, sí. Sólo tenéis humildad individual.

Un buen día el silencio menor pasó a llamarse tiempo de silencio de la tarde. No fue por eufemismo. Suena mucho mejor silencio menor. Con ello lo que se pretendió resaltar es  que no somos religiosos, sino cristianos corrientes. Es nominalismo puro y duro. Hay que repetir mucho ese eslogan con la esperanza de que alguien se los acabe creyendo. Hay que repetirlo continuamente. Tanto más se repite, tanto más se pone de relieve que la realidad es muy otra. Cuando algo es evidente, no hace falta repetirlo tanto, a todas horas y venga o no a cuento.

Florentino Pérez Embid (q.e.p.d.) decía que el Fundador tenía algo a modo de poder taumatúrgico. Si afirmaba, por ejemplo, hay que envolver el mundo en papel impreso, uno casi llegaba a ver el mundo en forma de esfera, envuelta en papel de periódico. Su palabra tenía fuerza ciertamente. Pero sobre todo conocía muy bien el arte de convertir las mentiras en verdades. ¡Qué explicaciones daba ocultando los datos principales! Incluso, como vimos, ocultaba que ocultaba. Ocultaba las constituciones del Opus Dei y muchos otros documentos y muchas otras fuentes de información. El taumaturgo tiene que ocultar sus trucos. No le he descubierto ni mucho menos todos los suyos. No más el viejo truco denegar de plano  y con mucho aplomo lo que nos entra por los ojos. O bien, asegurar que estamos viendo con toda nitidez algo que en modo alguno vemos; lo del traje del emperador que en realidad se pasea en paños menores.

Confesar y predicar son dos pasiones dominantes de un sacerdote, les decía en su predicación sobre todo a los sacerdotes diocesanos. Lo afirmaba contundentemente, precisamente porque sabía que es lo que menos les gusta. Tal nos contó.¿Qué se pretende con el truquillo? Que el sacerdote en cuestión se sienta movido a comportarse en consecuencia, según un modelo ideal de sacerdote. Esa frase tiene mucha más fuerza que decir: los sacerdotes deben  confesar y predicar, aunque no sea lo que más les agrade de su ministerio. O bien, hay que sentarse a confesar, aunque ya sabemos que es un peñazo. El Fundador tanto de palabra como por escrito casi nunca utilizaba el modo subjuntivo ni el condicional. Era contundente. Verbigracia que cada una haga lo que quiera, no era lo suyo. Lo suyo era: cada uno hace lo que quiere. Tres son las pasiones dominantes de los hijos de Dios en el Opus Dei: dar doctrina, dirigir de un modo u otro las almas que se acercan al calor de nuestros apostolados y amar la unidad de la Obra. Son palabras textuales suyas. Delatan que la realidad es la contraria. En el Opus Dei no nos aburrimos nunca, ídem del lienzo. Etc.

En la revista Crónica todo lo que se narra es pura idealización. No se narra lo que pasa sino lo que debería haber pasado. Lo mismo sucede con la Historia de la Obra. En ella todo resulta artificial. En la revista Noticias se repite mucho ¡Qué contentas estamos! Hay que decir que en el curso anual uno se lo ha  pasado fenomenal y descansado un montón, que le encanta hacer proselitismo, etc. Por eso la vida en la Obra acaba resultando muy artificial, lo mismo que las tertulias.  Recuerdo una en la que cada uno de nosotros teníamos que contar una anécdota apostólica, porque el apostolado es lo que más nos divierte y satisface  y el tema preferido de nuestras conversaciones.

Y lo dejo para no alargarme más.

Gervasio




Publicado el Wednesday, 12 January 2022



 
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