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 Correos: Hontanar no llegó a los 60 años.- Gómez

115. Aspectos históricos
Gómez :

Hontanar comenzó a funcionar en la segunda mitad de los 60. Era el Centro Cultural Universitario non plus ultra de Colombia. Estaba situado en el barrio de más caché de Bogotá, el Chicó. Había sido casa del embajador del Japón. Ocupaba una manzana entera, en cuyos jardines, después de que los numerarios que hacían ahí en Centro de Estudios tumbaron una buena cantidad de matorrales, quedó el espacio suficiente para jugar partidos de fútbol de once contra once. Su director era David Mejía Velilla, numerario poeta, que pertenecería después a todas las Academias, Academia Colombiana de la Lengua, Academia de Educación, Academia de Historia Eclesiástica…

Era abogado canonista de la Universidad Lateranense de Roma y tenía su oficina para nulidades matrimoniales. Conseguía muchas donaciones con sus clientes y hacía grandes aportes a la Obra. Don Ugo Puccini, que después fue consiliario y más adelante obispo, lo ponía de ejemplo de lo que debía ser un numerario. Era el numerario ejemplar.

En Hontanar pitaron muchos muchachos de las familias más adineradas del norte de Bogotá, estudiantes del Colegio Cervantes, de los padres agustinos. Los padres agustinos fueron alguna vez a Hontanar y le preguntaron al director cómo hacía el Opus Dei para conseguir tanto seguidor entusiasta, y el director les dijo que con oración y sacrificio. Esa fue la información escueta que se dio a los de Casa en ese momento.

En 1969, Hontanar pasó a ser sede del Centro de Estudios, y llegó como nuevo director el ingeniero de caminos canales y puertos Rafael González Cajigas, egresado del Colegio Gaztelueta. Más adelante fue rector de colegios de Aspaen y de la Universidad de la Sabana. En sus tiempos de director de Hontanar era un tío muy simpático que llevaba a los numerarios que cabían en su escarabajo Volkswagen por los cerros orientales de Bogotá, los domingos por la tarde, para ver los arreboles y respirar algo de aire puro. Hontanar hervía los viernes y sábados a las 6:30 de la tarde, hora de la meditación para los chicos de san Rafael. Se llenaba el oratorio y muchos de los asistentes tenían que oír la prédica desde el corredor aledaño o desde la sala contigua. Las tertulias que seguían eran multitudinarias y a ellas acudían invitados especiales a hablar de diversos temas, como Pedro Domeq, de Jerez de la Frontera, algún general del Ejército colombiano supernumerario, escritores, músicos, pintores, escultores y estatuarios…

En una ocasión (1969) fue el presidente de la República, Carlos Lleras Restrepo, invitado por su ministro de Educación, Octavio Arizmendi Posada, el numerario más reconocido de la Región. Arizmendi había sido ya Gobernador de Antioquia y era un prominente líder del Partido Conservador Colombiano, tradicionalmente aliado con la Iglesia Católica. Lleras Restrepo era del Partido Liberal, tradicionalmente opuesto a la Iglesia, pero tenía en su gabinete ministerial personas de los dos partidos. Arizmendi era uno de los orgullos del Padre. Cuando iba a Roma, lo presentaba en las tertulias del Colegio Romano como «mi hijo ministro». Con motivo de esa visita presidencial, Lleras quedó muy bien impresionado. De regreso a Palacio elogió la «masonería» a la que pertenecía su ministro, según decían las malas lenguas. Arizmendi aprovechó para aclararle que la Obra no era una masonería como decían algunos, sino una institución de la Iglesia aprobada por el Vaticano y demás. También lo impresionó la figura de David Mejía Velilla, y le dijo que quería que él fuera el representante del presidente en la junta directiva de Colcultura. Colcultura había sido una creación de Arizmendi, como lo fueron también Coldeportes y otras instituciones que aún existen. Esa era la categoría de Hontanar y de la gente que por allí se movía.

Años después, dicen que, por el exceso de lujo de esa primera sede, que volvió entonces a manos del embajador del Japón, Hontanar se pasó a una casa del barrio La Merced, que había sido el mejor barrio de la capital colombiana en los años 40, pero ya no lo era. Muchas de las casas se habían convertido en sedes de embajadas y empresas o en clubes de abolengo. Esta sede quedaba cerca del centro de Bogotá y a una cuadra del emblemático Parque Nacional, a donde se podía salir a hacer deporte, a caminar por entre los árboles y a hacer la confidencia.

Esa sede, menos ostentosa que la primera, tuvo también mucha actividad de san Rafael, sirvió para cursos anuales y quedó después como sede de la labor de agregados, llamada entonces Las Colinas. Hontanar se pasó a una sede hecha para que ahí funcionara el Centro de Estudios, cuando después de la venida de don Álvaro se comenzaron a hacer nuevas sedes de las obras corporativas y se fue abandonando la costumbre de adaptar casas de familia. Esa construcción ocupa un lote de buen tamaño, no tiene espacio para jugar fútbol, pero sí basquetbol, y queda en la Transversal 3 # 54-50, en una zona cercana a Rosales, donde se han construido las torres de apartamentos más lujosas de Bogotá. Por notas publicadas en OpusLibros se sabe que en los últimos tiempos los numerarios que allí vivían no eran más de seis, tres de ellos sacerdotes y los alumnos del Centro de Estudios, muy pocos si se compara con los 20 o 25 del 69. Los vecinos no hablan de gran afluencia de muchachos y más recientemente dejaron de ver gente por allí.

Ayer finalmente aparecieron los letreros de «Sala de Ventas», que anuncian una torre de apartamentos de nombre Onírico, a cargo de la constructora Alianza, que ha levantado otros conjuntos de vivienda en diversas ciudades de Colombia. Como no se ha tumbado el edificio actual, todavía se ve a la entrada el letrero que diseñó el numerario Luis Borobio, arquitecto español que estuvo en Colombia durante quince años, y cuyo estilo es bien conocido por los letreros de Ingará, Urabá, Elarví, el cabezote de la revista Arco y numerosos cuadros y retablos de centros del Opus Dei. Tal vez allí queden todavía las hojas mecanografiadas por Borobio con apuntes de Lógica, Cosmología, Metafísica y otras materias del bienio filosófico, que sirvieron a varios de los alumnos de los 60 y los 70 para entender un poco mejor los tratados de Roger Verneaux.

Gómez




Publicado el Wednesday, 28 February 2024



 
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