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 Correos: Un hecho (más) realmente grave.- Libero

100. Aspectos sociológicos
libero :

Hace pocos días leí con detenimiento el documento aterrador de Carmen Tapia titulado "Tras el umbral. Una vida en el Opus Dei" en cuyo Capítulo X titulado "Represalias" se lee:

"A fin de que no interviniéramos como testigos en esta causa, lo mejor era alegar hechos que nos convirtieran en testigos no idóneos sin lugar a dudas. Por ello, no vacilaron al ser esas declaraciones secretas y estar convencidos de que nunca llegaríamos a conocerlas los interesados, en atacar con calumnias bajas y ruines referidas a conductas sexuales. Así lo demuestran las declaraciones hechas sobre mí por monseñor Javier Echevarría, vicario general del Opus Dei, aparecidas en las páginas 610 y 611 del Sumario del Proceso Romano sobre la Causa de Beatificación de monseñor José María Escrivá que trascribo a continuación, y que se refieren a mí.

'2.347. Desgraciadamente no debió ser así, porque al cabo de los años intentó la perversión de unas cuantas mujeres con las peores aberraciones. El Siervo de Dios, apenas tuvo conocimiento de algunos hechos, llamó a Carmen Tapia -que estaba en Venezuela- a Roma; aquí le anunció que no volvería a ese país, y por su reacción dedujo que había cuestiones más importantes que las ya conocidas, en las cuales había involucrado a varias personas. Ante tan horrenda depravación, que costó mucho llanto al Siervo de Dios por las gravísimas ofensas al Señor, y que trató de reparar con una constante oración y penitencia, dijo a esta mujer que tenía dos soluciones: pedir la dispensa, que se le concedería inmediatamente, o no pedirla, y entonces habría de someterse a un proceso, que sería enviado a la Santa Sede, quedando -como se merecía- completamente deshonrada por su extraviada vida. Aquella mujer pidió la dispensa; y como el Siervo de Dios comprendió que era una persona sin conciencia, le advirtió que si calumniaba a la Obra con su corrupción, no habría más remedio que informar sobre quién era la calumniadora. Hemos sabido que, desgraciadamente, esta mujer ha seguido por esos desastrosos derroteros'.

La falta de caridad manifiesta hacia un ser humano, como puede verse, es notoria. De haber sido verdad la "horrenda depravación" aludida, su misión de caridad era silenciarlo, a no ser que fueran a beatificarme a mí, en cuyo caso sí tendrían obligación de decir cuanto supieran. Pero no es cristiano que, para evitar que una persona pueda testimoniar en el proceso de monseñor Escrivá, se valgan de la calumnia y la difamación.

En medio de esta pesadilla, hay dos puntos que, por justicia, debe saber el lector: a) monseñor Escrivá jamás lloró por los pecados de nadie y no quería que se llorase por nada ni por nadie: "Tenéis que ser recias, hijas mías." Incluso hablando de su muerte solía decir: "El día que yo me muera, unas lagrimicas, porque somos humanos, pero luego ¡a trabajar, hala!"; b) MONSEÑOR JAVIER ECHEVARRIA, o Javi, como le llamaban familiarmente en el Opus Dei, NO FUE JAMÁS MI CONFESOR NI FUE SUPERIOR DE LA SECCIÓN DE MUJERES DURANTE LOS DIECIOCHO AÑOS QUE YO PASÉ EN EL OPUS DEI. JAMÁS HABLÉ YO CON ÉL CONFIDENCIALMENTE DURANTE TODOS ESOS AÑOS NI NUNCA. Él sólo presenció las broncas llenas de improperios que con motivo de mi dimisión me lanzó monseñor Escrivá, y fue él quien, por orden de monseñor Escrivá, recogió en acta las admoniciones que éste me hizo".

El texto transcrito es de tal gravedad que desde que lo leí hace varios dias no dejo de pensar en ello; fuera su declaración secreta o pública (en este segundo caso más grave si cabe) es de todo punto inaceptable que un sacerdote perteneciente a la Iglesia Católica hable así de nadie, absolutamente de nadie, sin prueba alguna, sin ningún motivo grave que lo justifique y mucho menos de alguien a quien no conoce de nada y solo sabe las delaciones (falsas o no, a estos efectos da lo mismo) de las que esa señora ha sido objeto, y de los insultos gravísimos (reproducidos en ese mismo libro) proferidos por José María Escrivá que le sirven a él, al declarante, para denigrarla.

Ésta, entre otras muchas de las que he sido testigo directo y víctima (palabra que detestaba profundamente Mons. Escrivá) es una prueba irrefutable de que en la Obra el fin justifica los medios, y el fin no es el bien de la Iglesia, no es el bien de las almas que se repite hasta la saciedad cuando se menciona el canon 1752 del Código de Derecho Canónico, sino que el fin es la propia Obra, su imagen, la institución y si alguien "muere" por el camino, eso no es para nada importante. Sé que lo que digo es fuerte pero a la vista está: si hay que evitar a toda costa que alguien declare en el proceso de beatificación por lo que pueda decir de negativo, hay que hacer lo que sea, todo es lícito porque se hace "para la gloria de Dios". No tengo que decir que me creo todo lo que Carmen Tapia dice respecto a la falsedad de las acusaciones, pero aunque hipotéticamente fueran ciertas, jamás y jamás nadie, como digo, puede hacer una declaración semejante y mucho menos una persona como él que actualmente representa mucho, nos guste o no, también en la Iglesia. Y nadie ha violado el secreto de esas declaraciones porque son públicas, se encuentran en la Congregación correspondiente y también en varias Bibliotecas de Universidades romanas en donde están al alcance de cualquier estudioso.

¿No habrá forma de parar esta locura?

Libero

Cuando había enviado el texto referido a las declaraciones en el proceso de beatificación, me encontré con otro hecho semejante, en este caso referido a Miguel Fisac, recientemente fallecido; y también aquí la historia se repite. En todo caso, cuando cierro la página y me voy, me produce un gran consuelo saber que a esta hora de la madrugada (la 1,39) hay 106 invitados y 2 miembros conectados (uno soy yo): cada vez somos más.

Libero




Publicado el Friday, 19 May 2006



 
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