Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Tras el umbral
Una vida en el Opus Dei
Autora: Carmen Tapia
Índice del libro:
I. Prólogo, presentación e introducción
II. Mi encuentro con el Opus Dei
III. Crisis vocacional
IV. Cómo se llega al fanatismo
V. Viaje a Roma
VI. Roma, la jaula de oro
VII. Venezuela
VIII. Roma II: retorno a lo desconocido
IX. Regreso a España
X. Represalias
XI. Retratos
XII. Los silencios
XIII. Bibliografía sobre el Opus Dei
XIV. Bibliografía general
 
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TRAS EL UMBRAL, UNA VIDA EN EL OPUS DEI. Carmen Tapia

CAPITULO X: REPRESALIAS

A la noche siguiente, les dije a mis padres y a mi hermano Manolo, que aún estaba soltero, que tenía que hablar con ellos. Les conté los hechos someramente. No bajé al detalle porque me sentía apenada. Cuando terminé el relato, mi madre y hermano se quedaron silenciosos, pero mi padre me dijo:

-No me creí una palabra de lo que me contaste al llegar, porque supe que algo parecido dijo Miguel Fisac, que es un hombre inteligente, y luego me enteré de varias de las faenas que le hicieron y le siguen haciendo los del Opus Dei.

No sé de dónde mi padre conocía a Miguel Fisac, pero siempre pensé que, por circunstancias profesionales, alguien le había hablado de él; mi padre era ingeniero industrial y él era arquitecto.


Correspondencia entre monseñor Escrivá y mi padre

Mi padre no hizo otro comentario. Sin embargo, al día siguiente, cuando llegó a casa a la hora de almorzar, me pidió que leyera el borrador de la carta donde reclamaba mis documentos personales. Este hecho lo indignó de una manera enorme y me repitió:

-No tienen derecho legalmente, hayas hecho lo que hayas hecho, a quedarse con tu documentación personal, porque ni en las cárceles hacen eso.

Aunque dirigida a monseñor Escrivá, fue Francisco Vives quien respondió a mi padre. A continuación incluyo ambas cartas:

Madrid. 4 de octubre de 1966

Excmo. y Revdmo. Monseñor. Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás.
Presidente General del Opus Dei
Viale Bruno Buozzi, 73
Roma (Italia)

Estimado Monseñor Escrivá:

Me permito enviarle estas líneas para rogarle tenga a bien indicar el envío a mi nombre y a la dirección del membrete, los siguientes documentos que mi hija María del Carmen dejó en Roma y que en la actualidad le son necesarios:

1) Tarjeta de identidad venezolana, válida hasta el año 1970, semejante a nuestro documento de identidad español -concretamente este documento lo tenía dentro de una agenda que le retiró la Srta. M. Morado-;

2) Certificado internacional de vacuna -es un librito de cubiertas amarillas- expendido en Caracas.

3) Papeletas de examen de la Escuela Central Superior de Comercio de Madrid y de otros Centros Oficiales de Enseñanza -Escuela Mecanográfica y Taquigráfica, Profesional de Mujer-, etc.;

4) Partida de Registro Civil y de Bautismo;

5) Boletín oficial del Estado Venezolano en el que constaba su nacionalidad oficial venezolana;

6) Certificado de Servicio social;

7) Título internacional de conducir -válido hasta abril de 1967- expendido en Caracas;

8) Aquellos otros documentos personales que este momento pudiera no nombrar yo expresamente, pero quelógicamente sólo tienen validez estrictamente personal, entre los que se encuentra, a título de ejemplo, un cuaderno de tapas negras, más papeles, documentos, etc. Que sólo a mi hija pueden interesar, por ejemplo también fotografías de tipo carnet, etc.

Le agradezco muy especialmente las molestias que mi petición lleva consigo y por supuesto cualquier reembolso que haya que enviar, le ruego tenga a bien indicármelo para que pueda dar yo las correspondientes órdenes, a fin de que le sea hecho efectivo de inmediato.

En espera de sus prontas noticias, le saluda muy atentamente.

Firmado:

Francisco-Javier Tapia Cervantes-Pinelo

 

FRANCISCO VIVES
Doctor en Derecho Civil y Canónico
Roma, 11 de octubre, 1966

Sr. D. Francisco Javier Tapia Cervantes-Pinelo
Ingeniero Industrial
López de Hoyos, 15, 5º, izda.
Madrid

Estimado Señor Tapia:

Se ha recibido su carta, de fecha 4 octubre, cuando Monseñor Escrivá de Balaguer estaba fuera Roma; sin embargo, he tenido ocasión de hablar por teléfono con Monseñor y, en su ausencia, deseo contestar a Vd. personalmente.

Le envío, con mucho gusto, las cosas que había aquí de Mª del Carmen.. Espero la ocasión del viaje próximo de un amigo, porque me parece que este sistema es más seguro que el del correo ordinario.

Siento de veras, en cambio, tener que decirle que las cosas relacionadas con la -estancia de su hija en Venezuela no puedo enviárselas, porque no me lo permite mi conciencia. Lo que acabo de manifestarle, indudablemente, requiere un, explicación, sobre todo si -además- se tiene en cuenta que con bastante probabilidad Vd. habrá recibido una versión los hechos notoriamente parcial y deformada.

Crea sinceramente que no quiero, con estas líneas, aumentar sus preocupaciones, sino contribuir al bien de su hija. Por eso, ahora me veo obligado a decirle que, si Vd. conociera algunos aspectos del comportamiento de Mª del Carmen en Venezuela, se quedaría profundamente apenado, porque no sólo se hizo daño a sí misma, sino que también perjudicó gravemente a otras almas.

Ahora comprenderá Vd. mejor el porqué no puedo enviar nada que tenga algo que ver con la estancia de su hija en Venezuela. Y ésta es igualmente la razón por la cual se desaconsejó por completo a su hija -y quiero que Vd. lo sepa el pensar en un posible regreso a Venezuela. Tengo que decirle con toda lealtad, que la marcha de Mª del Carmen a Venezuela podría dar lugar a cosas muy desagradables, porque allí saldrían a la luz hechos que hasta ahora -por consideración Vds., y por caridad con su hija- hemos silenciado celosamente, guardando la más absoluta discreción.

He querido, estimado Señor Tapia, ser claro y delicado pero no crudo. Para que Vd. se haga más cargo de la realidad de lo sucedido, sólo deseo añadir que, durante mucho tiempo se pusieron todos los medios para ayudar a su hija; y que, finalmente, ante su descamino, no hubo más remedio que instruir un expediente, cumpliendo las normas del Derecho Canónico, con la máxima justicia y caridad, y extremando en todo momento la delicadeza.

Espero que también sepa comprender el porqué no le habíamos informado de estos asuntos: hemos querido cubrir las miserias con el manto de la caridad, y buena prueba de esto es que ni siquiera a Vd. habíamos dado a conocer estos sucesos lamentables. Me consta, en cambio, que María del Carmen no guarda este silencio -y falta a la verdad-, cosa que me deja perplejo, porque la verdad, si dejamos que se sepa, es muy penosa para ella.

No quiero terminar sin hacerle patente mi profundo dolor por todo lo sucedido y la esperanza de que, por fin, -Mª del Carmen encauce su vida y olvide el pasado, como lo hemos hecho los que por deber hemos tenido que intervenir en este asunto.

Le saluda atentamente

Francisco Vives

En la carta de don Francisco Vives le incluían a mi padre mis papeletas de examen de la Escuela Central Superior de Comercio, el boletín de notas semanales del Colegio de las Dominicas Francesas en Valladolid y algunas otras papeletas de examen de estudios varios, pero nada más.

Yo no supe que mi padre había recibido esta carta hasta un par de semanas más tarde. Mi padre era un hombre muy pacífico, enemigo de la violencia, incapaz de herir a un ser humano. Era un buen compañero y un buen jefe. La gente, los obreros que tenía bajo su mando, lo querían enormemente porque sabían que trataba de ser justo siempre. No recuerdo haber oído a mi padre hablar mal de la gente. Siempre trataba de dar la razón "al otro" para calmar los ánimos. Incluso, cuando en la guerra civil lo denunciaron, jamás tomó una represalia con quien lo hizo. Pues bien, siendo así, al recibir esta carta del doctor Francisco Vives, a mi padre, no le cabía en la cabeza que monseñor Escrivá hubiera ordenado escribir algo semejante, que estaba seguro me podría herir mucho. Y tomó la decisión de ir a Inglaterra, donde, según se había enterado, el doctor Panikkar daba unas conferencias en Cambridge, para preguntarle si me mostraba a mí aquella carta o no. Motivó esa consulta el hecho de que él sabía que el doctor Panikkar era sacerdote, había sido mi guía espiritual y había dejado el Opus Dei. Que mis padres viajaran a Inglaterra, no me sorprendió, porque iban con mucha frecuencia por asuntos de trabajo de mi padre.

Raimundo Panikkar les dijo a mis padres dos cosas: una, que me la mostraran; y dos, que esa carta era una extorsión. Pero que yo tenía que estar enterada de su contenido.

Cuando regresaron, me dieron a leer la carta. Después de mi odisea de Roma, nada me extrañaba ya. Y entonces, a la vista de esa carta, les conté a mis padres con detalle mi tiempo en Roma y los insultos de monseñor Escrivá. Mi padre se quedó muy preocupado. Tenía miedo por mi seguridad física. Temía que me pudieran hacer algo. Se pensó muy seriamente en llevar el asunto por lo legal, porque a mi padre le daba miedo que atentaran contra mi persona. Mi padre quiso esperar varios meses, pero en el mes de marzo del 1967 creyó conveniente enviar otra carta a monseñor Escrivá.

De esa carta mi padre nunca obtuvo respuesta, pero, por el acuse de recibo, la carta fue recibida en Roma.

Madrid, 9 de marzo de 1967

Excmo. Y Revdmo. Monseñor Josemaría Escrivá de Balaguer y Albás
Presidente General del Opus Dei
Viale Bruno Buozzi, 73
Roma (Italia)

Muy Sr. Mío:

Acuso recibo de la carta del Dr. Francisco Vives de fecha 11 del pasado octubre, en la que contesta, en su nombre, a la mía del 4 del mismo mes; carta que me fue entregada a mano en mi oficina y acompañada de algunos de los documentos interesados en mi citada carta.

Desde aquella fecha he estado esperando a recibir los demás documentos personales de mi hija María del Carmen solicitados también en mi carta; pues confiaba en que, a pesar de cuanto indicaba el Dr. Vives en la suya, comprenderían Vds que por tratarse de documentos personales y de la estricta propiedad de mi hija, me debían ser devueltos.

Sin embargo, estos documentos no me han sido enviados y por ello le ruego, una vez más, disponga me sean remitidos a la mayor brevedad; por tratarse de documentos personales que ella necesita tener en su poder, hasta el punto de poder incurrir en responsabilidad legal al no hacerlo así y que por estos motivos y bajo ningún concepto se puede justificar que sean retenidos por Vds.

Respecto a las indicaciones que me hacen sobre posibles viajes de mi hija a Venezuela nada puedo decirles que a ustedes deba comunicar puesto que sólo Dios sabe el porvenir concreto de cada persona, y ni Vds ni yo podemos limitar, llegado el caso, su libertad de movimientos, ya que, -como Vds. bien saben- todos tenemos que respetar la libertad personal.

En espera de los documentos solicitados, le saluda atentamente,

Francisco-Javier Tapia Cervantes-Pinelo

Cuando trabajaba en la firma de abogados Garrigues, hacia finales de 1966, me llamó mi madre un día al despacho para decirme que la doctora Negrón y su esposo, el doctor Núñez, habían llamado por teléfono a la casa, pero mi madre, escaldada por su experiencia con Guadalupe, les dijo, muy asépticamente, que por favor llamasen por la noche, sin darles mi número del trabajo. Ellos le habían dejado su teléfono del hotel donde se hospedaban. Al enterarme, los llamé inmediatamente con gran alegría y quedamos en vernos esa misma tarde.

El encuentro fue realmente emocionante para mi. Les conté la odisea de Roma y añadí que, si por una parte tuve miedo de volverme loca, por la otra estaba aterrada con la posibilidad de que me encerrasen en un manicomio. Se miraron uno a otro y dijeron:

-Ahí está. ¿Te das cuenta?

La cuestión fue lo mucho que les extrañó que nunca respondiera a la serie de cartas que me escribieron. Ello unido a la actitud misteriosa de las superioras en Venezuela -por más que preguntaba Lilia por mí, nunca le decían dónde estaba- y a que también se hubieran llevado a España, sin explicaciones, a Ana María Gibert y a Begoña Elejalde. Lilia y su esposo pensaron muy seriamente, conociendo el estilo del Opus Dei, en la posibilidad de que me hubieran metido en un sanatorio para quitarme de en medio. La idea los espantó, pero no la desecharon, sino que decidieron ir a España. Al ser Lilia psiquiatra, pensaron que ellos eran las únicas personas que podrían sacarme de donde estuviera.

Lo primero que hicieron al llegar a Madrid fue llamar por teléfono a Beatriz Briceño, numeraria del Opus Dei que vivía en Madrid desde hacía bastantes meses, y preguntarle mi dirección. Beatriz dijo que no la sabía, porque yo vivía en un pueblito que no tenía ni teléfono. Naturalmente no la creyeron y, Lilia por un lado y su marido por otro, con el libreto del teléfono, empezaron a llamar a todos los "Tapia" que aparecían registrados. En uno de ellos les contestó mi madre.

Yo no podía dar crédito a lo que oía, porque la casa donde Beatriz Briceño vivía estaba justamente en la esquina siguiente a la casa de mis padres y, además, sabía por mi hermano el menor que Beatriz solía venir a casa de mis padres algunas veces. Es decir: Beatriz sabía perfectamente dónde estaba yo. ¿No sabía nada de mí?

Por supuesto que, al irse de Madrid, Lilia y su esposo fueron a despedirse de Beatriz y le hicieron saber con cierta soma que ya me habían encontrado y que "no vivía en ningún pueblito". Ellos fueron quienes me regalaron en 1967 el billete de avión para que viajara a Caracas, cuando terminé el trabajo de aquel año en Estados Unidos. En 1967 yo había dejado de trabajar con los Garrigues y había venido por vez primera a Estados Unidos, desde donde volé a Caracas en el mes de septiembre. Vivía en casa de Lilia Negrón y José Núñez. Ahorro al lector mis impresiones al regresar al país tan querido para mí y volver a encontrarme con muchas personas entrañables, entre ellas Cecilia Mendoza, que, siendo numeraria, dejó el Opus Dei porque no consintió en declarar en mi contra. Su marido, Tomás Gunz, suele decirme, bromista, que me está muy agradecido porque gracias a mí él conoció a su esposa.

El principal motivo de mi viaje a Caracas fue visitar al Excmo. señor nuncio y a S.E. el cardenal Quintero, a fin de anunciarles que monseñor Escrivá me había dicho que si regresaba a Venezuela él hablaría con el cardenal para explicarle "quién" era yo. El nuncio me escuchó en silencio y me dijo que no me preocupara, que "Dios veía en los corazones la verdad de los seres humanos". El cardenal Quintero, frente a mi insistencia de que me preguntara cuanto quisiera y en la forma que deseara, me repitió aquello de: "No se olvide, mi hijita, que los superiores también se equivocan."

De Venezuela regresé a España, donde me tuvieron que intervenir quirúrgicamente; y el tema del "Opus Dei" pasó a la historia. Al menos eso pensaba yo.


Estados Unidos

Años más tarde, ya en Estados Unidos y tratando de arreglar mi permanencia en el país, me tropecé con un problema inesperado al tratar de rellenar uno de los tantos formularios requeridos por Inmigración: tenía que decir cuáles habían sido mis trabajos y direcciones durante una serie de años, en los que entraban los de mi pertenencia al Opus Dei. Decir que había sido numeraria del Opus era más o menos como decir que había sido miembro de la YMCA. Al menos esta organización era y es aquí más conocida que el Opus Dei. Pero, además, como el Opus Dei, por ser Instituto Secular, no reconoce ningún status legal a sus miembros, era tanto como decir al Departamento de Estado e Inmigración que había estado en el limbo durante muchos años. Lo importante era "mi ocupación", qué había hecho. En cuanto a los domicilios no hubo problema, porque di los de las casas del Opus Dei donde había vivido. La dificultad era explicar a Inmigración los trabajos realizados. Dado que ahora trabajaba con uno de los profesores de la Universidad de California, en Santa Bárbara, el dean de estudiantes extranjeros me guió en este proceso y me aconsejó que lo mejor sería decir qué estudios había realizado yo durante mi permanencia en el Opus Dei. Y, al efecto, pedir al Opus Dei un certificado donde ellos constaran. Como es bien sabido, Inmigración y, en definitiva, el Departamento de Estado, pregunta sobre domicilios y trabajos previos a la solicitud de residencia permanente en Estados Unidos. Estos formularios son muy serios y no caben evasivas.


Correspondencia para obtener mi certificado de estudios

En las páginas siguientes van, por orden cronológico, toda la correspondencia oficial de la petición de este certificado de estudios al Opus Dei y la serie de respuestas que negaron sistemáticamente que yo hubiera realizado estudios mientras fui miembro de la Obra, respuestas que fueron dadas a organismos oficiales. También se incluye la explicación, un tanto confusa, que sobre este asunto envió el Opus Dei a la Santa Sede. En el texto del libro van copias de los originales de las cartas.

Este asunto era muy serio, porque iba quedando, en los archivos oficiales de la Oficina Internacional de esta universidad, un historial donde, por escrito, superiores del Opus Dei negaban lo que yo, en los formularios, había afirmado como cierto bajo palabra de honor. Si al cabo de pocos años mi expediente se revisaba, quedaba, a ojos vista, que yo era perjura.

Durante seis años luché por conseguir ese certificado de estudios y, al final, oficialmente, uno de los sacerdotes que había sido profesor nuestro en la mayoría de las asignaturas, comprendiendo el grave perjuicio que la negativa infundada de los superiores del Opus Dei podría acarrearme, incluso la deportación -en Estados Unidos no se juega con el Departamento de Estado-, consideró, en conciencia, que tenía que dármelo él, y así lo hizo. Desgraciadamente este hecho le trajo serias reprimendas de los superiores del Opus Dei: incomunicación total conmigo, entre otras personas, y amenaza de que si me dirigía la palabra, lo expulsarían de la Prelatura. Todo ello salpicado con el tipo de interrogatorios, aislamientos, etc., acostumbrados en el Opus Dei. De ahí que me vea obligada a cubrir su firma.

(AQUÍ SE INCLUYEN EN EL LIBRO ORIGINAL LA CORRESPONDENCIA SOBRE EL TEMA QUE MANTUVO MARIA DEL CARMEN TAPIA Y QUE NO NOS ES POSIBLE TRANSCRIBIR PORQUE LA EDICIÓN QUE TENEMOS DE ESTE LIBRO ES EN FORMATO PEQUEÑO, DE BOLSILLO Y LAS FOTOCOPIAS SON DE MALA CALIDAD (Y EN INGLÉS) COMO PARA PODER TRANSCRIBIRLAS PALABRA POR PALABRA. SI PODEÍS HACEROS CON EL LIBRO IMPRESO, ENCONTRARÉIS TODA LA DOCUMENTACIÓN. QUE NOSOTROS, AHORA, DAMOS FE DE QUE SE INCLUYE)

Hay que darse cuenta de que todas estas cartas, enviadas por el Opus Dei a las personas que oficialmente pedían información de mis estudios, eran escritas en nombre de monseñor Escrivá y con su consentimiento. En el Opus Dei cualquier miembro, superior o no, firma lo que sea, si así se lo hubiera pedido "Nuestro Padre", como le llaman dentro del Opus Dei a monseñor Escrivá después de su muerte, o "el Padre", como ha pasado a llamarse familiarmente al Prelado reinante. Y esto, aunque el autor de cada carta supiera o pensara que se estaba distorsionando la verdad. Si "convenía por el bien de la Obra", "nadie" se hubiera atrevido a no firmar o a no escribir lo que le hubieran presentado, aunque, como digo, manifiestamente supieran que se trataba de hechos falsos. Un ejemplo patente de ello es el caso del padre Roberto Salvat Romero, consiliario del Opus Dei en Venezuela, y por tanto representante de monseñor Escrivá en ese país, quien además de ser abogado español fue también mi profesor en la asignatura de Ética precisamente, y quien, como ha podido ver el lector, firma, asegurando en diferentes ocasiones, que yo, en el Opus Dei, "no cursé estudios".

Muchas veces me pregunté cuál era la razón por la que no querían darme un certificado de los estudios realizados, que no implicaba título alguno, sino una verificación de haber cursado una serie de materias de acuerdo a unos programas establecidos por el Opus Dei, y de haber obtenido en ellas una determinada calificación. Indiscutiblemente, la idea no es otra que la de represalia; en este caso, desacreditándome, al hacerme aparecer como mentirosa frente a organismos oficiales. Bueno es señalar que ésta es la política general que siempre usó el Opus Dei. Por otra parte, como señalé en diversos lugares, los estudios internos es una cuestión no resuelta totalmente dentro del Opus Dei "vis-á-vis" los organismos docentes oficiales. El Opus Dei prefiere no poner de manifiesto el tipo de sus estudios internos, para evitar cualquier posible evaluación de éstos por entidades académicas ajenas a la Obra.

Un ejemplo claro de represalia más violenta y dañina fue la campaña que lanzaron contra María Angustias Moreno, cuando publicó en 1976 su libro titulado "El Opus Dei. Anexo a una historia"; libro que manifestaba facetas del Opus Dei. Siguiendo la indicación de los superiores, barrieron de las librerías el volumen, agotándolo e impidiendo así su difusión. Yo alcancé a comprar el libro en uno de mis viajes a Madrid. No conocía aún a la autora, aunque ella había sido también muchos años numeraria del Opus Dei. Las críticas sobre su libro o, mejor dicho, contra su libro, promovidas indiscutiblemente por personas cercanas al Opus Dei, culminaron en una campaña de difamación personal que hizo a María Angustias Moreno publicar un segundo libro (María Angustias Moreno, La otra cara del Opus Dei, Barcelona (Planeta), 1978), donde explica documentalmente estos hechos.


Carta a María Angustias Moreno

En el año 1977, y con motivo de una visita que recibí de don Tomás Gutiérrez en el mes de agosto, se me ocurrió escribirle a María Angustias Moreno la carta que, con su autorización, incluyo seguidamente, donde se manifiesta cómo el Opus Dei, para intimidar a las personas, se vale de sus sacerdotes; y la opinión de don Tomás Gutiérrez sobre el primer libro de María Angustias Moreno.

Tenía ya terminados mis escritos cuando me ha llegado otra carta de California que desea ser "abierta" en cualquier publicación digna y seria del país.

Dados los obstáculos que podría encontrar (por experiencia vivida), creo que su sitio bien puede ser éste:

Querida María Angustias:

Acabo de recibir un recorte de un periódico de Madrid relativo a ti y a tu libro de hechos, que considero serios. No sé de qué periódico se trata. Sólo sé que la noticia se publicó el día 22 de octubre de 1977. Te envío la fotocopia para que tú puedas localizarlo fácilmente.

Esta carta, que hace meses pensaba haberte escrito sobre tu libro" El Opus Dei. Anexo a una historia" en un tono muy diverso y a altura más bien personal (como la de aquilatar más algunos datos, por ejemplo, para tus próximas ediciones), puede transformarse en carta pública, ya que como tal te permito que hagas con ella lo que quieras: que la guardes o que la envíes a la prensa; que se la entregues a tus abogados o que se la copies a los amigos. En fin, lo que quieras. Que te sientas libre para hacer de ella el uso que consideres más oportuno, ya que lo que te digo en ella no lo podría decir de manera diferente frente a Dios.

En diciembre de 1976 leí cuidadosamente tu libro. Lo "trabajé", diría, puesto que lo he leído muchas más veces. En él relatas cosas que conozco y reconozco por haber sido yo misma también asociada numeraria del Opus Dei; en mi caso de 1948 a 1966, fecha en que tuve "el honor" de ser expulsada. Pero eso es otra historia diferente. El caso es que el plazo de once años me ha dado perspectiva lógica y objetividad concurriendo además el hecho real de haber doblado los cincuenta años, lo que me permite contemplar la vida en sus dos vertientes desde un ángulo equidistante, diría. Te cuento esto porque viene hilado hacia tu libro y a un hecho muy concreto que me sucedió a mí en agosto de 1977, en Madrid. Como sabes, cuando se deja el Opus Dei, o te echan del Opus Dei, quedas convertida automáticamente en a "non person", que dirían aquí.

Pues bien, este verano fui de vacaciones a España. Y tuve que ir a Salamanca un día. Me enteré de que allí estaba actualmente una persona del Opus Dei, numeraria -Ana María Gilbert- con la que conviví en Venezuela -en Caracas- en la misma casa del Opus Dei, por espacio de casi diez años. La llamé por teléfono desde Madrid y quedamos en que si por fin yo iba a Salamanca nos veríamos. Como sabes, Ana María con toda su brillante carrera de Filosofía y Letras y su inteligencia nada corriente ha quedado relegada a "hacer labor con señoras" ahora en Salamanca. Y eso lo sé no porque me lo dijera ella sino porque se sabe por fuera.

A punto de salir de Madrid hacia Salamanca, recibí una llamada telefónica de Ana María diciéndome que no nos podíamos ver porque aquella misma tarde ella salía para Valladolid... Naturalmente yo no me tragué el cuento y lo dejé, aunque lo sentí.

Pero como Salamanca es precisamente pequeña, me encontré a Ana María por la calle.

Con una simple pregunta mía socarrona de con que en Valladolid, ¿ eh? pasamos a hablar de muchas cosas de todo tipo: de política, de la ciudad, de diferentes libros y entre ellos de uno muy concreto, "Le Pape a disparu", que ha sido traducido al español por las ediciones "Sígueme" en Salamanca. De repente y sin malicia de ningún tipo le pregunté:

-¿Y qué piensas del libro de María Angustias Moreno sobre "la Obra"? ¿ Lo has leído?

Su respuesta de rechazo con el gesto y con la palabra fue:

-¿Yo ese libro? ¡No, por Dios!

-¡No, por Dios! ¿Por qué? -le pregunté. Y le añadí-: Lo deberías leer, Ana. El libro -le seguí diciendo- aunque no tiene mi estilo literario favorito y resulta algo monótono a veces, es auténtico y no dice ninguna mentira. Es más: esta chica -por ti- no dice ni la mitad de las cosas de la Obra, entre otras porque su horizonte ha sido solamente España. Y eso le hace quedarse corta. Lo deberías leer, Ana, porque una persona como tú no puede esconder la cabeza debajo del ala.

Ella, silenciosa y delicadamente, soslayó la conversación con una frase más o menos de "déjalo estar". No recuerdo exactamente.

Pasamos a otro tema y fue el de preguntarle por una numeraria venezolana que ahora está en España: Elsa Anselmi. Era la procuradora de la sección femenina del Opus Dei en Venezuela cuando yo era directora de la sección femenina del Opus Dei, en Venezuela también, durante Los años de 1956 a 1965. Le pregunté si sabía dónde estaba Elsa y me contestó que estaba en Valencia y que no sabía su teléfono. No insistí. Repito que me dio pena comprobar, una vez más, que seguramente tendría que reportar esa conversación, como es costumbre, a su directora o a quien fuera superior suyo dentro del Opus Dei. Y porque tanto a Ana María como a Elsa las quiero mucho y de verdad.

No habían pasado ni cuatro días de este hecho, yo estaba ya en Madrid y en vísperas de mi viaje a Santa Bárbara, cuando recibo la siguiente llamada de teléfono que trato de relatarte a continuación con La mayor exactitud posible:

-¿María del Carmen Tapia?

-Sí, ¿quién es?

-Soy don Tomás Gutiérrez, un sacerdote del Opus Dei.

-¿Y?

-Quisiera tener una conversación contigo.

-Pues muy bien, cuando quiera -fue mi inmediata respuesta-. ¿Le viene bien dentro de una hora? -Serían las seis de la tarde y en aquel momento tenía una visita en mi casa.

-No, no me viene bien.

-¿Quiere venir ahora?

-No, ahora tampoco puedo.

-Pues entonces, el único tiempo que tengo disponible-dije- sería mañana a las nueve, ya que estoy en vísperas de viaje.

-¡Ah, pues muy bien! Mañana a las nueve voy a tu casa.

Colgué y pensé: pero ¿dónde viene a verme? Si no me ha pedido mi dirección ni me ha dicho dónde puedo avisarle en caso de cualquier imprevisto que haga imposible la visita.

Pensé en la entrevista del día siguiente y desde luego llamé a un sacerdote amigo mío, profesor de la Universidad Pontificia de Salamanca; don Luis Maldonado. Le conté que me habían pedido una entrevista por primera vez en once años y le pedí que si quería hacer el favor de acompañarme. Vino a mi casa unos minutos antes de las nueve y me dijo:

-Oye, ¿pero por qué hablas en plural? ¿Por qué dices que "vienen" cuando el sacerdote que te llamó no te anuncio su visita con otra persona?

Ante su inocencia me sonreí y le dije: "Mira, en el Opus Dei, cuando tienen que hacer una visita especial, los sacerdotes van como la Guardia Civil:" de uniforme y por parejas" (Quiero establecer aquí una clara diferencia: al expresarme así no quiero ni es mi intención decir nada peyorativo hacia la Guardia Civil: ellos cumplen su misión y van en misión. En el Opus Dei, en cambio, presumen de su libertad personal y de criterio sólo reglamentado por la Iglesia de Roma. O por las leyes de cada país).

A las nueve menos dos minutos llegaron dos sacerdotes (con la sotana, por supuesto): uno de ellos, don Tomás Gutiérrez, quien dijo (a lo largo de la conversación) que él estaba en la sección femenina del Opus Dei desde hacía catorce años. El otro sacerdote era un jovencito de unos veintitantos años, rubito y bajito. Dijeron el nombre, pero no lo recuerdo, aunque a él como persona lo reconocería de inmediato.

Los recibí en el salón que para las visitas existe en el edificio donde yo vivo.

-¿Cómo estás? -me dijo Tomás Gutiérrez.

-Bien, ¿y tú? -le contesté. Naturalmente les di el tú al dármelo ellos a mí primero.

-Yo vengo a expresarte un ruego -me dijo Tomás Gutiérrez; el otro sacerdote fue testigo absolutamente mudo, como lo fue Luis Maldonado durante toda la conversación.

-¿Y ello es?

-Que no llames ni veas ni vuelvas a hablar con Ana María Gilbert.

-¿Qué le pasa? ¿Está enferma mental?

-¡No, qué va a estar!

-¿Es usted su tutor?

-No, yo no soy su tutor.

-Pues entonces no lo entiendo, no entiendo esa libertad. Pero está bien, siga adelante.

Él siguió:

-Ana estuvo hablando conmigo ayer. Vino de Salamanca para hablar conmigo y me dijo que la habías llamado sin identificarte y que por eso ella habló contigo.

Yo me volvía sonreír y le dije: "No fue exactamente así." (La realidad fue que ella contestó al teléfono cuando yo llamé y no hubo necesidad de identificaciones porque nos reconocimos por la voz.) Pero comprendí que ése no era el nervio de la conversación, no insistí.

-Si, Ana me dijo también que tú la habías llamado para hablarle de ese libro.

-¿De qué libro? Porque hablamos de muchos libros.

-Sí, tú ya sabes: del libro de esa chica.

-¿De qué chica, qué libro?

-Sí, de María Angustias -dijo casi silbando tu nombre.

-¡Ah! -le dije yo-, de María Angustias Moreno. Sí, es verdad. Le hablé del libro.

-Pero es que -dijo Tomás Gutiérrez- ese libro es un libelo y está lleno de calumnias.

Mi respuesta fue: "Bueno, bueno: el estilo literario que usa María Angustias no es el mío favorito, pero el libro no dice una sola mentira, ni una sola mentira. Todo lo que dice es verdad y se queda corta. A lo que él respondió:

-Vamos, vamos. El libro es una infamia. -Esto, acompañado con gestos en que subrayaba su desprecio y me atrevería a decir "asco" (aunque él no lo dijo, yo lo interpreté así).

También usó Tomás Gutiérrez como argumento una alusión a algo personal mío que no concretó, aunque yo le dije que lo hiciera público, si quería, puesto que Luis Maldonado conocía mi alma perfectamente. Yo le alenté a que concretase los hechos por los cuales yo no debería volver a hablar con Ana María Gibert ni con Elsa Anselmi, porque incluso, caso de haber existido esos hechos, él no estaba en Venezuela durante el tiempo que "esos hechos" (que no sé cuáles son) sucedieron. Y por tanto ¿cómo está él enterado de algo que yo no le dije ni él presenció? ¿ Y cuáles fueron esos hechos?

La conversación, por si te interesa, quedó concretada en tres puntos:

a) que no volviera a ver ni a llamar a Ana María Gibert ni a ponerme en contacto con ella;

b) que lo mismo respecto de Elsa Anselmi, quien, según él, le había dicho que no quería verme...

c) que me quedara claro que tu libro es un libelo lleno de calumnias.

Le dije que me lo pensaría y le sugerí que me diera estos tres puntos por escrito para que los tuviera presentes y me dijo que: "¡Ni hablar! Que yo tenía muy buena memoria. "

De pie, cuando se iban, el jovencito, dirigiéndose a Luis Maldonado le preguntó: "¿Usted es Luis Maldonado, el jesuita?" A lo que él le respondió: "Yo soy Luis Maldonado, sacerdote, pero no soy jesuita."

Esto es todo, María Angustias, no sé si te interesa saberlo o no, pero al menos no me lo quería dejar en mi tintero.

Espero que algún día nos podamos conocer en persona.

Hubiera enviado esta carta directamente a algún periódico español, pero me pareció mejor que la leyeses tú primero y que luego actuases en consecuencia.

Un abrazo,
MARIA DEL CARMEN TAPIA


Exclusión de testigos por no considerarlos idóneos

El Opus Dei no es un contrincante limpio. Si bien es cierto que monseñor Escrivá repetía a todos sus miembros y conocidos que "debemos ahogar el mal en sobreabundancia de bien", no es menos verdadero que el Opus Dei, como forma de ataque, utiliza la represalia. Y que en sus críticas, para lograr algunos de sus fines e incluso como defensa propia, ataca, utilizando la calumnia, que, dada su obsesión, es siempre acerca de la conducta sexual.

Es tristísimo que una institución de la Iglesia que utiliza como saludo habitual entre sus miembros la palabra "Pax", y cuyo Fundador ha repetido a derecha e izquierda "somos sembradores de paz y de alegría", pueda caer tan bajo y denigrar a personas por escrito, cobijándose incluso en el secreto eclesiástico.

En los últimos meses, y a través de la prensa, el Opus Dei ha dicho, sin mencionar nombres en algunos casos, que no se había llamado a una serie de personas a testimoniar en el Proceso de Beatificación de monseñor Escrivá porque el Tribunal del Proceso de la Causa de Beatificación había decidido que esas personas no eran idóneas. Pero lo que nunca dijo el Opus Dei era el por qué no eran idóneas esas personas, ni quién proporcionó al Tribunal dichas informaciones.

La sabiduría popular suele ser muy certera. Y el dicho de que "nada hay oculto entre cielo y tierra" es una gran verdad. Más tarde o más temprano las cosas llegan a saberse siempre: leo ahora, en el Sumario de las Actas del Tribunal de Madrid y en la página 2.133 sobre la Beatificación de monseñor José María Escrivá, relativo a la "exclusión de algunos posibles testigos" lo siguiente:

"b) esistenza di una campagna difamatoria contro il Servo di Dio e l'Opus Dei. Nella ricerca di altri eventuali testi contrari da citare d'ufficio, ji Tribunale esamino le singole posizionidi diversi possibili candidati e, dopo ayer raccolto le prove necessarie, giunse alla conclusione che anche costoro andavano scartati pcr cui lo era stata la signorina Moreno (<non puo rendere aicun servizio aiia venta chi non esjta ad offender la fede") Ii Trjbunale pervenne anzi ali'evidente constatazione dell'esjstenza di una campagna difamatoria mirante ad ostacolare la Causa del Servo di Dio..." "La maggior parte di costoro era costituita da persone che, dopo ayer fatto parte per alcuni anni dell'Opus Dei, avevano abandonato la vocazione e coltivano attualmente un acceso risentimento. Pochi avevano avuto rapporti diretti con II Servo di Dio: su questi ji Tribunale di Madrid raccoise una documentazione assai eliquente. Si trattava, in particolare, delle signorina Carmen Tapia (che risultava essere intervenuta neila preparazione delia trasmissione "La Clave", suggerendo addirittura di accusare i sacerdoti dell'Opus Dei di mancato rispetto del sigilo sacramentale)..."

Lo que traduzco a continuación:

"b) "existencia de una campaña difamatoria contra el Siervo de Dios y el Opus Dei". Buscando otros testigos contrarios para citar formalmente, el Tribunal examinó cada una de las situaciones de los posibles candidatos y, después de haber reunido las pruebas necesarias, llegó a la conclusión de que había que descartar también a éstos por los mismos motivos por los que se había descartado a la señorita Moreno ("no puede proporcionar ningún servicio a la verdad quien no duda en ofender a la fe"). El Tribunal confirma la existencia de una campaña difamatoria dirigida a obstaculizar la Causa del Siervo de Dios..." "La mayor parte constituida por personas que, después de haber pertenecido por algunos años al Opus Dei, habían abandonado la vocación y guardaban un acendrado resentimiento. Algunos habían tenido trato directo con el Siervo de Dios: sobre éstos el Tribunal de Madrid recoge una documentación muy elocuente. Se trataba, en particular, de la señorita Carmen Tapia (que había intervenido en la preparación del programa "La Clave", acusando abiertamente a los sacerdotes del Opus Dei de faltar el respeto al sigilo sacramental)..."

Los hechos concretos son: no existe campaña difamatoria alguna contra la beatificación de monseñor Escrivá ni contra el Opus Dei, ni grupo alguno organizado en esta línea (En Estados Unidos existe solamente ODAN (Opus Dei Awareness Network), una asociación cuyo fin es dar ayuda y apoyo a las personas que sufrieron por culpa del Opus Dei. No se preocupan tanto de la beatificación de Escrivá, como de alertar a las familias sobre las tácticas del Opus Dei. Está ubicada en Massachussets). Esto es pura invención del Opus Dei para aparecer como mártires. El hecho cierto fue que yo no asistí nunca a ninguna emisión de "La Clave", como fácilmente puede verificarse con la cadena de televisión que proyecta ese programa. Y, por añadidura, aunque fui invitada a participar en ese programa de mayo de 1984, no intervine, en absoluto, en la preparación del mismo. Es más: el hecho de que sus organizadores no accedieran a decirme quiénes eran los participantes del Opus Dei en el programa, y, en cambio, el Opus Dei sí supiera el nombre de los otros invitados, hizo que cancelase mi asistencia. Incluso, el diario "El País" publicó una nota con esta información al respecto. Por consecuencia, es falso afirmar que yo colaboré en la preparación de dicho programa de "La Clave".

Recojo, a continuación, otros párrafos del <Apéndice Documental" de ese mismo Sumario del Proceso de Beatificación de monseñor Escrivá, correspondientes a las páginas 2.136 y 2.137 de las mencionadas Actas, donde se refieren a mi:

"6. Efectivamente, durante el proceso, el Tribunal trató de obtener información sobre personas que hubieran tenido relación con el Siervo de Dios y que pudieran o debieran ser llamadas como testigos. Pudimos así averiguar que hay un grupo de personas en el que todas se muestran unidas a doña María Angustias Moreno en esa misma fundamental actitud de aversión al Opus Dei, que no dudan en descargar, cuando pueden, sobre el Siervo de Dios, como Fundador de esta Institución..." ".La mayoría de estas personas son las que firmaron una carta colectiva contra el Opus Dei que apareció en el Diario de Barcelona del 30-1-1977 y que fue reproducida después en otros órganos de opinión y en revistas de carácter sensacionalista o de inspiración marxista. Adjuntamos en Anexo III una fotocopia de aquella carta." "10. Aunque no figura entre los firmantes de la carta citada, forma también parte de este grupo doña María del Carmen Tapia, que perteneció al Opus Dei. Hemos sabido que tuvo una decisiva participación en los preparativos del programa "La Clave", que Televisión Española ha dedicado al Opus Dei. En el Anexo IX se recogen fotocopias de unas notas de la señorita Tapia enviadas a Televisión Española para la elaboración de ese programa. Durante el programa fue citada en varias ocasiones, tanto por el director de "La Clave", como por doña María Angustias Moreno. Reside habitualmente en California (USA), pero hace viajes frecuentes a España y ha mantenido relación con la señorita Moreno. Su manifiesta hostilidad al Opus Dei -y, de rechazo, a la Causa- queda también patente en las dos extensas cartas, una publicada en el diario "El País" (Madrid, 17-11-1981), y la otra, anterior, dirigida a la señorita Moreno para solidarizarse con el primer libro publicado por ésta contra el Opus Dei, y transcrita en su segundo libro (Anexo X)."

Como puede verse, el Opus Dei se ha empeñado en asegurar que yo pertenezco a algún grupo. Y la verdad es que quedé tan sumamente escarmentada de haber pertenecido al grupo de ellos, al Opus Dei, que hoy día huyo hasta de la G de grupo.

Como dije anteriormente, yo no colaboré en la elaboración de dicho programa. La carta que dicen yo escribí a El País, no recuerdo cuál es. La carta a María Angustias Moreno está incluida en las páginas anteriores. Pero lo asustante, "lo realmente asustante", es la red policíaca que evidentemente el Opus Dei tiene montada para husmear mi correspondencia y seguir mis movimientos personales. Y mis preguntas caen por su peso: ¿qué tiene que ver todo lo que se expone en esas Actas y Sumario como impedimento para que yo testifique sobre una persona que conocí tan de cerca y por largo tiempo? No es mi santidad la que se está cuestionando, sino la de monseñor Escrivá. ¿O es que las personas que no estábamos de acuerdo con monseñor Escrivá, por ese mero hecho, somos poco menos que "anatemas", aunque sigamos siendo fieles hijos de la Iglesia? El ataque, la calumnia, ¿es ésta la doctrina que monseñor Escrivá dejó en herencia al Opus Dei? Todo ello dice poco a favor de la caridad que, según aducen, monseñor Escrivá vivió en grado heroico y que yo, durante los seis años que pasé en Roma como superiora mayor del Opus Dei, jamás presencie.

El Opus Dei tuvo miedo, no cabe duda, de que aquellos que conocimos de cerca a monseñor Escrivá dijéramos la verdad y de que con ello pudiera verse disminuida la posibilidad de su beatificación y eventual canonización. A fin de que no interviniéramos como testigos en esta causa, lo mejor era alegar hechos que nos convirtieran en testigos no idóneos sin lugar a dudas. Por ello, no vacilaron al ser esas declaraciones secretas y estar convencidos de que nunca llegaríamos a conocerlas los interesados, en atacar con calumnias bajas y ruines referidas a conductas sexuales. Así lo demuestran las declaraciones hechas sobre mí por monseñor Javier Echevarría, vicario general del Opus Dei, aparecidas en las páginas 610 y 611 del Sumario del Proceso Romano sobre la Causa de Beatificación de monseñor José María Escrivá que trascribo a continuación, y que se refieren a mí.

2.347. Desgraciadamente no debió ser así, porque al cabo de los años intentó la perversión de unas cuantas mujeres con las peores aberraciones. El Siervo de Dios, apenas tuvo conocimiento de algunos hechos, llamó a Carmen Tapia -que estaba en Venezuela- a Roma; aquí le anunció que no volvería a ese país, y por su reacción dedujo que había cuestiones más importantes que las ya conocidas, en las cuales había involucrado a varias personas. Ante tan horrenda depravación, que costó mucho llanto al Siervo de Dios por las gravísimas ofensas al Señor, y que trató de reparar con una constante oración y penitencia, dijo a esta mujer que tenía dos soluciones: pedir la dispensa, que se le concedería inmediatamente, o no pedirla, y entonces habría de someterse a un proceso, que sería enviado a la Santa Sede, quedando -como se merecía- completamente deshonrada por su extraviada vida. Aquella mujer pidió la dispensa; y como el Siervo de Dios comprendió que era una persona sin conciencia, le advirtió que si calumniaba a la Obra con su corrupción, no habría más remedio que informar sobre quién era la calumniadora. Hemos sabido que, desgraciadamente, esta mujer ha seguido por esos desastrosos derroteros.

La falta de caridad manifiesta hacia un ser humano, como puede verse, es notoria. De haber sido verdad la "horrenda depravación" aludida, su misión de caridad era silenciarlo, a no ser que fueran a beatificarme a mí, en cuyo caso sí tendrían obligación de decir cuanto supieran. Pero no es cristiano que, para evitar que una persona pueda testimoniar en el proceso de monseñor Escrivá, se valgan de la calumnia y la difamación.

En medio de esta pesadilla, hay dos puntos que, por justicia, debe saber el lector: a) monseñor Escrivá jamás lloró por los pecados de nadie y no quería que se llorase por nada ni por nadie: "Tenéis que ser recias, hijas mías." Incluso hablando de su muerte solía decir: "El día que yo me muera, unas lagrimicas, porque somos humanos, pero luego ¡a trabajar, hala!"; b) monseñor Javier Echevarría, o Javi, como le llamaban familiarmente en el Opus Dei, no fue jamás mi confesor ni fue superior de la sección de mujeres durante los dieciocho años que yo pasé en el Opus Dei. Jamás hablé yo con él confidencialmente durante todos esos años ni nunca. Él sólo presenció las broncas llenas de improperios que con motivo de mi dimisión me lanzó monseñor Escrivá, y fue él quien, por orden de monseñor Escrivá, recogió en acta las admoniciones que éste me hizo. Monseñor Javier Echevarría está destinado a ser el sucesor de don Álvaro del Portillo; es decir, monseñor Escrivá sugirió que fuera el tercer "Padre". Le pido a Dios que, cuando lo sea, pueda reflexionar sobre sus errores "fundamentales" y emprenda un nuevo "camino", dirigido al amor y no al poder; más caritativo, o sea más "cristiano"; más universal, o sea "más católico".

He considerado necesario, aun a riesgo de poner mi reputación en tela de juicio, que el lector vea lo que el Opus Dei es capaz de hacer en cuanto a represalias se refiere.

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Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?