Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Ligero de equipaje
Ligero de equipaje
Autor: Carlos G. Vallés
Índice
Lonaula
Bombas
Cambiar o no cambiar
Amar o no amar
La flor de loto y el lago
El cerebro programado
Sufrir para acabar de sufrir
Inocente e intachable
¿Buena suerte? ¿Mala suerte?
El Dios de la negación
El yo y el no-yo
Garabatos
El espíritu de "Sádhana"
El terapeuta
El director espiritual
El escritor
El lector
La puesta en escena
Ligeros de equipaje...
 
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LIGERO DE EQUIPAJE
Tony de Mello, un profeta para nuestro tiempo

Carlos G. Vallés S.J.

SUFRIR PARA DEJAR DE SUFRIR

"Nadie quiere curarse." Tony repetía una y otra vez la acusación tajante, pese a las protestas de todos los presentes: "Venimos aquí dejando otras ocupaciones; nos pasamos nueve meses enteros; volvemos, año tras año, para renovaciones sucesivas; no ahorramos sudores; entramos de lleno en todo el trabajo, entrenamiento, ejercicios, proyectos en que tienes a bien meternos... iY todavía dices que nadie quiere curarse!" Tony defendía su posición: "Preguntadle a cualquier psicólogo, cualquier psicoterapeuta, cualquier director o consejero de los problemas de la mente, y confirmará lo que yo digo. Es un hecho bien conocido en su profesión que los clientes que a ellos acuden no lo hacen para ser curados. Sólo quieren aliviar los síntomas, demostrar que han hecho un esfuerzo al ir a consultar a un especialista, aprender algún truco para usarlo ellos mismos después con otros o, con mucha frecuencia, dejar sentado que ya no tienen remedio y no hay nadie que pueda curarlos. La excepción es la persona que realmente quiere curarse a toda costa, quiere la liberación total, el desprendimiento total, la libertad total de todo condicionamiento, y está dispuesta a pasar por todo y pagar el precio necesario para llegar a ese estado. También de esta situación es verdad que 'muchos son los llamados y pocos los escogidos'. ¡Esforzaos en entrar por la puerta estrecha!"

Tony no hacía más que expresar en términos modernos una consideración fundamental de san Ignacio, que en un texto clásico había dividido a la humanidad religiosa en tres clases, representadas por tres parejas de hombres de negocios que habían adquirido una buena suma de dinero "no pura o debidamente por amor de Dios" (¡a Ignacio tampoco le faltaba ironía!), y querían acallar su conciencia y "hallar en paz a Dios nuestro Señor". La primera pareja dice que desde luego que quieren arreglado todo, y decididamente lo harán... a la hora de la muerte. Otra ironía ignaciana, aunque no sin su toque de realismo. Aplazar la solución. Sí, claro que queremos, pero no en este momento, no nos viene bien ahora, ya veremos mañana, más adelante, no es fijo cuándo, pero sin falta lo haremos. Es decir, sí..., pero no. El paciente quiere curarse, pero no está dispuesto a la operación. Es decir, que no quiere curarse. La segunda pareja va un poco más lejos, al menos en apariencia. Están decididos a acabar, no con el dinero, sino con el apego que le tienen, de modo que se quedan con el capital, pero prometen usarlo sabia y prudentemente. Ninguno de éstos "hallará en paz a Dios nuestro Señor". Nadie quiere curarse. Sólo la tercera pareja está dispuesta a todo, incluso a dejar todo el dinero ahora mismo, con tal de satisfacer a sus conciencias y enderezar su relación con Dios. Estos son los menos. Pocos son los que de veras quieren curarse, y eso era todo lo que Tony estaba diciendo a su manera.

Había hablado de apegos, de falsas ilusiones, de condicionamientos previos; y ahora repetía que nadie en realidad quiere deshacerse de ellos. Estamos apegados a nuestros apegos, ilusionados por nuestras ilusiones y condicionados por nuestros condicionamientos. No es fácil salir de ese círculo encantado. Cuesta mucho dejar actitudes, costumbres, puntos de vista que casi formaban parte de nuestra naturaleza y que tememos nos van a doler al desprenderse. Aun cuando nos entregamos oficialmente a la tarea de acabar con todas esas dobleces, como cuando nos apuntamos a un curso de Sádhana, nos resistimos por dentro, sin acabar de entregamos a la libertad completa. Contemporizamos, disimulamos, hacemos las cosas a medias, nos damos por satisfechos con resultados parciales, cuando la única manera de conseguir la verdadera libertad del corazón es entregarse a ello sin reservas de ninguna clase y sin pararse en nada. Tony no dejaba pasar ninguna oportunidad de urgirnos a la generosidad total en nuestra aventura del espíritu. Sabía muy bien que una persona íntimamente liberada es la mayor bendición para la sociedad, esté donde esté y haga lo que haga; y por ello se esforzaba con toda su alma en formar personas así, es decir, nos animaba a que nos formásemos a nosotros mismos como personas profundamente espirituales y psicológicamente sanas. Ese era su empeño.

Para ello trazó claramente las líneas de ataque. Sin atajos, sin trucos fáciles o fórmulas prefabricadas, definió con trazos firmes el camino hacia la salud de la mente y la profundidad del espíritu. Incluso le dio un nombre: "sufrir para acabar de sufrir." Es decir, usar el mismo sufrimiento para combatirlo y reducido en cuanto sea posible. La idea es paradójica una vez más, pero en sí misma es bien sencilla. El placer nos gusta y nos hace pasarlo bien, pero el placer no nos enseña nada. El sufrimiento sí. El sufrimiento siempre trae una lección consigo, y si sabemos ir aprovechándonos de esas lecciones según las vamos recibiendo en la vida, estamos en camino de madurez y desarrollo. Los obstáculos de ese desarrollo, lo tenemos ya bien dicho, son nuestros ápegos, falsas ilusiones y condicionamientos adquiridos. Lo que ahora hace el sufrimiento es descubrirnos esos obstáculos ocultos a nosotros mismos.

Cuando encuentro que algo súbitamente me molesta, quiere decir que algún apego, ilusión o condicionamiento ha sido tocado, y por eso duele. Eso me da la oportunidad de descubrir ese obstáculo, sacarlo a la superficie y desentenderme de él. El sufrimiento moral actúa como el dolor físico. Cuando un diente me duele, me avisa de que se está formando una caries y tengo que ir al dentista. Si las caries no dolieran, pronto nos quedaríamos sin dentadura. Cuando algo duele, en el cuerpo o en el alma, nos avisa de la presencia allí de un agente maligno. El dolor lleva a la salud.

"La tragedia de nuestras vidas (son palabras de Tony) no es lo que sufrimos, sino lo que nos perdemos al sufrir. Nos perdemos la oportunidad de avanzar en la vida por el sufrimiento mismo. Avanzamos más cuando nos rechazan que cuando nos aceptan, porque el ser aceptados nos hace creer que todo va bien, mientras que el ser rechazados nos hace caer en la cuenta de que aún hay cosas en nosotros que hay que corregir.

Mi único guru es la persona que me fastidia, porque es quien me revela a mí mis propias flaquezas. Alégrate, pues, cuando sientes que se levanta en ti un sentimiento doloroso, porque, si le sigues la pista, te llevará más cerca de la liberación. Todo progreso espiritual tiene lugar a través del sufrimiento, con sólo que aprendamos a usar el sufrimiento para acabar con el sufrimiento. No os distraigáis cuando sufrís, no os pongáis a racionalizar el sufrimiento, a justificarlo, y menos intentéis olvidarlo o pasarlo por alto. La única manera de tratar con el sufrimiento es hacerle frente, mirarle fijamente a la cara, observarlo, entenderlo. ¿Qué falsa ilusión mía estaba escondida detrás de ese sufrimiento? ¿Qué asimiento de los de mi colección se ha visto amenazado al aparecer este sufrimiento en el horizonte? ¿Cuál de mis condicionamientos ha sido violado? Ahí está mi oportunidad dorada de conocerme a mí mismo, de corregir mis debilidades, de mejorar mi vida. Y en vez de hacer eso y aprovecharnos de la ocasión bendita, hacemos todo lo contrario; empezamos a echarles la culpa de nuestros sufrimientos a todo el mundo, nos quejamos de nuestros rivales, de la sociedad, del gobierno, de Dios mismo; nos acogemos al fácil recurso de la autocompasión, la amargura o la depresión, o tratamos de ahogar nuestra desesperación en el trabajo o en el cinismo. El escape nos daña doblemente, en vez de curamos. Si aprendemos a sacar provecho de nuestros sufrimientos, avanzaremos a grandes pasos en la vida espiritual."

Otro enfoque de la misma cuestión: cada vez que sufro me estoy oponiendo a la realidad. Sufrir es sencillamente resistirse a la realidad. Mis asimientos, falsas ilusiones y condicionamientos me habían oscurecido la realidad de tal modo que yo había perdido contacto con ella, y ahora, cuando se me presenta tal como es y como yo me había olvidado que era, me sorprende, me sacude, me duele. Para volver a recobrar la realidad, lo que he de preguntar cuando llega el sufrimiento es: ¿qué es a lo que me estoy resistiendo? No he de preguntar cuando sufro: ¿qué es lo que no marcha ahí fuera?, sino ¿qué es lo que no marcha aquí dentro? Cada vez que sufro, que me agito, que me apuro, hay algo que no marcha en mí. Y ésa es la ocasión de descubrirlo. No estaba yo preparado para lo que ha venido, no estaba a tono con la realidad, no estaba en contacto con la vida. El sufrimiento me ha sacudido. Me he resistido a algo. Averigua a qué te has resistido y por qué. Eso dará luz y abrirá el camino del avance espiritual.

Tony me dedicó tiempo en el grupo: "Vamos a ver, Carlos, tú tienes problemas con el sueño. No duermes bien. Le echas la culpa a tus nervios, al trabajo que llevas, a los ruidos y al calor. En vez de todo eso, piensa ahora un momento: ¿a qué te resistes?; ¿a qué aspecto de la realidad te estás oponiendo? Lo puedo decir yo mismo, porque te conozco bien: te resistes a no llevar tú el control de ti mismo. A ti te han enseñado a gobernar tu propia vida, a imponer una disciplina estricta a tu cuerpo y a tu mente, a mandar en ti mismo. Y en este asunto importante de tu sueño diario no lo puedes hacer. Ahí no mandas tú. Quieres dormir y no puedes. No funciona tu gobierno. Y eso te resulta intolerable. Te duele haber perdido el control, y te resistes con toda tu alma. El resultado es una noche en blanco. También te opones con toda tu alma al hecho de que, mientras estás tumbado en la cama sin dormir, estás "perdiendo el tiempo". Eso, para ti, es una abominación, y no toleras que te suceda a ti. Tú eres un trabajador empedernido, y la mera idea de estar tumbado sin hacer nada te repugna. Entonces tratas de convertir el "tiempo perdido" en "tiempo útil" poniéndote a rezar en la cama o a planear tus trabajos mientras sigues desvelado. Rezar y planear está muy bien; pero, como tú lo haces para luchar contra la pérdida de tiempo y protestar contra ella, no haces más que empeorar la situación. Para colmo, empiezas a compararte con compañeros tuyos a los que conoces y que se duermen profundamente en cuanto les llega la cabeza a la almohada, sientes envidia rabiosa y te rebelas contra la injusticia palpable.

¿Por qué han de dormir ellos bien y tú no? Encima, te entra miedo de que la falta de sueño te puede estropear la salud y disminuir tu capacidad de trabajo, sin la cual no sabrías qué hacer, y te da vergüenza pensar que mañana te pasarás todo el día bostezando, por falta de sueño, delante de todo el mundo, y eso te va a hacer sentirte muy violento. Todo un catálogo de calamidades. No es extraño que, para evitar todo ese sufrimiento, te acojas al tranquilizante y al somnífero. Ese gesto desesperado es la expresión final de tu rechazo de la situación, y no hace más que aumentar el problema. El somnífero te puede hacer descansar una noche, pero al mismo tiempo ejerce otro efecto sobre tu mente mucho más importante y destructivo. La aparentemente inocente pastilla refuerza tu condicionamiento y repugnancia interior contra la situación de insomnio, y cierra la posibilidad de que tú llegues a aceptarla. Has aumentado el problema por ponerte a luchar contra él de frente. Has aumentado la ansiedad: ¿volveré a necesitar pastilla mañana por la noche?; ¿me creará costumbre?; ¿servidumbre?; ¿cuánto va a durar esto?; ¿adónde me va a llevar? El problema se ha complicado enormemente, y toda la complicación viene de tu adverso condicionamiento interno. Tu cerebro programado te prohíbe pensar que puedas ser feliz mientras sufres de iinsomnio, y te obliga a suprimirlo. Tú, obediente, te opones al insomnio y, al hacerlo así, lo aumentas. Prueba ahora el sistema contrario. No te resistas al insomnio. No te escapes de las molestias que te acarrea. Fíate de tu cuerpo, que sabe perfectamente bien cuánto sueño necesita y cuándo, si es que tú le dejas actuar según su propia sabiduría. Te advierto que esto es bien difícil de hacer. El somnífero es mucho más fácil. Pero no es remedio. En cambio, éste lo es. Siente tu propia resistencia al insomnio. Obsérvala. Acéptala. Deja que tus noches sean lo que sean, y que tus días sean lo que sean. y ni siquiera tengas avidez por resolver el problema. Puedes ser feliz aunque no duermas bien. ¿Alguna otra pregunta?"

Esto puede dar una idea de lo que Tony quería decir con la frase "usar el sufrimiento para acabar con el sufrimiento". Es decir, dar la bienvenida al sufrimiento, porque nos revela nuestras debilidades, saca a la superficie nuestras necesidades internas, nos urge a ponerles remedio y nos ofrece el medio de hacerlo: ver la realidad tal como es, aceptarla y quererla. Esa valiente actitud extirpa la raíz misma del sufrimiento, en vez de contentarse con aliviar los síntomas. Otra expresión era: "entender el sufrimiento es acabar con él." Ver, conocer, saber. Caer en la cuenta. La mirada de la fe sobre la realidad de la vida.

De nuevo Tony: "Experiencias felices traen alegría a la vida; experiencias penosas le dan profundidad y solidez. Tampoco quiere esto decir que haya que buscar el sufrimiento o provocar el dolor; ya trae la vida bastantes penas para que le añadamos más por nuestra cuenta. Lo que sí quiere decir es que, siempre que el sufrimiento se presenta, debemos usarlo para esta noble tarea. No dejéis pasar las ocasiones. Nunca se os ocurra decir: 'Cuando pase esta tribulación, volveré a ser feliz.' No. Si no eres feliz con las cosas tal como están ahora, no lo serás nunca. Si esperas a salir de la cárcel para ser libre, nunca serás libre. Aprende a ser y sentirte libre dentro de la cárcel, y entonces podrás ser libre siempre y en todas partes."

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