Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Hijos
en el Opus Dei

Hijos en el Opus Dei
Autor:
Javier Ropero
ÍNDICE
Agradecimientos, prólogo y prefacio
1. El desafío de un documento
2. Faenas de pesca
3. El camino más directo
4. Ser un pequeño tornillo... en una gran maquinaria
5. Andanzas, desventuras y obligaciones de un pequeño tornillo
6. Ser o no ser
7. El dulcísimo precepto
8. Autoprogramación versus autodesarrollo
9. Tan antiguo como el Evangelio
10. La caridad bien entendida...
11. ¿Es un acto impuro meterse un dedo en la nariz?
12. Ni de broma...
13. "Tejas abajo, tejas arriba"
14. Brillos, luces e iluminados
15. El mágico poder del incienso
16. Jaculatorias y charla semanal
17. El dulce ingrediente de la mortificación
18. Sentí que pedía usted por mí
19. "No digas nunca que soy un santo"
20. Evolución hacia una madurez psicológica en los ex miembros
21. Correcciones y correctivos
Epílogo
Apéndice 1. Glosario de terminología emplea por el Opus Dei
Apéndice 2. Otros textos en relación con el proseltismo agresivo del Opus Dei
Apéndice 3. Organizaciones de asesoramiento e información en diferentes países
Apéndice 4. Documento vaticano: "El desafío de los nuevos movimientos religiosos (sectas o cultos)
Apéndice 5. Colegios controlados por el Opus Dei
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AGRADECIMIENTOS, PRÓLOGO Y PREFACIO
Javier Ropero

AGRADECIMIENTOS

En ocasiones pienso que este libro se habría hecho conmigo o sin mí. A lo largo de su redacción he sentido como si una alfombra roja se fuese extendiendo bajo mis pies: acontecimientos, amistades, viajes, libros.., representaron regalos que la providencia me iba brindando cuando parecía que me hallaba en un dique seco, cuando la musa de la argumentación racional parecía haberme abandonado. Por eso quiero agradecer en primer lugar a esta fuerza universal que actúa en todo hombre, en definitiva a Dios, el haber puesto en mis manos estos gratuitos dones. A continuación quiero dar las gracias a mis padres por su paciencia y perseverancia durante los años que ha durado la redacción del libro. A muchas otras personas he de manifestar también mi profundo agradecimiento:

En primer lugar mi gratitud al padre Darío Carracedo por haberme estimulado a poner por escrito mis experiencias e ideas y por asesorarme en la parte doctrinal del libro.

A María Angustias Moreno, Alberto Moncada, Agustina López de los Mozos, Luis Carandell y John Roche. Gracias por haber leído pacientemente el manuscrito original y por vuestras críticas y sugerencias.

A María Rosa Boladeras, Mercedes Montenegro y José María Jansá. Gracias por vuestro asesoramiento profesional acerca de la problemática sectaria.

PRÓLOGO

Es difícil entender lo que sucede actualmente en la Iglesia católica. La Iglesia es una organización inconmensurable y variada. Personalmente no tengo acceso a las reuniones privadas del Vaticano, y no sigo los acontecimientos de la Iglesia muy de cerca; sin embargo, el mosaico de impresiones que he recogido durante el presente pontificado me anima, al mismo tiempo que me inquieta. Personalmente me siento tan a gusto con las tendencias liberales como con las conservadoras de la Iglesia. Con las primeras por sus más honestos afanes de reforma y con las segundas por su laudable preocupación de que las reformas que son excesivamente rápidas podrían trastornar y secularizar la Iglesia. La predominante indiferencia religiosa entre las mentes dirigentes de Occidente y entre grandes sectores del resto del mundo cristiano, unida al deseo de que se demuestren y justifiquen las creencias, deseo que, por el momento la religión cristiana no puede satisfacer, está socavando, de forma lenta y sosegada pero profunda, las creencias de aquellos católicos allá donde éstos se exponen a las anteriores influencias.

En muchos países de Europa el actual parece ser un periodo de transición, de una fe que sobrevive, pero que está siendo rápidamente minada en los ambientes juveniles y en los no tanto. Los responsables de la supervivencia de la fe en el Vaticano, al trabajar en medio de una de las civilizaciones más mundanas de Europa, no pueden dejar de constatar que las llamadas metafísicas de la Iglesia, en ese entorno, pueden caer en saco roto.

La Iglesia ha tenido siempre un lado oscuro, no sólo por estar formada por seres humanos falibles, sino también a nivel de la ética y la práctica institucionalmente establecidas. Incluso algunas de las directrices promovidas por los más altos niveles han sido ocasionalmente incompatibles con la proclamada moralidad cristiana. Aun cuando los movimientos liberales de la Iglesia tienen indudablemente aspectos insanos, es en el lado más oscuro de la vertiente conservadora donde se centra el libro de Javier Ropero.

El Vaticano no tiene más remedio que darse cuenta de las numerosas acusaciones de prácticas ilegales relativas al Opus Dei que provienen de cada país donde la institución actúa: acusaciones de secretismo, de captación subrepticia de los hijos, de alienación de éstos respecto de sus familias, de totalitarismo interno, de fraudes de diversos tipos, de amenazas y de destrucción de su capacidad de crítica.

A pesar de las poco santas actuaciones del fundador del Opus Dei que ya eran conocidas durante su vida y otras que lo han sido tras su muerte, su beatificación ha prosperado, causando un gran escándalo a bastantes católicos y mucho daño al presente pontificado, lo cual era previsible sin lugar a dudas.

¿Por qué este apoyo a un instrumento que tiene tan profundas lacras internas aun para muchos de sus más fervientes admiradores y que está socavando la consideración internacional ganada para la Iglesia por el Papa Juan XXIII?

Es, sin duda alguna, la declarada lealtad del Opus Dei al presente pontificado, su energía y seguridad en promover las creencias y prácticas tradicionales, su éxito en captar nuevos miembros, su militancia ante el secularismo y su convicción al tildar cualquier crítica como marxista y atea lo que persuade a las más altas jerarquías de la Iglesia a hacer la vista gorda ante las facetas menos claras del Opus Dei.

Uno no necesita ser un profeta para vaticinar el espantoso daño que este apoyo a organizaciones como el Opus Dei causará a la Iglesia a largo plazo. Cuanto más se va conociendo públicamente la venalidad de su fundador tanto más el proceso de canonización va perdiendo gran parte de su valor y credibilidad. El apoyo del Santo Padre a una organización moralmente cuestionable puede socavar la autoridad de futuros pontificados. Si prevalece la visión de la Iglesia representada por el Opus Dei y los círculos que lo apoyan los partidarios de una visión no tradicionalista serán tratados como un leño seco al no resultar válidos para formar parte de la estructura de la Iglesia, sobreviviendo, mientras tanto, una pequeña facción tradicionalista con todos los atributos característicos de una secta.

Este conglomerado de circunstancias bastante lúgubres que perfilan la actual crisis que sufre interiormente la Iglesia impide la libre acción del Espíritu Santo y los nobles esfuerzos de un número ingente de irreprochables obispos diocesanos, sacerdotes y laicos que pertenecen a ella. La Iglesia católica, a pesar de las apariencias, es una organización descentralizada, donde hay fuerzas operativas extremadamente saludables en las órdenes religiosas, comunidades monásticas y en las asociaciones de laicos.

Cuanto más informados estén los católicos honrados de las inaceptables actividades del Opus Dei más difícil les resultará a las altas autoridades eclesiásticas el permitir que las actividades del Opus Dei prosigan sin ser exhaustivamente examinadas.

La experiencia de los ex miembros es de fundamental importancia a la hora de componer un retrato verídico de la vida dentro del Opus Dei. Es imposible juzgar el Opus Dei desde la perspectiva de los documentos que éste publica, porque la realidad interna de la organización es completamente diferente de la reflejada en estos documentos. Personalmente no he leído prácticamente ninguna publicación de personas ajenas a la institución que se aproximen ni siquiera un poco a la vida y a la praxis en el Opus Dei de la manera en que ésta se experimenta desde dentro de la organización. Tan sólo por este hecho la contribución del autor sería muy valiosa. Es tal el control de la autopercepción y del lenguaje dentro de la organización que aquellos que la abandonan encuentran dificultades a la hora de explicarse a sí mismos y a los demás todo cuanto les ha acontecido. El autor Javier Ropero, tras una amplia lectura de la literatura más adecuada, se encuentra capacitado para llevar a cabo este análisis. En éste se realiza una importante contribución para mejorar nuestra comprensión de esta extraña y apocalíptica organización que se ve a sí misma luchando por conquistar el mismo corazón de la Iglesia católica.

Dr. JOHN J. ROCHE,
Linacre College, Oxford

PREFACIO

La homilía de aquel domingo, hace ya seis años, había suscitado en mí ciertos interrogantes. Así que fui a la sacristía a aclarar algunos puntos de la misma con el desconocido sacerdote. Cuando llegué, me lo encontré hablando con otro muchacho sobre un tema particularmente conocido para mí: el Opus Dei. Así que intenté incorporarme a la charla diciendo:

-Perdonad que os interrumpa, pero yo fui numerario del Opus Dei y hace dos años que lo dejé.

Los dos contertulios volvieron hacia mí la vista y el sacerdote me preguntó:

-Cuánto tiempo estuviste dentro del Opus Dei?

-Siete años.

El sacerdote me miró fijamente y, con voz atemperada y segura, me dijo:

-Entonces tardarás al menos cuatro años en volver a ser normal.

La contestación me dejó petrificado. Cuando estaba en el Opus Dei mis directores espirituales insistían en que éramos gente normal, gente corriente, gente de la calle... Cuando salí del Opus Dei, sin ningún tipo de aversión o resentimiento hacia la asociación, aunque con un gran agotamiento físico y psíquico, empecé a darme cuenta de que los socios de la Obra no éramos tan normales. Tras abandonar el Opus Dei comprendí que mis esquemas mentales eran distintos de los del mundo que me rodeaba. Sin pretender contemporizar con la sociedad, quería encontrar mi puesto en ella y por eso me esforzaba en ser nuevamente "normal". Pero creía que me hallaba cerca de la meta, no a cuatro años vista, como auguraba aquel sacerdote. Por suerte o por desgracia aquel hombre llevaba razón y tardé varios años en recuperar la primitiva armonía que había dejado atrás cuando ingresé en la institución. Posteriormente me unió a aquel sacerdote una sólida amistad. Un día le dije que pretendía escribir un libro sobre el Opus Dei. Todo un verano estuve intentando escribir las primeras quince páginas. Por fin, un 3 de septiembre acudí a visitar a mi amigo y le comenté que había comenzado a encarrilar el libro.

-¡Ese libro no lo terminarás nunca! -apostillé el sacerdote con cierta picardía.

Empezaba a conocer a aquel hombre curtido en labores pastorales y comprendí que sus palabras no eran de desánimo sino que representaban un soterrado desafío. Ese era el estímulo que necesitaba, el chispazo que pondría en movimiento a aquel joven de veintitrés años. Así que aproveché la oportunidad que se me brindó y exclamé con decisión:

-¡El 1 de octubre verás el libro sobre la mesa!

Y, tras un encierro de un mes en la Biblioteca Nacional, cumplí con el plazo que me había propuesto y mostré el libro a mi amigo.

-El libro está muy bien. Esperaba algo más superficial y anecdótico, pero lo que has hecho podría ser una buena tesis doctoral. Sin embargo, te recomiendo que no lo publiques ahora.

Otra vez este cura consiguió exasperarme.

-¡Ahora no! ¿Por qué?

Posteriormente intuí que la razón básica por la que este sacerdote me animé a escribir el libro y luego a no publicarlo era la de mi propia evolución personal. Con el libro tuve la oportunidad de poner sobre el tapete ciertas llagas que aún no habían cicatrizado. Por eso todavía no era el momento idóneo para publicarlo.

Fueron pasando los años y aquel primitivo libro fue enriqueciéndose con mi propia experiencia y con las opiniones, críticas e interrogantes, de muchas personas que lo leyeron. Desde aquel 1 de octubre intenté ir eliminando del mismo todo atisbo de apasionamiento, todo rasgo de demagogia, para que los hechos hablasen por sí mismos. Posteriormente utilicé el manuscrito como un manual de orientación para algunos padres que recurrieron a mí porque tenían problemas con sus hijos en el Opus Dei. Esto fue lo que dio al libro un sesgo definitivamente nuevo, y lo que condicioné su redacción última. En muchas ocasiones tuve que eliminar algunos párrafos con consejos que, a la hora de la verdad, eran impracticables o no surtían el efecto deseado. En otras ocasiones incorporé sugerencias e informaciones proporcionadas por los propios padres.

Un buen día este amigo sacerdote me preguntó por qué no había publicado todavía el libro. Ya no se trataba de cerrar viejas heridas, ya perfectamente cicatrizadas, sino de aportar una experiencia que podría ayudar a los demás. Ahora era yo el remolón, el que pensaba que el libro no estaba definitivamente acabado, el que esperaba que el tiempo aportase al libro tan generosas dádivas como en años anteriores.

Estaba a punto de publicarlo cuando en junio de 1991 tuve la oportunidad de entrevistarme con John Roche, profesor de la universidad de Oxford, quien también leyó interesado el manuscrito. Sus invitaciones al rigor y a la ausencia de demagogia supusieron un ulterior esfuerzo de depuración del libro. Por fin, ha sido la insistencia de varios padres y mi deseo de dar a luz esta obra, tras tan prolongada gestación, lo que me ha llevado a publicarla en este momento.

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