Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Hijos
en el Opus Dei

Hijos en el Opus Dei
Autor:
Javier Ropero
ÍNDICE
Agradecimientos, prólogo y prefacio
1. El desafío de un documento
2. Faenas de pesca
3. El camino más directo
4. Ser un pequeño tornillo... en una gran maquinaria
5. Andanzas, desventuras y obligaciones de un pequeño tornillo
6. Ser o no ser
7. El dulcísimo precepto
8. Autoprogramación versus autodesarrollo
9. Tan antiguo como el Evangelio
10. La caridad bien entendida...
11. ¿Es un acto impuro meterse un dedo en la nariz?
12. Ni de broma...
13. "Tejas abajo, tejas arriba"
14. Brillos, luces e iluminados
15. El mágico poder del incienso
16. Jaculatorias y charla semanal
17. El dulce ingrediente de la mortificación
18. Sentí que pedía usted por mí
19. "No digas nunca que soy un santo"
20. Evolución hacia una madurez psicológica en los ex miembros
21. Correcciones y correctivos
Epílogo
Apéndice 1. Glosario de terminología emplea por el Opus Dei
Apéndice 2. Otros textos en relación con el proseltismo agresivo del Opus Dei
Apéndice 3. Organizaciones de asesoramiento e información en diferentes países
Apéndice 4. Documento vaticano: "El desafío de los nuevos movimientos religiosos (sectas o cultos)
Apéndice 5. Colegios controlados por el Opus Dei
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HIJOS EN EL OPUS DEI
Javier Ropero

14. BRILLOS, LUCES E ILUMINADOS

En primer lugar hablaremos del misterioso poder de enajenación y evasión mística que produce contemplar durante cierto tiempo los brillantes rasgos de ornamentos y relicarios sagrados que se exhiben en algunas confesiones cristianas y con mas profusión en los oratorios del Opus Dei.

Como argumenta Huxley en su libro "Cielo e infierno":

Entre todas las artes que inducen a la visión el arte del orfebre y del joyero es, desde luego, el que más depende de sus materias primas... Cuando a esta magia natural del metal brillante y de la piedra con luminosidad propia se agrega la otra magia de las nobles formas y de los colores hábilmente combinados, nos hallamos en presencia de un auténtico talismán.

El arte religioso ha empleado siempre y en todas partes estos materiales que inducen a la visión.

Personalmente he podido experimentar este estado de conciencia al asistir a varias exposiciones y bendiciones solemnes con toda la pompa y solemnidad que es de rigor en el Opus Dei. Terminados estos actos me encontraba habitualmente en un estado de exaltación espiritual. En palabras del propio fundador:

Y te costó trabajo salir del oratorio: se estaba bien allí. ¿Ves cómo lleva a Dios, cómo acerca a Dios el rigor de la liturgia? (Camino, punto 543.)

Esto es lo que el adolescente ha de evitar. Confundir un estado fisiológico nuevo (que se puede inducir artificialmente) con un sentimiento de mayor proximidad a Dios. Esto es lo que realmente ata al joven a la institución y le hace pensar que es una obra divina.

Cuando uno visita un oratorio del Opus Dei queda fascinado por los frescos de nítidos colores, las nobles y pulidas estatuas de la Virgen y el Niño, los cálices de oro o adornados con piedras preciosas, los mármoles que cubren el suelo y las paredes

Citemos de nuevo a Huxley:

Las obras de arte pintadas con colores brillantes y puros pueden, en las circunstancias adecuadas, trasportar la mente del espectador hacia sus antípodas. Los colores brillantes y puros son la esencia no de la belleza en general sino de una clase especial de belleza, la visionaria.

Escrivá de Balaguer participaba muy activamente en el diseño de los oratorios y residencias de la Obra y dejó instrucciones muy precisas acerca de este tema:

Aquella mujer que en casa de Simón el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del maestro, nos recuerda el deber de ser espléndidos en el culto a Dios.

Todo el lujo, la majestad y la belleza me parecen poco.

Y contra los que atacan la riqueza de vasos sagrados, ornamentos y retablos, se oye la alabanza de Jesús: Opus enim bonum operata est in me (una buena obra ha hecho conmigo). (Camino, punto 527.)

La vida del fundador está repleta de anécdotas acerca de sus exquisiteces ornamentales como aquella en la que rechazó una "columba" de oro por una de brillantes para su sagrario, o aquella otra en que mandó recuperar los trozos de una pila bautismal, perdidos en un río, para que se los trasladasen desde España a su residencia de Roma.

Contrastando con estas amonestaciones del fundador apuntamos a continuación las palabras de Juan Pablo II en su encíclica "Sollicitudo rei socialis":

Ante los casos de necesidad no se debe dar preferencia a los adornos superfluos de los templos y a los objetos preciosos del culto divino; al contrario, podría ser obligatorio enajenar estos bienes para dar pan, bebida, vestido y casa a quien carece de ello.


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