Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Antonio Ruiz Retegui
Índice
Semblanza de Antonio Ruiz Retegui
1. La estructura de la acción de la persona humana
2. La educación para la madurez
3. La vida humana plena: felicidad, alegría y sentido de la vida
4. Los riesgos de la educación: "seguridad versus libertad"
5. La tentación del gobierno asegurador
6. Espíritu o "estilo"
7. La absolutización de lo "institucional"
8. La referencia a "la voluntad de Dios"
9. La referencia al "sentido sobrenatural"
10. Las "llamadas" o "vocaciones" divinas
11. El sentido de la perseverancia
12. El difícil equilibrio
FIN DEL LIBRO
 
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Semblanza de Antonio Ruiz Retegui

 

La vida de Antonio Ruiz Retegui tiene entrañables vínculos con algunos de nosotros, con lo que ha sido la obra docente y, en general, universitaria, del maestro Jesús Arellano, promotor, inspirador y primer Decano de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, promotor, inspirador y primer director del Colegio Mayor Guadaira de la Universidad de Sevilla, promotor e inspirador, junto con Vicente Rodríguez Casado, de la Universidad de La Rábida, y promotor e inspirador de esta revista, Thémata, la más tardía de sus creaciones, que se echó a andar ahora hace 20 años.

Antonio Ruiz Retegui nació en Cádiz el 7 de septiembre de 1945. Hijo de un médico de la Armada, creció en San Fernando, ciudad a la que siempre se sintió ligado. Estudió Ciencias físicas en las Universidades de Sevilla y Barcelona. Fue alumno del Colegio Mayor Guadaira, de la Universidad de La Rábida en los años en que la gestionaban Rodríguez Casado, Arellano, Peñalver, Gil Munilla, y otros ilustres profesores del claustro hispalense.

Muy joven tomó contacto con el Opus Dei, institución a la que dedicó su vida primero como miembro numerario, y después, tras concluir en Roma y Pamplona sus estudios de teología con el grado de doctor, como sacerdote.

Durante la década de los setenta fue capellán de diversos centros de la Universidad de Navarra y profesor de Teología Moral, y tras un par de años en Valencia, en la década de los ochenta, fue alternativa o simultáneamente profesor de Teología Moral, Capellán Mayor, y director del Departamento de Teología para Universitarios de la Universidad de Navarra.

En esa época, y a partir de la llegada de Juan Arana a la recién creada Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla, se fueron incorporando también algunos filósofos de Navarra, con los que Antonio Ruiz Retegui había mantenido relaciones esporádicas. El número era lo suficientemente perceptible como para que algunos profesores sevillanos designara al grupo de los colegas provenientes de la universidad de Navarra con el nombre colectivo de "frente norte".

Pero fue durante la década de los ochenta cuando el contacto y la colaboración de Antonio Ruiz Retegui con profesores y estudiantes de filosofía de la universidad de Sevilla se hizo más intensa, estrecha y profunda. La amistad con Jacinto Choza, como ya relata él mismo en los apuntes biográficos que escribe sobre su amigo y colega, se mantuvo igual de intensa que en la década anterior, pero empezó también a ser igual de estrecha y profunda con Javier Hernández-Pacheco, que también da testimonio de su amistad con él en estas páginas.

A la vez, también estableció una relación entrañable con algunos profesores y alumnos de nuestra facultad, que empezaron a frecuentar su trato de diversas maneras. Bien en algunos de los Encuentros y Congresos organizados por la Universidad de Navarra, para acudir a los cuales organizábamos viajes desde la Facultad de Filosofía de Sevilla, o bien en algunos de los encuentros que empezó a organizar en los alrededores de Madrid la Asociación de La Rábida, Asociación formada por un grupo de antiguos alumnos de la universidad rabideña de la época de Vicente Rodríguez Casado, y gestionada por uno de ellos, Fernando Fernández Rodríguez, en calidad de secretario general.

En 1990, por discrepancias con el equipo directivo, abandonó la Universidad de Navarra. Durante esa década fue profesor de la Universidad Pontificia de la Santa Cruz en Roma, centro encomendado a la prelatura Opus Dei, y fue profesor visitante en la Facultad de Teología de Lugano (Suiza). Esos últimos años, apartado habitualmente de las tareas docentes y académicas, vivió en Madrid, dedicado a su labor pastoral en el marco de la prelatura, al estudio y a la redacción de sus trabajos. Murió repentinamente en Madrid, a causa de una hemorragia cerebral, el 13 de marzo de 2000.

La parte más importante de su vida y su actividad se desarrolló en conversaciones personales y en seminarios de los que no queda constancia documental alguna. En estas páginas se recogen dos trabajos, de Jacinto Choza y de Javier Hernández-Pacheco, como homenaje a vida y a su obra de teólogo, de profesor universitario y de amigo. Queremos dar a conocer esa obra, en gran medida inédita, pero sobre todo su vida, su inmensa personalidad, su pasión docente, su amor a la libertad, su respeto infinito por las conciencias, su afán de comprensión, su continuo afán de abrir horizontes intelectuales y espirituales, en definitiva, su modo de ser.

Quisiéramos transmitir aquí algo muy propio de un ambiente intelectual en el que Antonio Ruiz Retegui tuvo especial protagonismo, y que ha pervivido desde comienzos de los 80 hasta su muerte; ambiente en el que no pocas personas encontraron acogida y estímulo para la reflexión filosófica y teológica.

La parte oficial de su obra, lo que puede constar y consta en un curriculum vitae, no es tan extensa como para que desequilibre esta semblanza, de manera que la incluimos al final de ella para reflejar los aspectos públicos de su actividad profesional.

Durante toda su vida, Antonio Ruiz Retegui, como capellán de la Universidad de Navarra y como sacerdote del Opus Dei, prestó una atención esmerada a todos los estudiantes y colegas que, vinculados a dicha institución, permanecían en una situación marginal o se desvinculaban de ella. En eso se parecía al maestro Arellano, que prestaba también ayuda en el mismo sentido al mismo tipo de personas, razón por la cual su departamento era un lugar de encuentro de profesores y estudiantes que se consideraban, desde esa perspectiva institucional, marginales, problemáticos o heterodoxos. Y ese carácter de marginalidad y heterodoxia quedaba connotado en la expresión con que se designaba desde aquella universidad a los filósofos de ésta: "la escuela sevillana".

Eso explica que algunos profesores y alumnos de la facultad de Filosofía de Sevilla sintonizaron bien con Antonio Ruiz Retegui y él con algunos de estos profesores y alumnos, que encontraban en su trato estímulo intelectual y apoyo moral. Porque él, como Jesús Arellano, siempre fomentó la libertad de conciencia, y el amor al riesgo y la libertad y seguridad interiores, además de otras cualidades intelectuales y morales más convencionales.

Ese talante y esa actitud de Antonio Ruiz Retegui no es ajeno a su salida de la Universidad de Navarra en 1990. Por eso Antonio Ruiz Retegui pudo ser considerado como uno de los nuestros, y ello se puso de relieve sobre todo en el momento en que este tipo de rasgos aparece con nitidez, que es el momento de la muerte.

Su muerte revistió caracteres trágicos por lo repentina. Pero su entierro concentró y convocó toda la gratitud, toda la ternura, toda la admiración y toda la nostalgia de esos marginales y desvinculados, que acudieron a Madrid desde Barcelona, desde Sevilla o desde Navarra, conscientes de que quedaban privados de asistencia espiritual, para darle el último adiós a quien más había alumbrado sus conciencias. No eran pocos esos marginales y desvinculados, tratándose de una institución que habiendo sido de alta fecundidad en sus primeras décadas, año tras año, con un rigor en incremento constante, dejaba tras de sí un número creciente de cristianos psicológica y sociológicamente deteriorados, y por eso su entierro fue una peregrinación de personas que habían quedado sumidas en la orfandad espiritual, en cierto sentido, una peregrinación de los pobres de Dios.

Algunos de los directivos de la institución se acercaron en tono circunspecto y apesadumbrado a Choza y Pacheco para explicarles que no se había podido hacer nada, que todo intento de recuperación de Antonio había sido inútil, y como para darles el pésame. Un pésame que fue recibido y devuelto. Un pésame que fue recíproco, pero que fue. Pues el pésame se les da a aquellas personas a las que se les muere alguien. A nosotros se nos había muerto alguien y los demás nos daban el pésame porque lo reconocían como uno de los nuestros.

Al salir del cementerio, la hermana predilecta, amiga y confidente de Antonio durante muchos años, les dijo también: vosotros sois quienes más le habéis ayudado, quienes mejor le habéis comprendido, quienes más le habéis hecho compañía. Muchas gracias.

La tarea intelectual de Antonio Ruiz Retegui puede seguir difundiéndose, su obra publicada, que se recoge en el curriculum, es accesible como cualquier otra, y la obra inédita, que en cuanto a algunos estudios ha encontrado hasta ahora no pocos obstáculos por parte de la institución que los custodia, en cuanto a otros probablemente encontrará su cauce hacia el público. Pero la tarea y la obra que fue su vida ha tenido su punto final, y el mejor lugar para acoger y decir ese acabamiento, entre el reconocimiento y afecto de quienes más le estimaron y comprendieron, es este, las páginas de "Thémata. Revista de filosofía", de la Facultad de Filosofía de la Universidad de Sevilla.

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