Gracias a Dios, ¡nos fuimos!
Opus Dei: ¿un CAMINO a ninguna parte?

Vida y milagros de Monseñor Escrivá de Balaguer,

fundador del Opus Dei
(Luis Carandell)
Indice del libro:
Prólogo a la Edición de 1992
Prólogo a la Edición de 1975
"Made in Spain"
Niños, aunque no niñoides
"El cura más guapo del mundo"
Marqués de Peralta
Hijos de todas las clases sociales
La estética del apellido
La ciudad amurallada
De hinojos ante el padre
Baños de multitud
La quiebra de "Escrivá, Mur y Juncosa"
"La ciudad de Londres"
Burro de Dios
El belén del Opus Dei
Torreciudad
Flojo en latín
Su tío el canónigo
La santa cólera
El secreto y los escaparates
"Es muy santo y tiene que ir a Madrid"
Los doce apóstoles
Educador de tecnócratas
"Nos han hecho ministros"
El "apostolado de la inteligencia"
"La santa coquetería"
Días de rosas y espinas
Apoteosis
Epílogo para 1992
Bibliografía y FIN
 
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VIDA Y MILAGROS DE MONSEÑOR ESCRIVÁ,
FUNDADOR DEL OPUS DEI

EL BELEN DEL OPUS DEI

El niño José María Escrivá comenzó sus estudios elementales, según he podido averiguar, en el colegio de los escolapios de Barbastro. El fundador de las Escuelas Pías, san José de Calasanz, era natural del vecino pueblo de Peralta de la Sal y el primer colegio que su congregación fundó en el mundo fue precisamente el de Barbastro. De ahí que al ser nombrado doctor honoris causa por la universidad de Zaragoza, en octubre de 1960, monseñor Escrivá hablaba de san José de Calasanz diciendo que "a mí me ha inspirado siempre una especial veneración [Recuérdese que decía ser pariente lejano suyo]. En mi visita al colegio pude hablar con un padre escolapio, don José Mur Cavero, hoy profesor del colegio y que fue compañero de José María Escrivá cuando éste estudiaba en Barbastro. "Entonces, ¿está usted escribiendo la vida de este muchacho?", me preguntó empleando un lenguaje que denotaba inconfundiblemente su condición de compañero de estudios de mi biografiado. El padre Mur me dijo que hasta hacía pocos años había estado en el colegio de Barbastro un anciano escolapio que fue profesor suyo y de José María Escrivá, el padre Orcal, posteriormente trasladado al colegio que los escolapios poseen en Jaca. No me fue posible hablar con el padre Orcal, quien por su avanzada edad había dejado ya la docencia. El padre Mur recordaba muy bien a José María Escrivá a pesar de que no lo había tratado mucho porque, según me dijo, en aquella época había en los colegios grandes diferencias sociales y él era de familia pobre mientras que Escrivá, aunque nunca fue rico, era de familia muy religiosa, lo que significaba un factor importante al calibrar la condición social de una persona. Don José Mur, que había pasado años en Argentina, no tenía una noción muy exacta del Opus Dei y de la importancia que había llegado a adquirir en España. Decía de su compañero de colegio que era un niño normal, no especialmente piadoso ni especialmente estudioso. Otras personas de Barbastro recordaban al José María Escrivá de esta temprana época, pero sus informaciones eran algo contradictorias, pues mientras, por ejemplo, el señor Aniquino, que había jugado con él de pequeño, sostenía que José María era un niño muy quieto y tranquilo, la viuda de Corrales, igualmente compañera de infancia y actualmente propietaria de una imprenta en Barbastro, decía que era "muy enredador". La viuda de Corrales, quien me manifestó que seguía conservando su amistad con monseñor y que se escribían por las Navidades, añadió un nuevo dato al expediente escolar del fundador. Dijo que había sido compañera suya en el colegio de las monjas. Enviar a los niños varones, cuando eran muy pequeños, al colegio de las monjas era costumbre muy extendida en España hace ya años, y no me pareció en absoluto extraño que la familia Escrivá-Albás lo hubiera hecho con su hijo. En el colegio de las Hijas de San Vicente de Paul estuve hablando con una anciana monja, sor Guadalupe, que llevaba 52 años en el colegio. Me dijo que no podía acordarse de haber oído decir nunca que el fundador del Opus Dei hubiese pasado por aquellas aulas. Que, si acaso, podía haber sido profesora suya una sor Rosario, que fue fusilada en Valencia durante la guerra.

Don Francisco Javier Lalanne, por su parte, recordaba también a José María Escrivá. La madre de monseñor, "la abuela" como la llamaban los primeros discípulos, frecuentaba asiduamente la casa de la madre de Lalanne, doña Felicidad Fajarnés Villacampa, nieta del general Villacampa, de quien ya he hablado. Iba muchos días a visitarla y mientras las señoras hacían punto, los niños, Paquito y José María, jugaban en el jardín de la casa. Los Lalanne-Fajarnés Villacampa eran una familia rica y de abolengo de Barbastro. El mismo don Francisco Javier Lalanne es actualmente consejero y fundador de importantes empresas y propietario de bodegas y ganaderías en su pueblo natal. Parece que, con ocasión de la quiebra de la razón social "Escrivá, Mur y Juncosa", de la que ya he hablado, la familia Escrivá-Albás recibió alguna ayuda de la familia Lalanne-Fajarnés. No tendría nada de extraño que el asiduo trato de doña Dolores Albás y de su hijo con esta rica familia de Barbastro hubiese ejercido alguna influencia en las aspiraciones que empezaban a despertarse en la tierna imaginación del futuro fundador del Opus Dei.

Muchos recuerdos del niño José María Escrivá guarda también su vecino don Martín Sambeat, propietario de la tienda que, en la calle General Ricardos, está precisamente frontera a la que fue propiedad de "Escrivá, Mur y Juncosa, sociedad colectiva", actualmente regentada por los señores Lacambra. Don Martín dice que cuando monseñor estuvo en Zaragoza para ser investido doctor honoris causa por su universidad, le visitó en compañía de otras personas y habló con él durante un rato. "Yo me impresiono en cuanto veo un tío con galones", dice don Martín con su natural llaneza aragonesa, "y al ver a aquellos señores tan encopetados que le acompañaban, empecé a tratar de usted al padre Escrivá. El me dijo: "Pero, Martín, ¿cómo tratarías tú a tus cuñados? De tú, ¿verdad? Pues tutéame, hombre." Sambeat quedó encantado con la visita. El padre Escrivá le dijo: "¿Todavía eres tan bruto? Recuerdo que me sacudías." Y Martín le contestó: "Ay, madre, estoy condenao por pegarte a ti."

La esposa de Martín Sambeat había sido también compañera de José María Escrivá en el colegio de las monjas. Esta señora pertenece a la familia Lacau, que posee todavía una armería en Barbastro y que debió de tener una estrecha amistad con las familias tanto del padre como de la madre de monseñor. Don Luis Lacau, el anciano armero, me dijo que monseñor se hospedaba en su casa cuando, algunas veces, iba de incógnito a Barbastro. Pero, aparte de estos recuerdos personales, no son muchos los datos que pueden encontrarse sobre la infancia de monseñor. Sabemos por un documento que se encuentra en la catedral de Barbastro, que el 23 de abril de 1912 José María Escrivá recibió la Confirmación de manos del administrador apostólico de Barbastro, don Antonio Ruano Martín, siendo su padrino don Ignacio Camps. Pero no sabemos mucho más y no volvemos a encontrar pruebas documentales hasta que, en 1915, la familia Escrivá-Albás se va a vivir a Logroño y registramos el traslado del expediente de estudios del mocito José María al Instituto de Enseñanza Media de la capital de la Rioja.

Cuando, a principios de 1970, visité Barbastro, encontré, entre las personas con las cuales estuve conversando, una gran excitación respecto al hecho de que la villa hubiese sido la cuna del fundador del Opus Dei. Apenas era posible comprender el clima que allí se respiraba sin tener en cuenta los extremos que, en un país tan centralista como España, alcanza lo que podríamos llamar la "soledad provincial". El hecho de contar entre sus hijos con una ilustre personalidad y con ascendiente en Madrid, representa para pueblos y ciudades la posibilidad de abreviar antesalas, abrir sésamos que de otra manera permanecerían cerrados y acelerar gestiones y expedientes para la solución de los problemas que tienen planteados. "¿Se da usted cuenta de lo que significa para nosotros que este señor haya nacido aquí?", me decían. Alguien me dijo una frase que se me quedó grabada: "Barbastro es el Belén del Opus Dei." Una persona que no tenía nada que ver con el Instituto fundado por su ilustre conciudadano me decía: "Tengo que ser simpatizante de la Obra porque yo soy de Barbastro y me doy cuenta de que beneficia al pueblo."

En octubre de 1969 había sido nombrado el llamado "gobierno homogéneo" en el que había algunos ministros vinculados a la Obra, y en Barbastro se tenía la impresión de que el Opus se volcaría, como suele decirse, en la concesión de beneficios a la villa. Se había aprobado por entonces el proyecto de canalización del río Vero, en cuyas orillas está situado Barbastro, y se había concedido un polígono de viviendas y no eran pocas las personas que creían que esto se debía a la influencia del Opus. Otros decían, por el contrario, que estos expedientes habían seguido su curso normal y que el Opus no había influido en absoluto en su aprobación. Cuando, por aquellas fechas, fue suprimido el ferrocarril de Barbastro a Selgua, que para la ciudad suponía el enlace con la línea Zaragoza-Huesca, muchos pensaron que por influencia de los ministros vinculados al Opus pudiera echarse abajo el impopular proyecto de desmantelarlo. La desilusión fue grande cuando se vio que la RENFE llevaba adelante su propósito y Barbastro se quedó sin tren. No ha habido en realidad ningún indicio concreto de que la Obra y monseñor hayan hecho nada por "el Belén del Opus Dei", aparte del proyecto, que está en curso, de convertir la casa natal del padre Escrivá (debidamente ampliada mediante la compra de edificios contiguos) en un centro de actividades educativas y aparte del magno proyecto de la ermita de Torreciudad, situada a veinte kilómetros de Barbastro, al que me referiré en seguida. No parece criticable esta actitud, pues hacer otra cosa podría ser considerado como favoritismo por el pueblo que es la cuna del fundador y es posible que monseñor haya favorecido o piense favorecer a Barbastro empleando esas influencias indirectas y rodeos tan propios de su complicada personalidad. En cualquier caso, según he podido comprobar en viajes posteriores, hay cierto desencanto entre los barbastrinos, y flota en el ambiente el temor de que monseñor Escrivá de Balaguer, a pesar de que él mismo lo haya desmentido, no tenga de verdad cariño a su pueblo natal, donde su familia pasó las tribulaciones que se sabe con ocasión de la quiebra del negocio textil que regentaba. Por su parte, Barbastro se ha volcado en atenciones a su ilustre hijo. En la parte nueva de la ciudad se ha abierto una avenida que lleva el nombre de monseñor Escrivá de Balaguer. Ya hemos dicho que se le concedió el título de hijo predilecto de la villa. Y, en septiembre de 1974, la corporación municipal decidió concederle la medalla de oro de la ciudad, distinción que viene a añadirse a la larga lista de sus títulos. Como decía un barbastrino con quien estuve hablando: "Esto es lo que debemos hacer. Al Opus Dei no hay que pedirle. Hay que darle."

 

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